Melomanía

Liana Malva: "Le he bajado dos a la intensidad"

2023 fue el año de concretar para Liana Malva: primero el EP "Concierto Sinfónico" y ahora "Tornasol", su primer álbum. Así que fuimos al estudio de Habeatat a conversar con ella

Fotos: Alejandro Cremades
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“Se llama Terre”, responde Liana Malva, mientras acaricia al perro. “Por Terrible”, agrega. Y todos reímos. Liana suelta al animal, que comienza a correr por los jardines que colindan con la pequeña cancha de baloncesto en la que (me doy cuenta ahora) se grabó el videoclip de Se prendió, de Free ConvictfeatHorus y Letra.

Es difícil encontrar el sitio donde se encuentra el estudio de grabación de Habeatat: calles estrechas, poco transitadas, árboles a los alrededores. Sospecho que estar tan ocultos fue una decisión adrede. Este sitio es algo a medio camino entre lo zen y lo hip hop. Lleno de naturaleza y música, en el que puedes reconocer escenas de videos de rap o ver a Horus haciendo pesas y escuchando algo en sus audífonos con mirada de absoluto trance.

Un lugar, se me ocurre, idóneo para la mujer a la que voy a entrevistar.

Liana Malva tiene tiempo y ánimo de conversar. Acaba de sacar su primer álbum: «Tornasol». Ella creció en El Paují. Eso lo saben muchos. Ha sido parte de sustorytelling. Con la ONG Gotas ha buscado difundir un mensaje de conservación ambiental y también ha contado su historia. Todo a través de su gran pasión, la música.

Lejos de los aires de diva de las cantantes que recién empiezan y ya tienen un muro de cuatro guardaespaldas y ocho relacionistas públicos encima, sin intentos por parecer extravagante, luego de unas fotos para las que posa con buena disposición, se acomoda en una silla de plástico, se quita los lentes oscuros, me mira a los ojos y sonríe.

-Para ti, ¿en qué año empezó tu carrera?

-Yo diría que el 2018.

-Pero ya estabas haciendo música desde antes de 2018

-Sí, claro. Pero es que depende, ¿no? ¿Cuándo empecé a estudiar música? ¿Cuándo empecé a hacer música? Desde los 12 años, una broma así. Pero creo que hay que legitimarlo como cuando tú das algo, das alguna producción o haces un planteamiento, una propuesta. La primera canción que grabé fue La máquina, en el 2015. Pero no hubo mucha planificación, fue algo muy inocente. Yo me tomo todo más en serio desde 2018, que empieza Gotas. Ahí empecé con el proyecto de los viajes musicales inspirados en Venezuela. Ese año lanzamos el video de El Paují.

-Han pasado ya casi 6 años. ¿Por qué te tardaste tanto para sacar tu primer álbum?

-La verdad no tengo una respuesta, pero sí puedo decir que de hecho mi primer disco no es este. Hay un primer disco que grabé y no saqué, y está ahí. Entonces, esos años fueron para terminar ese otro disco. En paralelo, el proyecto de Gotas realmente agarró como una fuerza y unas dimensiones que… yo no pensaba que me iba a tomar o tanto tiempo, tanto trabajo y tanta seriedad. Porque Gotas hoy en día es una fundación y es un proyecto que está inmerso en otras ramas además de la música. Entonces, podría decir que durante esos años no sólo estuve haciendo música, sino que estuve trabajando en función de un proyecto con propósito, de un proyecto de conservación ambiental.

Creo que también ha sido un camino complejo; atropellado, diría. Cuando estábamos grabando las primeras canciones de este disco no podíamos bajar para el estudio porque había guarimbas; y de repente estuvimos sin luz, y de repente no teníamos estudio, no teníamos presupuesto: han sido una cantidad de obstáculos que hemos venido superando. No le adjudico los 6 años a los obstáculos, sino que han sido parte del camino. Y la otra parte podría ser que internamente yo dudaba mucho de qué hacer, porque me encontraba en un punto donde tenía muchas puertas creativas y de procesos y de proyectos distintos abiertos. Y era como, ¿con cuál me caso?, ¿cuál soy yo?

