Hubo, el robot que salvará vidas humanas
Hubo se encuentra en fase de investigación, se trata de un alarde de inteligencia artificial
Hubo se encuentra en fase de investigación, se trata de un alarde de inteligencia artificial
En la ciudad surcoreana de Daejeon, el Silicon Valley del megatecnológico país asiático, un grupo de científicos desarrolla el humanoide Hubo, un robot que según pregonan salvará vidas humanas en los próximos años.
Hubo, cuya primera versión ‘nació’ hace doce años, ganó en 2015 el primer premio de robótica concedido por el Departamento de Defensa de Estados Unidos en una competición en la que participaron robots japoneses, italianos e incluso uno estadounidense desarrollado por la Agencia Espacial (NASA).
En esta prueba de elite los robots debían llevar a cabo tareas de manera autónoma (es decir, sin control remoto) como «conducir un vehículo, abrir una puerta con cerradura o superar distintos obstáculos propios de una situación de catástrofe», explicó en una entrevista el ‘padre’ de Hubo, el investigador Oh Joon-oh, de 62 años.
Oh apuntó que este humanoide, de 80 kilogramos y 1,7 metros de altura, está destinado a reemplazar al ser humano en «trabajos muy peligrosos, como accidentes o catástrofes» y su futuro estará relacionado con las fuerzas armadas, los servicios médicos o la lucha antiterrorista: «Aún no ha sido utilizado en este campo, pero podría entrar en él», opinó.
Este robot desarrollado en un desordenado laboratorio con aspecto de taller mecánico en el Instituto Avanzado de Ciencia y Tecnología de Corea del Sur (KAIST, según sus siglas en inglés) es un amasijo de sensores, cables y piezas de metal que destaca frente a otros androides por su agilidad y su sentido del equilibrio.
Hubo, del que se han comercializado 23 unidades aunque aún se encuentra en fase de desarrollo, puede sostener una carga de hasta 20 kilogramos, la cuarta parte de su peso, y tomar de manera autónoma algunas decisiones como, por ejemplo, dilucidar si apartar un obstáculo o pasar por encima de él.
Un alarde de inteligencia artificial sobre el que su creador se muestra cauto: «No creo que la inteligencia artificial pueda superar a la humana. Al menos, no en el tiempo que nos queda de vida. Además, que un coche, por ejemplo, sea más rápido que un ser humano, no significa que sea mejor», opinó.
A su juicio, el futuro de la humanidad estará robotizado, aunque es difícil imaginar de qué manera.
«En la época previa al desarrollo de los ordenadores no imaginábamos que éstos acabarían siendo utilizados para comunicarnos o para ver películas», reflexionó el científico, que apostó por que en los próximos años no habrá humanoides conduciendo vehículos o abriendo la puerta, sino que existirán «puertas que reconocerán si el usuario puede entrar en una casa o coches autoconducidos».
Sin embargo, Oh cree que la deriva del desarrollo tecnológico no satisface en la actualidad las verdaderas necesidades del ser humano y de una sociedad cada vez más envejecida.
«Creo que la tecnología se pondrá al servicio de personas con demencia senil o discapacitados, entre otros grupos, y que se producirá en un futuro cercano un aumento de la demanda de productos robóticos para atender a estos grupos de población», concluyó.
Por ahora, Hubo se encuentra en fase de investigación y, además de este instituto ubicado en Daejeon, centros de Estados Unidos, China y Singapur trabajan con este humanoide, que luce la bandera surcoreana en su brazo de aluminio.
La producción de este autómata, que a diferencia de otros es desmontable y que cuenta con articulaciones -como codos o rodillas- a semejanza de las humanas, cuesta alrededor de medio millón de dólares (unos 455.000 euros).
El reto en el que trabaja ahora el equipo liderado por Oh es convertir a Hubo en un robot más resistente: «Ahora lo más difícil es que al caerse al suelo no se rompa», explicó el ‘padre’ del humanoide cuyo interés por la robótica se disparó al ver a ASIMO, un innovador robot nipón desarrollado por Honda en el año 2000.
Además de los robots, su otra afición es contemplar eclipses, un fenómeno astrológico que le ha llevado a viajar por todo el mundo desde hace veinte años: «Es mi hobby», cuenta este investigador surcoreano con aires de hombre del Renacimiento.