Entrevista UB

María Alejandra Tellis: "Esta generación no es de cristal, es de Tupperware"

"Teach me hard!" es una obra del español Carlos Be cuyo estreno mundial se hizo en Caracas y está en cartelera hasta el domingo 27. María Alejandra Tellis y Carlie Velasco son sus protagonistas. Hablamos con ella sobre las reflexiones en torno a la juventud que plantea la pieza | Por: Ángel Ricardo Gómez

Tellis
Fotos: Jacobo Méndez
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María Alejandra Tellis (1976) da vida a una profesora de inglés que ha cumplido su tiempo de jubilarse y le toca ganar la atención del que será su último alumno. En la obra “Teach me hard!”, que tuvo su estreno mundial en Caracas el 11 de octubre, la actriz interpreta a Pilar, personaje que sirve de excusa para reflexionar sobre algunos aspectos que su prolífico y celebrado autor, el español Carlos Be, deja en el ambiente.

«Teach me hard! de Carlos Be es una crítica mordaz a las diferencias generacionales y los miedos que nos abaten a todos: ¿Qué nos une con las otras generaciones? ¿Qué nos separa? ¿Somos capaces de superar las diferencias que nos separan y conciliar… o todo lo contrario?», así describen la pieza en la web del autor.

De entrada hay que aclarar que las opiniones de María Alejandra Tellis –quien ya ha protagonizado antes otra pieza del dramaturgo español- son como espectadora y no como artista, es decir, que no constituyen un juicio de valor sobre los personajes: “No puedes interpretar a un personaje al cual tú estás juzgando”.

-Dices que sentiste compasión por Pilar… ¿Y el personaje del joven alumno qué te generó?

-Te diría que también sentí compasión por ese muchacho. Los chamos se están criando solos. Ahorita hay una moda que dice “yo quiero darle a mis hijos todo lo que yo no tuve”. Pero la gente no le está dando a sus hijos lo que sí tuvimos: a nuestros padres. Los padres ya no están presentes. Estos quieren darles cosas materiales a sus hijos. Pero no les están dando atención. La seguridad, la estabilidad que produce la atención.

Cuando tu hijo está metido en el celular, ¿tú sabes con quién está hablando? Puede estar hablando con un depredador. O una depredadora. Porque las mujeres también son capaces de violar, golpear, manipular y traficar. Muchos padres no saben con quién están hablando sus hijos. Los chamos se están volviendo adictos a las redes sociales. Se están deshumanizando… Nos estamos perdiendo. El respeto al cuerpo del otro… se han normalizado cosas como el drogar a alguien, el emborracharlo a propósito, para aprovecharse de esta persona.

Cuando estábamos chamos ocurría también, pero ahora se ha vuelto normal. Ves un niño lindo, con cara de ángel pero con muchos problemas. Y los padres escandalizados. Chamos con armas. Y cuando revisan las computadoras después que cometen una masacre, le dicen: “Señora, mire todo lo que tenía su hijo aquí en la computadora”. Y ella no sabía. ¡Chamos que se suicidan en retos! “¿Pero cómo mi hijo se colgó, o cómo se comió eso?”. Señora, señor, en su cuarto, en su computadora, con su wifi maravilloso, y sin supervisión.

-¿Esta es una obra más para los padres que para los chamos?

-A mí en el estreno me impresionó mucho el estado de angustia del público, hay gente que le causó gran impacto. Y no por la violencia, sino por todo, por la historia. Yo siento que sí, que los adultos debemos verla. La gente de mi generación, la gente que tiene hijos. Sobre todo, los docentes, para hacer catarsis.

-No eres madre pero sí has dado clases, ¿qué reflexiones deja esta obra en el pizarrón?

-Todo el peso que le han dejado a los docentes, la poca retribución que hay, que la obra lo dice en algún momento como un chiste malo. Vivimos un infierno. De hecho, una de mis hermanas menores es maestra de educación inicial. Y tengo una amiga que también es docente, daba clases en un liceo. Son dos personas que aman profundamente a sus alumnos. Y ambas coinciden en que es más difícil lidiar con los representantes que con los alumnos. Porque no lo ven. Tú ves un chamo y quieres resolver sus problemas. Pero si tú llamas al representante y no lo ve o no lo quiere ver, entonces es muy difícil.