Estaba Gotas, que continúa y sigue siendo un proyecto. En el 2021 logramos hacer un concierto sinfónico, que es algo que nunca me había planteado. Eso fue una maravilla y me abrió puertas a otras cosas. Estaba el primer disco que grabé, que es un disco de banda, que me encantaba, que es lo que más me ha llevado trabajo en mi vida musical. Y ya llegados a este punto, el año pasado me preguntaba a mí misma qué quería lanzar. Yo escucho ese primer disco que grabé y me encanta. Son canciones mías y todas son válidas, pero ya a nivel de sonido quizá no me representan. Entonces, dije, ahorita quiero estar en un momento muy al día, sentirme al día con lo que estoy haciendo.

Justamente Tornasol es la última canción que hice y fue la que tituló el disco. De todas las canciones que tenía era la que más quería compartir en este momento de mi vida.

-La mayor parte de las canciones del álbum las compusiste y grabaste hace tiempo, ¿correcto?

-Sí, digamos que el proceso tiene abierto tres años. Hay un tema que se llama Es muy tarde, que fue la primera canción que escribí después de que terminé el otro disco, que era con banda, que era un proceso de composición muy distinto, en el que todas las canciones las hice sola; o sea, con mi guitarra y mi piano. Y Es muy tarde fue la primera vez que me aventuré a hacer una canción sola en una pista. Y ese fue el resultado, que quizás fue como una búsqueda, ¿no? Que no es el resultado final de lo que yo quiero encontrar, pero es un paso del proceso. Eso fue antes de la pandemia. O sea que vengo agrupando canciones que venía haciendo un poco aisladas y luego las agrupé para este proyecto, «Tornasol».

-¿Y el otro álbum va a salir en algún momento? ¿O ya lo dejaste?

-No lo sé, no lo sé. Está ahí, yo creo que es válido como un EP. Hay unas canciones que ya sí es como que… ¡ay, no! Me dan un poco de cringe: no me representan tanto, siento que las letras están débiles. Y hay otras me parecen increíbles. Siempre quedó esa espina de qué hubiese pasado si hubiese lanzado ese álbum en ese momento. Pero al final todo pasa por algo.

El proyecto de Gotas y lo que venía haciendo musicalmente antes fue algo que yo siento que me escogió a mí, y que me tocaba hacer y que lo tenía que hacer. Yo hice caso a ese llamado y no me arrepiento para nada, porque me abrió las puertas a un proyecto de vida, a tener un propósito más allá de la música. Y, bueno, sigue: eso va conmigo a todos lados.

-¿Las canciones de «Tornasol» te siguen representando pese a haberlas escrito hace tanto tiempo? ¿Sigue siendo Liana Malva esas canciones?

-Sí. Yo siento que estoy en un proceso de constante búsqueda. Desde que empecé a hacer música tengo esa sensación de que termino una canción, o termino un proyecto, y me encanta, y después como que ya pienso en qué viene, qué es lo próximo. Y en este disco hay canciones que me van a gustar por mucho tiempo. Eso para mí es un logro, porque a veces es difícil. Quizás, si algo nos caracteriza a nosotros que somos un poco perfeccionistas y estamos buscando cosas que quizás no están construidas: llegar a eso es un camino más largo…

-¿A “nosotros” quiénes, perdón?

-Nosotros como Heabeatat, pues. Yo con mi equipo de producción, con los que hago música.

Y sí, en algún punto he sentido que una canción ya no me representa, pero he aprendido a verlo desde un ángulo en el que todas mis canciones soy yo en algún momento de mi vida. Es muy lindo aceptarlas también, dejar a un lado la perfección, el juicio, la autoexigencia de que de repente eso no cumple con tus expectativas. Al final, es parte del proceso: para mí es muy bonito mostrarlo porque realmente vengo evolucionando muchísimo internamente y he compartido muy poco al público, ¿no? Entonces se siente muy satisfactorio dejar que eso sea lo que tenga que ser. Simplemente dejarlo que exista.

Liana Malva

-Te escuché decir en La Mega que, parafraseándote un poco, la versatilidad puede ser positiva o negativa. Ahorita estás con una propuesta de música un poco más comercial. De todas las cosas que te llaman, ¿cuál es la que vas a abrazar más ahora?

-Ahorita estoy abrazando mi carrera artística, más que cualquier otra cosa. Creo que es el momento, creo que me lo debía. Le estoy dando prioridad a eso. Ya no tengo el miedo o el tabú de entrar en un mundo comercial, por ejemplo, siempre y cuando esté haciendo algo que disfrute y que me esté aportando algo creativamente a nivel profesional, a nivel evolutivo. Así sea una bachata, un reguetón… también he entendido dónde quiero estar y cuáles son mis límites y a dónde puedo asomarme a ver qué hay para mí.

