Pride

5 detallitos de ser transgénero

¿Es costoso? ¿Cómo haces con los baños públicos? ¿Qué cambia en tu cabeza, en tus gustos, en tus zonas erógenas? Isa Saturno abrió en UB la puerta de un tema que debería ser de interés para todos: vamos a entendernos, vamos a aclarar ideas erróneas y mitos. Y ha decidido continuar compartiendo su experiencia de transición

transgénero
TEXTO: ISA SATURNO @PETIPUASATURNO FOTOS: Bárbara Matehu @barbaramatehu
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Es mucho lo que hace falta saber, pero comencemos por estos 5 «detalles»…

1. El tratamiento

Mucha gente piensa que ser transgénero es caro. Tanto que, cada vez que digo que estoy en un tratamiento “de cambio de sexo”, creen que soy millonario. Quizás esta teoría viene de ese mito urbano de los noventa cuando las mujeres y hombres transgénero viajaban a Tailandia a operarse. Y claro, se necesita dinero para ir a Tailandia a operarse.

Más que de plata, hacer la transición es un asunto de protección. Ya sea desde los gobiernos, ONG’s, fundaciones, médicos aliados a la causa, empresas aseguradoras que han entendido el nicho… los transgéneros necesitamos apoyo. Randy, por el artículo anterior, me escribió para decirme que tiene dos años sin tomar testosterona por la escasez de medicamentos en Venezuela. Shu, por otra parte, me contó que emigró a Colombia y después de un año de trámites tiene un seguro privado que le garantiza las inyecciones. En mi caso tengo un doble aliado: una aseguradora y un centro de salud comunitario que atiende específicamente nuestras necesidades.

Como mucho en esta vida, todo depende de la suerte. Todo está atado al lugar donde naciste. Lamentablemente todavía hay unas cuantas barreras que derribar para que transicionar no se cuestione como algo necesario o no, útil o no para las sociedades, sino que se maneje como un tema de dignidad.

Un detallito, la dignidad.

2. Los baños públicos

Cuando entras al de los hombres, no entienden qué eres. Cuando entras al de las mujeres, las asustas. Hasta los momentos no he encontrado la manera de hacer pipí en paz. A veces espero que la gente se vaya para salir del cubículo y debo confesar que en ocasiones ni me lavo las manos.

Antes de comenzar la transición leí millones de testimonios de otros transgéneros, visité foros en Reddit, vi videos en YouTube… y siempre pensé que exageraban con este asunto. Hasta que me tocó una señora que me pidió perdón por haberse confundido de baño -pensaba que estaba en el de hombres- y luego volvió riéndose diciendo “es que no te vi bien”. Nada malo con la señora, la quiero mucho. No tiene por qué saber nada sobre mí, pero allí entendí que esto iba más allá de una poceta.

¿Qué hacer? Ni idea. Los baños sin género (o familiares) existen en ciertos lugares y siempre que encuentro uno lo agradezco, pero no abundan. Lo cierto es que pareciera que los baños públicos representan la punta del iceberg de algo mucho más complejo. Muchísimo más complejo.

3. Disforia

Uno siempre se topa con el mismo necio diciendo que la transexualidad es una enfermedad mental. O apela a la biología, la que estudió en 8vo grado “A”, para decir cualquier barbaridad. Y bueno, no es que el necio tenga razón, pero algunos transgéneros sufrimos de un trastorno de ansiedad y depresión catalogado como “disforia de género”. (Ojo, nada que alguien con la nariz grande no pueda experimentar también en una escala similar).

La disforia de género es eso que se refleja en estas frases:

– No soy yo cuando me veo al espejo.
– Es que mi cuerpo no me representa.
– Esta camisa me quedaría mejor si fuera hombre.
– Es que yo soy más cerebro que cuerpo.

Esa última es mía y por mucho tiempo la llevé como un punto de honor y no como parte de mi disforia, que se puede manifestar como una inconformidad obvia y literal (“quisiera tener un pene”) o como algo más vago, a veces imperceptible. No se trata solo de estar atrapado en otro cuerpo, sino de nunca estar en paz con el cuerpo que se tiene.

La disforia de género es un detallito bien maldito de ser transgénero.

4. Los nuevos gustos

Uno de los efectos no tan evidentes (pelo, clítoris gigante, voz…) de la testosterona es que ocurre una reconfiguración del placer. Tus zonas erógenas se mueven, se mudan de lugar, agarran sus corotos y desaparecen. Mis pezones por ejemplo, esos bellos receptores creados por los dioses, desaparecieron como una de estas zonas. Esto hace que te provoquen otras cosas, incluso otras cosas inesperadas.

Quisiera extenderme más en este detalle, pero estoy en una fase de descubrimiento que no me permite dar con ninguna afirmación que pueda perdurar en el tiempo. Lo que puedo decir es que he explorado una pornografía (legal, cuidado aquí) que en situaciones normales me parecería bastante avergonzante.

En pocas palabras estoy viviendo una segunda adolescencia, con todo y sus “aberraciones”.

(Fotos: Bárbara Matehu @barbaramatehu)

5. El mundo que nos rodea

Ningún transgénero se parece a otro, como en la vida misma nadie se parece a nadie. Hay tanta diversidad como en un ecosistema cualquiera. Esto quiere decir que hay hombres transgéneros que querrán que los traten con ciertos pronombres; otros que nunca se harán ninguna cirugía pero que se dejarán crecer la barba; aquellos que preferirán mantener su nombre original, o llamarse Carlos; o ser punketos; o maquillarse y seguir usando pantaletas; también estarán los que aprenderán lo peor de la masculinidad.

Algunos pasarán de ser lesbianas acérrimas (“ni de vaina con un hombre”) a ser hombres transgéneros homosexuales.

Y aquí es donde le pido paciencia al lector.

Así como cuando preguntas cómo quiere el café alguien, puedes preguntar cómo el otro quiere ser tratado. No es tan difícil si te atreves a dar el paso. Estoy seguro de que tú también tendrás tus cosas que contar una vez que el hielo del prejuicio se haya roto. Como todo, este detallito de convivir queda de parte y parte.

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