-Hablabas en la presentación a la prensa de cómo hemos normalizado actuaciones que son incorrectas, como la violación. Hannah Arendt hablaba de la banalización del mal.

-Una cosa que me asusta muchísimo es que ya nada impresiona. Si tú ves constantemente las fotos o los videos de los bombardeos en Medio Oriente. Ves que en la noticia sale que encontraron los restos de una niña de ocho años en varias bolsas de basura, y que se pudo comprobar que fue violada. Cuando tú ves la noticia de que violaron a una muchacha de 16 años, siete hombres, y que a estos los dejaron libres porque los jueces determinaron que en el video que ellos mismos grabaron se veía que ella estaba “disfrutando”. ¿Y sabes por qué dijeron que estaba “disfrutando”? Porque la chama cerró los ojos. Entonces ya nada nos impresiona.

Cuando recibimos tanta violencia, tanta maldad, en proporciones que repugnan, y nos enteramos de que el hijo que estamos criando es un violador, parece una pendejada. Escuchas, “mi hijo la violó, pero no es para tanto”. Empezamos a cualificar la maldad. Entonces nuestros corruptos de siempre ya no son para tanto porque no te están bombardeando. Y el hecho de que quemen el Amazonas tampoco es para tanto “porque ¿quién se murió?” Nos deshumanizamos. Dicen, “el hijo de mi vecino es un violador. Mi hijo pasa 24 horas del día pegado al teléfono. Así que mi hijo no es tan malo”.

-Se percibe en «Teach me hard!» una crítica a lo que se ha llamado la Generación de cristal ¿Tú lo percibes así?

-Yo siento que esta generación no es de cristal, esta generación es de Tupperware. Y lo digo tanto para lo bueno como para lo malo. Una generación que se está enfrentando a todo lo que yo te acabo de describir. Son fuertes, porque ellos se tienen que enfrentar a cosas que ni tú ni yo vivimos a esa edad. Yo no viví acoso a través de las redes sociales. De pronto me hicieron bullying, pero nada como para que me mataran ni me destruyeran emocionalmente, ni me llevaran al suicidio. Ellos están viviendo eso. Hay que ser duros para soportar eso.

Pero también creo que estamos criando a personas sin empatía. Porque están expuestos tan constantemente a la maldad que se están deshumanizando. Ya nada les impresiona. Entonces no creo que sean de cristal. Son jóvenes que son capaces de acosar tan duramente a sus compañeros que ya nada les impresiona. No les impresiona la muerte del otro. Ni siquiera el pensar en su propia muerte.

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-¿Cómo hacer que esa generación de Tupperware, como tú la llamas, venga al teatro?

-Con educación. La gente no quiere venir al teatro. Y no creo que sea un tema de dinero, creo que es un tema de educación. La cuarentena nos hizo mucho daño a los teatreros. Y sobre todo porque le hizo ver a la gente que tienen otras alternativas que para ellos son más cómodas como Netflix. Lo mismo que nos está pasando a nosotros en el teatro le está pasando al cine. A veces creemos que lo más importante es la escenografía, el vestuario, el maquillaje… Lo más importante para hacer teatro es el público. Sin público suspendemos funciones. Sin público no podemos pagarle a los actores, a la directora, al productor. No se recupera la inversión.

-¿Y por qué seguir haciendo teatro cuando la gente no quiere venir a las salas, como tú dices?

-Porque lo amo. Yo digo que si la gente sintiera la mitad del poder que yo siento en escena, me entendería. Es muy divertido construir un personaje, darle voz desde el espacio de mi creación. El poder descubrir al personaje desde el texto, ir escudriñando en su vida, en sus por qué, en sus para qué, en sus dónde… Sentir lo que siente mi personaje es muy poderoso. Poder conmover al público. Amo eso. -Por: Ángel Ricardo Gómez

Teach me hard!

Autor: Carlos Be

Dirección: Jericó Montilla

Actuaciones: María Alejandra Tellis y Charlie Velasco

Producción general: Queiroz Publicidad

Funciones: Viernes 25 de octubre a las 7:30 pm. Sábado 26 y domingo 27, a las 7:00 pm

Espacio Plural de Trasnocho, Las Mercedes

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