Así que sí, respondiendo a tu pregunta, el lado que estoy abrazando más ahorita es mi carrera artística: cómo me presento ante el público; sobre todo la música, la calidad de la música y los sonidos que estoy proponiendo.

-Dices que ya no tienes el tabú de abrazar lo comercial. ¿O sea, que antes lo tenías?

-¡Súper! Yo vengo de una familia muy alternativa. Y son cosas que pienso y autoanalizo, que a veces me cuesta encontrarme o conectar quizás a un nivel masivo, por ejemplo, con la industria musical venezolana. Un púbico que de repente ha escuchado Guaco toda su vida, o gaitas. Yo no crecí con eso. En algún punto no me gustaba y lo condenaba porque no lo reconocía como mío propio.

Te puedo decir que yo a los 11 años escuchaba Portishead, Massive Attack y Steel Pulse. O sea, escuchaba a Peter Gabriel a los 10 años. Entonces, me ponían cualquier cosa que se estaba haciendo acá y no sabía valorarlo.

También me pasaba con el reguetón.

Mi familia tuvo una influencia muy importante en mí porque, bueno, crecí aislada realmente. Muy poco influenciada por la sociedad. En el colegio los profesores eran mis papás y los papás de mis amiguitos. O sea, sí llegó NSYNC, llegó Backstreet Boys, llegó Faye, llegó Shakira, Laura Pausini, Salserín. Pero más allá de eso, la influencia musical venía de mis padres, que son muy melómanos y muy exigentes a nivel musical. Entonces había proyectos acá que decían: “Ay, no, pero esto no me gusta, es demasiado simple, o es demasiado básico”.

Luego, estudiando música, estudiaba con jazzistas oído absoluto, que tenían un nivel de exigencia y de purismo musical tal que empecé a tener esos estándares mentales. Todo me parecía malo, todo me parecía una porquería. Y gracias a Dios salí de ahí [de esa forma de pensar], porque, claro, te vas influenciando del ambiente que te rodea y he aprendido cómo abrazar las cosas positivas que todos estos [nuevos] espacios me han aportado. Del mismo modo en el que abrazo el haber estudiado música, tener conocimientos de teoría y todas estas cosas, o todo el bagaje musical que me dio mi familia y mi experiencia en la naturaleza.

Con el tiempo uno va forjando también su propio criterio y descubriendo las cosas que realmente te mueven.

Me acuerdo de que cuando salió el reguetón, para mi familia eso era el demonio. Le hacían la cruz. Yo misma estaba horrorizada con el reguetón y lo que estaba significando como cambio social. Y hoy en día tengo una posición muchísimo más neutral de poder disfrutar y de poder apreciar también el valor que puede tener cada género. Y la genialidad que puede haber en cada género. Que a veces uno con los tabúes no ve eso, estás cegado por lo que tú consideras que está bien y lo que consideras que es bueno o está bien hecho. Sí, creo que he roto muchísimo con eso.

Para mí era como un crimen, ¿sabes?, plantearme hacer un reguetón. “No, qué horror”. Ahorita sí que hay unos reguetones que me encantan y en los que la producción es una genialidad, y que la letra es una genialidad. Más bien el hecho de tener los mismos recursos, cambiando el planteamiento y las combinaciones, me parece algo súper difícil.

-O sea, podrías grabar un reguetón

-Sí. No lo he hecho, no es mi norte tampoco; pero sí, si llega en algún momento la pista adecuada o la expresión adecuada, estoy segura de que saldría algo increíble.

-¿Y cómo ha reaccionado tu familia a tu carrera artística?

-En algún punto les ha costado entender el tema del hip hop. Por lo menos mi mamá odia el rap…

-¡Y tú trabajas en Habeatat!

-Y yo trabajo rodeada de raperos…

Eso me ha dado una apertura mental también súper importante y unas habilidades que antes no tenía. Entender cada vez más la importancia de escribir, de rimar, de decir cosas, de desarrollar esa habilidad de escribir: tantas cosas que hay dentro del hip hop como cultura y del rap como género musical.

