Salud

Morir enfermo esperando un peñero, el calvario de Araya

La falta de una lancha ambulancia, que dejó de funcionar hace dos años, pone en estado de indefensión a los habitantes del municipio Cruz Salmerón Acosta del estado Sucre, quienes reclaman el servicio y denuncian la muerte de pacientes en espera de ser trasladados de emergencia a Cumaná

Fotografías: Cortesía
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Era una mujer de 55 años de edad y murió la madrugada del 8 de julio de 2019 a causa de un infarto. Su corazón dejó de latir cuando ella todavía esperaba una lancha que la llevara desde las costas de Araya al hospital de Cumaná, donde esperaba recibir la atención médica que no pudieron darle en el centro sanitario de la península del estado Sucre.Araya-cita5

Dominga Ramos, conocida en su pueblo como “La negra”, ingresó al hospital Virgen del Valle del municipio peninsular Cruz Salmerón Acosta pasadas las 10 de la noche de ese 7 de julio, con la tensión alta, dificultad para respirar y dolores en una pierna y brazo. Murió a la una de la madrugada del día siguiente por una complicación cardíaca, luego de que médicos de guardia decidieran que sería mejor llevarla al principal centro sanitario en la capital del estado, tras determinar que su estado era crítico y no contar con insumos para darte una atención médica óptima. El traslado nunca se concretó: no había lancha para ello.

Dominga fue la quinta víctima en un lapso de dos meses por la misma razón. Otras cuatro personas perecieron en circunstancias similares entre junio y julio de este año. Murieron a la espera de un traslado marítimo pues en la península, a 25 minutos por mar de la capital de la entidad, los problemas de transporte incluyen la falta de una lancha ambulancia. El único vehículo se dañó dos años atrás y se mantiene fuera de servicio a pesar de reiteradas promesas gubernamentales.Araya-cita4

De la muerte de esos cinco pacientes entre los meses de junio y julio de 2019 dan cuenta dos médicos del Hospital Virgen del Valle en Araya. Todos certifican las historias solicitando resguardar sus propias identidades por temor a represalias de la administración del centro sanitario, en manos de una directiva oficialista. Varios trabajadores del recinto se suman al relato, con la misma condición.

Cuentan que una de las víctimas fatales del mes de julio fue una mujer que acababa de dar a luz y fue trasladada consecutivamente a dos centros ambulatorios en los poblados de El Guamache y Manicuare. “Fue peloteada y lo único que se consiguió para trasladarla a Cumaná fue un bote destapado donde hasta se golpeó en el viaje. Llegó en estado crítico al Hospital Universitario Antonio Patricio de Alcalá, donde falleció”, relata un trabajador sanitario de Araya.

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Las condiciones en las que viajan los pacientes desde la península hasta la capital de Sucre, al extremo oriental de Venezuela, ocasionan que empeore su salud. Un médico que también realiza consultas de medicina general en el poblado, afirma que los peñeros que funcionan como transporte público están en malas condiciones y representan un peligro para los pacientes. “El lunes 8 de julio viajaba desde Araya a Cumaná y en el bote, que estaba todo destartalado, iban tres pacientes en estado crítico, mareados y vomitando. Por el mal estado de la embarcación, el viaje duró una hora, cuando en realidad no debió tardar más de 25 minutos”, afirma.

La falta de una lancha ambulancia es una situación que pone en alerta a los pobladores de la península. Dos años sin contar con este servicio ha generado malestar y protestas. Una de ellas ocurrió en el mes de enero de 2019. El dirigente social Jesús Marcano detalla que en esa oportunidad los habitantes de Araya cerraron el pueblo para reclamar la activación de la embarcación, varada desde 2017. La protesta cesó luego de que el alcalde y dirigente de la Juventud del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), Jonny Acosta, prometió reparar la embarcación y ponerla a disposición de los pacientes en un lapso de quince días. “Nos dijo que le pondrían dos motores provenientes de Pdvsa en Güiria”, recuerda Marcano. Han pasado más de seis meses, y la lancha sigue sin navegar.

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En julio, el alcalde Acosta desestimó las denuncias del personal sanitario y la comunidad. Aseguró que las cinco muertes no ocurrieron en espera de un traslado desde la península hasta Cumaná y que los ciudadanos cuentan con el servicio de transporte marítimo de la organización de salvamento Guardianes del Golfo. “Ellos hacen todos los traslados, tengo listas de pacientes que ellos han transportado, la lancha ambulancia no está lista y eso debemos admitirlo, pero a la comunidad se le presta el servicio de transporte para emergencias de manera constante”, afirmó entonces.

El del PSUV incluso rechazó que la muerte de Dominga Ramos ocurriera por falta de transporte. “El parte médico no dice que murió por no haber sido trasladada a Cumaná, murió por un infarto”. Agregó que los centros de salud de Cruz Salmerón Acosta habían recibido dotación de insumos por aquellos días.

No obstante, las aseveraciones de Acosta la contradicen médicos y ciudadanos. “La doctora que atendió a la señora Dominga determinó que su estado era grave y se requería el traslado. Llamamos a la lancha de emergencia y nunca llegó. La señora murió en la emergencia del Hospital Virgen del Valle”, recuerda un trabajador del lugar.

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El cautiverio de Araya

La capital de la península es, quizás, una de las zonas en la entidad en la que la crisis y la precariedad en materia de servicios públicos ha golpeado con mayor contundencia e inclemencia a sus habitantes. Ellos han llegado a describirse como “almas en pena” que cargan las cruces más pesadas, tras gestiones gubernamentales de tendencia oficialista cuyos resultados se traducen en desidia.

La falta de transporte, incluyendo los traslados de emergencia en materia de salud, solo es una arista de la realidad que viven los pobladores de Araya. A menudo se enfrentan con la falta de comida y medicinas en establecimientos comerciales, así como la casi nula posibilidad de pagar bienes y servicios a través de pagos electrónicos debido a las fallas prolongadas de Internet, situación que también ocasiona que las pocas sedes bancarias de la localidad están inoperativas de manera frecuente. El efectivo casi no se ve.

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“Estar aquí es un calvario, es como una cruz, Se va la luz a cada rato, muchas comunidades no tienen acceso al agua potable y la poca comida que hay no se puede comprar porque no hay cómo”, relata Mary Carmen Salazar, una mujer que limpia casas para vivir y reside en Araya desde que nació, hace 36 años. Ella recuerda la época en la que el poblado costero era un sitio agradable para vivir. “Antes había turistas y visitantes todo el tiempo, esto era un pueblo alegre y podíamos ir a Cumaná a cada rato. Ahorita el pasaje en tapaíto (embarcaciones de transporte público con techo) es impagable”.

Salazar ahonda su pesar y teme que el final de Dominga le llegue a otros. “Estamos en un cautiverio, no nos podemos enfermar porque no hay cómo atenderse ni salir de aquí, no podemos comer bien porque no hay cómo comprar comida, y cuando no hay luz, estamos presos en la oscuridad pero a la orilla del mar”.

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