Esto es lo que le pide José Rafael Guzmán a Dios: “Dame la paz y no me quites la guerra”. Y guerra ha tenido. Y momentos de tormento que ha sabido aprovechar con ingenio para convertirse realmente en un personaje que suscita el asombro al que persigue constantemente. Bien por él.
Podría decirse que buscando guerra lanzó este tuit el 30 de enero: “¿Queda algún comediante dentro de Venezuela que no tenga NADA que ver con el chavismo?”.
La pregunta era una encuesta que recibió 12.006 votos. 56% por la opción “Sí”. 44% por la opción “No”.
Inteligente como es, debe haber estado plenamente consciente del posible efecto de sus palabras entre sus colegas comediantes que hacen vida y oficio en Venezuela, entre los cuales se cuentan amistades cercanas y amigos de tantos años. Porque la pregunta no es inocente. Da la impresión de que apunta a alguien, pero termina siendo como un disparo de escopeta a distancia: un montón de perdigones volando buscando carne. No matas a nadie, pero puedes herir a muchos.
Algunos se hicieron los locos y lo tomaron a chiste. Otros le habrán respondido algo en privado. O no. Otros no se darán por aludidos. Otros quizás seguirán el ejemplo de Rey Vecchionache y le responderán por sus redes. O no. Alguno lo esperará en la bajadita. O quizás con el paso del tiempo la molestia se disipe. Quién sabe… Eso es asunto de ellos.
Pero en el público que los sigue se dio una discusión que refleja el estado de los prejuicios en el país: eso de etiquetar a cualquiera de enchufado, de conectado con el gobierno. Todo lo nuevo, todo lo que despunte, todo lo que exista con más o menos éxito termina bajo sospecha. Muchas veces con razón y otras tantas sin ella.
Sabemos que hablar paja es muy fácil. Y tuiter es la gran herramienta para eso: te permite decir cualquier cosa sin medir consecuencias, sin tener que demostrar la base de tus señalamientos. Tecleas lo que se te ocurra y ya. Siempre habrá alguien que te haga coro cuando se trata de acusar a otro de enchufado. Así estamos.
Las respuestas al tuit del comediante y hasta la propia encuesta que hizo sirven también para ponernos a pensar en lo que nos está tocando vivir en Venezuela, donde lo realmente jodido es sacar adelante algún emprendimiento del tipo que sea: toda la economía del país está “contaminada” por el dinero que sale o salió del gobierno, por el billete que mueven los enchufados cuando consumen a mano suelta o cuando deciden blanquear lo suyo montando un negocio aquí y otro allá.
La pretensión de “pureza” es una quimera. Casi una necedad. Por un lado u otro, en mayor o menor grado de cercanía, las cosas funcionan así. Es el ecosistema de estos años. Da casi lo mismo si importas Nutella o si produces algo, si fabricas, si vendes un servicio. Es como si pudieras aplicar a todo la teoría aquella de los grados de separación. Algunos estarán plenamente al tanto de la relación, otros la ignoran. Y hay un punto en el que ya te tocará dejar de hacerte preguntas porque no vas a querer conocer las verdaderas respuestas.
Posiblemente sea como que alguien en Tijuana o en Cancún se atormente pensando en qué medida el dinero del narco está pasando o no por sus manos. Una tortura. Y llega un punto en el que nadie quiere torturarse.
Lo dicho, es el ecosistema.
Si vendes joyas, si vendes publicidad, si vendes ron, si vendes ropa, si vendes espectáculo, si vendes comida, ¿cómo podrías lograr mantenerte del todo ajeno a ese dinero que fluye en y desde ciertos círculos de la sociedad venezolana? ¿De verdad te crees tan puro? ¿De verdad puedes jurar por tu honor que nada te tocó alguna vez? ¿Ni siquiera te rozó un poco?
Una cosa diferente es ir y ofrecer tus servicios a personajes claramente identificables: «te construyo tu casa funcionario tal y me pagas en cash, te organizo la fiesta de los tres años de tu nena para 500 invitados». Cosas así. Y aprovechar conexiones para hacer alguna trampa y ganarte un dinero. Eso te hace cómplice de lo que quizás critiques en público.
Pero estás viviendo en un contexto en el que a la par de un nivel de pobreza tremendo, hay un chorro de dinero inyectado en una economía hiperinflacionaria por una gran cantidad de agentes de los que no tienes ni tendrás idea a menos de que te dediques a investigar como si fueras uno de los reporteros de Armando.info.
¿Cómo hace un empresario para mantenerse productivo en este ecosistema turbio? ¿Con quién le toca transar? ¿Por cuántos peajes debe pasar?
Cuando pides un capuchino o compras esas Pringles en el bodegón o firmas esa póliza de seguro, ¿le pediste antes a esas empresas un certificado de pureza?
Quienes vivimos en la periferia de esos grandes negociados no tenemos realmente el alcance para saber quién es quién. Nos toca intuir cuándo decir que no. Y lo único sencillo que nos queda es la facultad de hablar paja sin pleno conocimiento.
Quienes están fuera del país deberían preguntarse: ¿qué estaría haciendo yo si estuviera allá? Y volviendo a José Rafael, ¿dónde estaría presentando sus shows en caso de haberse quedado en Venezuela? ¿Quiénes serían sus patrocinantes?
Los que están aquí deben lidiar con eso a diario. Y muchos de ellos tratan de hacer su trabajo lo mejor que pueden en un contexto plagado de adversidades. Las decisiones terminan siendo un asunto de conciencia. Y cada cual sabrá hasta qué punto logra mantenerla limpia, en paz, en medio de la guerra.