Y bueno, me ha tocado enseñarles también a mis padres. Me apoyan siempre en lo que sea que yo vaya a hacer: están ahí haciéndome barra. Sin embargo, en algún punto sí se han puesto fastidiosos. Como que en vez de preguntarme qué necesito, me preguntan es cuándo sale el disco. Hay una presión ahí. Porque, claro, saben quién soy, esperan mucho de mí, me quieren ver feliz, me quieren ver triunfando: están ansiosos de que el mundo conozca todo lo que estoy haciendo.

Hemos tenido nuestras diferencias. Hemos tenido que establecer límites, para que las relaciones sigan sanas y que cada quien se respete en su espacio.

Ellos lo que más disfrutan son proyectos como el concierto sinfónico, ese disco con banda. A veces me dicen: “Pero ¿por qué no lanzaste esto?”. Entonces, bueno, a veces no entienden, ¿no? Porque la industria musical, en un país donde no hay industria, es más rara o más lenta de lo que uno podría imaginarse. Y nosotros somos personas muy particulares, que no estamos siguiendo el camino de lo que ya está hecho, de lo que ya fue exitoso, sino que estamos abriendo nuestro propio camino y encontrándonos con obstáculos a cada rato. A veces eso toma más tiempo, toma más energía, toma más guáramo. Y es lo que nos hace felices, pues.

-¿Les gustó este álbum que lanzaste?

-¿A mi familia?, sí, sí les gustó. Bueno, hay una canción en la que digo una grosería y mi mamá horrorizada. Y yo: “Ay mamá, o sea, ni siquiera te voy a explicar. No voy a perder tiempo de esto, tranquila”. Pero les encantaron Tornasol, Offline, Dime. Sí, sí, les encanta y están escuchándolas todo el tiempo, estamos súper contentos.

-En general, tener reproducciones, triunfar y consolidarse en la industria musical del mundo es complicadísimo. Ahora, hacerlo desde Venezuela, pues parece titánico, ¿no?

-Yo diría que sí, que esa es la palabra. Con todo y eso, hay gente muy entregada. Y creo que he tenido suerte de conseguir gente tan comprometida como yo y tenemos años trabajando: no son meses, ni semanas, ni dos años, sino muchos años. Esto [señala el lugar en el que estamos], por ejemplo, es un resultado: un fruto de muchos años buscando construir espacios, oportunidades, lugares de encuentro, lugares donde crear. Nuestra prioridad realmente siempre ha sido tener un estudio donde poder crear.

Creo que hace cinco años era mucho más difícil. Ahorita están pasando cosas que no pasaban hace dos años, ni siquiera. Creo que la movida alternativa está creciendo. Y hay artistas increíbles que están logrando abrir camino a nivel internacional. O sea, Venezuela se está haciendo un nombre que está agarrando peso. Hay representantes afuera dando la cara y llamando muchísimo la atención. La industria latina está pendiente de lo que está pasando en Venezuela. Hay algo, ¿sabes? Mucha gente triunfando, pero salir de Venezuela y dar a ese paso no es nada fácil.

-¿Y tienes planeado instalarte en alguna plaza con una mayor industria, como México, por ejemplo?

-Todos los planes están sobre la mesa: México, Miami, Colombia… A México tengo tiempo que no voy, pero sí he estado viajando a Colombia y Miami. He estado yendo y también conociendo gente. Cada vez que regreso tengo más gente con quien trabajar. Hay gente invitándome a sesiones de composición, por ejemplo, que es algo que me encantaría explorar porque hay muchísimas oportunidades de crecimiento ahí también. No sé, ahorita estoy como enfocada en «Tornasol», en llegar a diciembre.

Realmente a mí me gusta mucho estar aquí, me gusta vivir en Venezuela, pero también estoy clara que salir y conocer y estar presente en carne y hueso en lugares donde están pasando otras cosas es súper necesario.

Liana Malva

-En 2018 hablamos en los Pepsi Music. En ese momento opinabas que a la música en general le hacía falta un poco más de mensaje, pues principalmente estaba atendiendo el amor, el desamor y las pasiones instintivas. ¿Mantienes esa opinión hoy día?

-Sí. Por ejemplo, yo he estado haciendo música con mensaje y ha sido difícil que eso termine de posicionarse en un lugar donde pueda llegar realmente a nivel masivo. Pero también creo que quizás era un poco mi intensidad. Le he bajado dos. Al final, cada quien es libre de hacer lo que quiera y ya.

