Opinión

Julio Borges, "Histérica”

El domingo 2 de abril, cuando terminaba la semana en la que al chavismo le estalló el autoritarismo en la cara, la reacción inmediata de Maduro fue ponerle rostro al inmenso revés. Y allí estaban los rasgos de Julio Borges, quien había asumido el liderazgo del repudio a las sentencias golpistas del TSJ. El presidente dijo del parlamentario: “Julio Borges está histérica, necesita psiquiatra”

Fotografía: Dagne Cobo Buschbeck
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En algún periódico español calificaron de “insólito” el calificativo que Nicolás Maduro le dijo al presidente del Parlamento, Julio Borges. En Venezuela, en cambio, a nadie le sorprendió. Y no solo porque estamos acostumbrados a la violencia verbal de los dos presidentes “bolivarianos”, a su absoluta inobservancia de las más elementales normas de civilidad y consideración, sino porque lo femenino como insulto es de lo más común entre nosotros.
El domingo 2 de abril, cuando terminaba la semana en la que al chavismo le estalló el autoritarismo en la cara, —porque la oposición y la comunidad internacional respondieron con contundencia inesperada para él a su golpe de Estado a la Asamblea Nacional, usando como instrumento al Tribunal Supremo de Justicia—, la reacción inmediata de Maduro fue ponerle rostro al inmenso revés: el de Julio Borges, quien había asumido el liderazgo del repudio a las sentencias golpistas del TSJ. Contra él la emprendió. Y no ha debido tener demasiados argumentos, puesto que mientras Borges lo señalaba de tirano y destructor de las instituciones, a Maduro lo que se le ocurrió decir fue: “Julio Borges está histérica, necesita psiquiatra, ayer (sábado) estaba histérico, llamando a la calle y se fue para Bogotá de vacaciones, tremendo Julio Borges, tremendo presidente de la República que quiere ser Julio Borges. Vas a llegar a presidente el día del carajo”.

Calificar de “histérica” a un hombre es bastante corriente en Venezuela. Evidencia, naturalmente, la idea de que lo femenino es afrentoso, que lo peor que puede decirse de alguien es que tiene características asociadas a lo mujeril. El chavismo es muy asiduo a esta manifestación de misoginia, pero no tiene la exclusividad. La oposición menos reflexiva, —esa que deplora de las salidas institucionales y que mal oculta su fantasía de un nuevo militar golpista que venga a salvarnos del antiguo militar golpista—, es dada a ofender a los militares diciendo que usan pantaletas. Por ahí circula un montaje fotográfico donde al portón de Fuerte Tiuna le añadieron una cartelón trucado que pone: El Palacio del Blúmer. Esto es, si usas pantaletas, eres cobarde, blandengue y mereces el escarnio.
El uso de una categoría técnica, cual es la histeria, como denuesto vulgar es muestra de ignorancia e insensibilidad, especialmente graves en un presidente bajo cuyo mandato la salud pública ha descendido a un desastre solo comparable al que registraba Venezuela al término de la guerra de independencia. Maduro es consciente de que está apelando a una dolencia mental para usarla como improperio, prueba de ello es que a renglón seguido afirma que Julio Borges “necesita psiquiatra”. La verdad es que muchos venezolanos necesitan atención siquiátrica. Tienen derecho a ella, consagrada en la Constitución. Y no la tienen, carencia que produce mucho sufrimiento y horas de trabajo perdidas. Lo mismo se aplica a la dramática falta de medicinas, crimen de lesa humanidad que se acredita a Nicolás Maduro, quien parece olvidar que Hugo Chávez, su tótem, contó con atención siquiátrica cuando la buscó. El siquiatra Edmundo Chirinos divulgó, sin ser desmentido, que Chávez y su esposa de entonces, Marisabel Rodríguez, habían sido sus pacientes por separado.
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En el mismo párrafo, proferido en su programa de televisión, que transmite Venezolana de Televisión (VTV), una propiedad nacional, Maduro dijo que Borges había llamado a una protesta y se había ido “para Bogotá de vacaciones”. Mintió descaradamente. Prueba de ello es que Borges se contó entre los diputados agredidos por los colectivos, la Guardia Nacional Bolivariana (GNB) y la Policía Nacional (PN).
Hasta aquí, en dos líneas, Maduro se había mostrado ultrajante a lo femenino, cruel con los pacientes siquiátricos, —que él ha condenado al hambre, cuando están internados, y al abismo, cuando dependen de medicación— y embustero. Pero lo peor viene en las próximas dos líneas, cuando Maduro vocifera, también en seña de oprobio: “tremendo presidente de la República que quiere ser Julio Borges”, como si eso fuese evidencia de una aspiración criminal. Si Julio Borges o cualquier otro ciudadano que cumpla con los requisitos de ley —entre ellos, ser venezolano por nacimiento— quiere serlo, no solo está en su derecho sino que está asistido por un derecho consagrado en la Constitución Nacional.
Para rematar el renglón, necesitado de un giro soez que en sus fantasías le aporta el carácter que dista de proyectar, añadió: “Vas a llegar a presidente el día del carajo”. Aquí me veo obligada a hacerle una precisión al presidente: el día del carajo para que alguien fuera presidente llegó en Venezuela cuando un cuadro mediocre, sin formación ni más méritos que ser obediente del régimen cubano, llegó a la presidencia porque un moribundo lo ungió con su voluntad antidemocrática. La próxima persona que ocupe esa alta responsabilidad será alguien que, por lo menos, se gane la oportunidad compitiendo con sus pares en el seno de su partido político.]]>

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