Sí me parece que a nivel de industria global hay intereses en que siempre los mensajes que prevalezcan sean los mismos. Y es un poco aburrido, cuando hay tantas cosas de qué hablar. Pero también esas cosas que prevalecen tienen mucha fuerza y son una fuente de inspiración súper grande.

Por ejemplo, en el disco de «Tornasol», si te fijas hay tres canciones que tienen un mensaje profundo o espiritual. El resto es como un mensaje muy sensorial: no te quiere enseñar nada, no te quiere dar un consejo de nada, sino simplemente disfruta la música ahí. También creo que eso es importante.

Es importante el mensaje, cómo lo enfoques, cómo lo des. Un mensaje muy poderoso puede ser envuelto en algo muy comercial y llega muchísimo más. Yo siempre apuesto a hacer algo con lo que, en principio, tú conectes, que sea un mensaje que para ti sea valioso. Eso es lo primordial. Y lo segundo, que la gente se aventure y los artistas se abran a hablar de otras cosas también me parece importante.

Por otra parte, es lo que te decía del reguetón hace rato: hay genios dentro de ese mundo que con los mismos tres elementos tienen que decir lo mismo y hacen una vaina increíble, una composición brutal.

Mantengo mi posición de que sí, creo que el mensaje es súper importante, pero tiene que ser coherente también con lo que tú estás viviendo, con lo que estés necesitando escuchar tú misma.

Hay una canción que se llama Mundo al revés, que para mí tiene un mensaje súper importantísimo, pero en algún punto es como que me encantaría que esto llegara demasiado lejos. O sea, es una canción que para mí llegó súper lejos, porque llegó a un escenario importantísimo a nivel mundial. Pero lo habrán escuchado 20.000 personas. También entiendo que es una canción que dura seis minutos, no tiene estructura, no es pegajosa, es súper intensa… El cómo estoy dando el mensaje también es clave, ¿no?

-¿Cuáles son esas tres canciones del álbum Tornasol que te parece que tienen mayor profundidad?

Offline me gusta mucho. Tiene un mensaje. En este mundo va todo tan rápido, los celulares nos están consumiendo la vida y el Internet realmente es el protagonista de todo lo que hacemos y cómo trabajamos, cómo nos comunicamos. Yo, por mi parte, siempre he sido una persona que viene de la tierra, o sea, de estar muy conectada como en un espacio presente. Por ejemplo, ahorita estoy hablando contigo y tengo una hora que no agarro mi celular. Eso te hace bien. Estar aquí al aire libre, escuchando los pajaritos. Cada vez le damos menos espacio a tomarte ese break.

Para mí siempre fue una rutina irme dos meses a la Gran Sabana, donde me olvidaba del mundo y realmente estaba viviendo, disfrutando. No me daba cuenta del nivel de recargada energética que hacía. Y ahorita tengo cuatro años que no voy a mi casa a tener esa experiencia, porque las últimas dos veces que fui, fui con el proyecto de Gotas a trabajar. No paré. Me bañé en el río, pero no fue un viaje a descansar. Y a veces es tan importante el descanso. Y sí, vivimos en un mundo de productividad, donde la autoexigencia es el pan de cada día. Y antes de llegar al burnout, uno tiene que reconocer cuándo tiene que meter freno de mano y de repente meter retroceso, porque si sigues puedes perder salud mental y física. Y he estado ahí también, he estado quemada, ¿sabes? Tipo no tengo energía para seguir, necesito descansar, olvidarme de todo, irme a la playa, agarrar fuerza.

Porque al final, como artista y en todas las carreras creativas freelance, uno mismo es su propio motor. Y si tú no estás empujándote a ti mismo, si no tienes ese motor con vida adentro, ¿quién te empuja? De eso va esa canción.

La otra se llama Sólo por hoy. Es una canción súper vieja que tenía escrita hace años. Le dimos una vuelta y le escribí otras partes que no existían. La idea nació de la canción que le compuse a una amiga que estaba atravesando una depresión. Fue mi manera de hacerle saber que yo estaba ahí y que la entendía, que la quería ver feliz. De decirle todo va a pasar, que hay que levantar la cabeza y sonreír solamente por hoy: no te preocupes por mañana.

Cuando uno está en una depresión es así, es como una adicción. Sólo por hoy también es como una consigna de los Alcohólicos Anónimos, que te planteas ir día a día a día a día. Y así logras atravesar meses o un año sobrio.

Al final, la depresión también es una adicción química que si no te planteas a voluntad hacer ejercicio, comer bien, buscar personas vitaminas (que te recarguen), rodearte de cosas que te hacen bien… si no te planteas eso, salir de ahí puede ser bien difícil.

Terminó siendo una canción también para mí misma. Verme reflejada en ese mensaje de dale pa’lante, levántate. Y de aceptación, de verse al espejo y quererte tal como eres. Un mensaje de amor propio que, aunque suene cliché, todo parte de ahí.

-¿Y la tercera?

-Hay otra que se llama Ahora, que a nivel musical es una de las que es más diferente, me sacó un poco de mi zona de confort voluntariamente. Habla de esa relación entre la luz y la oscuridad que convive dentro de todos, de esa dualidad. Y también cómo uno proyecta a veces sus propias inseguridades en terceros.

Cuando escribí esa canción, entendí que al final son proyecciones de uno mismo. Tú realmente construyes tu realidad. Y si tú permites que lo que otra persona piensa de ti te afecte es porque tú también lo estás creyendo. No sé si te supe explicar bien, es un poco abstracto.

-Hace unos meses hablé con Ray Martínez y él me dijo: “Cuando la gente escucha que uno dice que la canción tiene un mensaje, se aburren y se van: les da ladilla”. ¿Has tenido esa percepción? ¿Has sentido alguna tensión entre tus búsquedas creativas particulares y las necesidades del mercado y de las audiencias en general?

-Creo que he madurado un poco ese punto de vista. Y creo que sí, al final la gente busca en la música un refugio. En algún punto el mensaje es necesario, pero también la gente lo que quiere es vacilar, escaparse del día a día, de lo que agobia y lo que quiere es un mensaje positivo.

Es que son líneas muy delicadas y muy delgadas. Porque un mensaje positivo, dependiendo de cómo lo hagas y lo presentes, puede ser algo súper cursi o cringe. Por ejemplo, a mí me pasa con la canción Mérida. Yo la amo porque para mí representa un mensaje muy bonito, pero la forma en la que la hicimos o la entregamos y desarrollamos la propuesta me da un poquito de cringe. Hoy no haría eso. Y estoy bien con eso, no hay nada malo.

No es fácil dar un mensaje social. Tiene que estar muy bien presentado para que realmente se cuele y no suene a regaño.

-Te he escuchado mucho en diferentes espacios usar este sustantivo y quería pedirte tu definición: ¿qué es un artista?

-Eso se ha distorsionado un poco en mi mente en los últimos años, pero creo que un artista realmente es alguien que logra desnudar su alma a través de alguna expresión y compartirla, porque es la única manera de hacer sentir algo y de despertar una emoción en alguien más. Para mí eso es lo qué es un artista: cuando alguien agarra una guitarra o hace un video o hace un show, un performance, que me vuela la cabeza. Y que te hace sentir cosas, ya sea desde la excelencia de la habilidad, de la perfección de una técnica.

Por ejemplo, vi a Naty Peluso en vivo. Soy fan de Naty Peluso, pero no la escucho todo el tiempo: hay cinco canciones que me encantan de ella; de resto, no me encanta todo. Sin embargo, la veo en vivo y esa tipa tiene un nivel de dominio de su talento, de su escena, de su voz, que quizás no es la artista que más me ha hecho sentir a nivel emocional, pero es una tipa que sorprende: ella está dejando el alma en esa tarima, es una entrega total.

Para ser artista hay que tener una entrega y sacrificar mucho por el arte. Es un amor que tiene que tener ese peso para que realmente puedas estar en una carrera artística. Es muchísima entrega.

Realmente por eso es que yo estudio música y amo la música, porque desde niña es algo que me mueve tanto y me hace sentir tanto.. Rodner Padilla, que es un bajista muy reconocido venezolano, hizo un concierto de jazz en el que ni siquiera tocó canciones de él, eran canciones de Pat Metheny… y ese tipo me despertó, porque yo escuché también mucho Pat Metheny en mi infancia y para mí fue así como un throwback a mí cuando era niña, que me despertó tantas cosas… Ese día decidí: “Yo tengo que lograr esto, yo quiero lograr despertar cosas tan bonitas en la gente”. Y creo que esa es la misión del artista: mantener la humanidad y el corazón.

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