Salud

Dializados en carrera contra el tiempo, los apagones y la falta de agua

El estridente sonido de la planta eléctrica pisaba las palabras de las señoras, quienes, como de seguro fueron enseñadas en sus casas, hablaban en un tono moderado. El escándalo es un precio ínfimo –insignificante- a cambio de la vida de sus seres queridos. Gracias a un generador cedido por un particular, la Unidad de Hemodiálisis Riverside, ubicada en Bello Campo, en Caracas, retomó sus actividades el martes 26 de marzo, luego de tres días sin operar por el apagón que afectó, por segunda vez en menos de un mes, a casi toda Venezuela.

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TEXTO | María José Montilla y Gabriela González | FOTO: El Estímulo | María José Montilla

Cilia esperaba a las afueras de la quinta a su madre, una señora de 86 años, que necesita diálisis tres veces por semana. Alzando la voz tan solo lo suficiente, reclamó la necesidad de que la institución contara con un motor propio «que les permita resolver» en estos tiempos de incertidumbre. «Yo creo necesario que siempre que las personas vengan, sepan que van a salir dializadas».

El día anterior, la ausencia de luz había impedido el desarrollo de las actividades de la clínica, y el sábado -dos días antes- había sido un problema con las máquinas y los insumos. Los tratamientos se fueron acumulando y la jornada de esa tarde se vislumbraba interminable.

 “De hecho, a muchos de los doctores y enfermeros que viven lejos el Seguro Social prometió llevarlos esta noche porque vamos a salir un poco tarde. Como había tantos pacientes tuvimos que meter a los del fin de semana y los del lunes”, comentó Gladys*, médico del lugar, quien insistió en la importancia de su anonimato.

La especialista se cuida las espaldas porque el recinto médico, a pesar de ser un centro privado, es subsidiado por Instituto Venezolano de los Seguros Sociales (IVSS), manejado por el gobierno de Nicolás Maduro. Resaltó que el seguro sí está pendiente de los aparatos y que siempre les «echan un ojo». Se aseguró de dejar constancia de que no es ninguna malagradecida, pero de vez en cuando la simple exposición de la realidad, sin necesariamente emitir un juicio de valor, basta para dar cuenta de que las condiciones no son óptimas para tan delicada labor. No obstante, no olvida lanzar una advertencia a sus pacientes:

“Uno siempre les dice a ellos: ‘dialícense y cuídense’. Cuando ellos se van, unos les dice ‘cuídense como si mañana no hubiese luz’, porque uno no sabe…Y no solo por lo que está pasando ahora, sino que de repente no hay agua. Que ha pasado mucho. Y uno pide ayuda con las cisternas y a veces llegan a tiempo; a veces, no”.

Riverside atiende alrededor de 160 pacientes, y cuenta con 53 máquinas, de las cuales solo sirven 29. Existen dos turnos: los que van lunes, miércoles y viernes; y los que van martes, jueves y sábado. Cada día, se divide en tres lotes: 6 am, 11 am, y 3:30 pm. Pero, a raíz de los problemas de agua y luz, este cronograma se ha desvirtuado por completo y, con la creciente lista de espera, el tiempo de diálisis se ha reducido a tan solo dos horas y media cuando el mínimo debería durar, al menos, una hora más. Al momento de la primera visita de El Estímulo, había 38 personas ingresadas para tratamiento.

Centro de Diálisis Riverside Planta Eléctrica

Pura bulla

Apenas 16 horas transcurrieron entre la primera y la segunda visita de El Estímulo a Riverside. El panorama era desolador. El miércoles, 27 de marzo, el centro asistencial estaba en silencio. La planta eléctrica que lo mantenía funcionando fue trasladada a otro hospital y, para los que aún aguardaban en cola desde el viernes, la esperanza de dializarse se diluyó.

El agua también empezaba a escasear, y un fuerte hedor a orina llenaba todo el espacio.

Raúl Ovando tiene 64 años. Durante la última década se ha estado dializando en Bello Campo. Desde el lunes estaba intentando cumplir con su terapia, pero no había tenido éxito. El mismo calvario vivía Yetzenia, quien cumplía dos años en tratamiento. La zona de sus ojos, que normalmente debería ser blanca, se muestra amarillenta. Pero más allá de los signos obvios de su afección, su mirada evidencia un profundo pesar. “Me siento mal. Estoy cansada, agotada de esto pero, además, ya estoy sin fuerza”, confiesa en voz baja.

En el pasado apagón del 7 de marzo, Francisco Valencia, director de la organización Codevida, informaba que habían fallecido 15 pacientes por insuficiencia renal, la mayoría en el estado Zulia.

En Venezuela, según Valencia, existen 129 unidades de diálisis para atender a cerca de 10 mil pacientes con insuficiencia renal. De ese número, 95% de las unidades estaban paralizadas por la falta del servicio eléctrico en ese momento.

“No tenemos tiempo”

Irse a otro lado tampoco es una opción. A los pacientes renales no los reciben en otros sitios porque para ello necesitan de un examen  «al día» de serología -estudio que permite comprobar la presencia de anticuerpos en la sangre-, para el cual no hay reactivos. De hecho, en el centro se encontraban tres personas que fueron rechazadas en el Hospital Domingo Luciani.

Yetzenia explicó que no sólo es la acumulación de líquidos sino las toxinas que deben eliminar del cuerpo. “El problema de esto es que nosotros no tenemos tiempo. Esto es algo de vida o muerte. Necesitamos una solución ya. De inmediato”.

Dos días antes, la directora del área de nefrología del Seguro Social acudió para asegurar que los problemas se solucionarían y le pidió a los ingresados mantenerse en el lugar. Sin embargo, más allá de la fugaz planta, a la fecha, solo se solventó la escasez de agua con un camión que rinde, a duras penas, un día y medio.

A pesar todas estas faltas, la Unidad de Hemodiálisis Riverside resulta ser una de las más privilegiadas en cuanto insumos y dispositivos operantes en todo el país. Pero, sin electricidad, es una estructura inútil, como muchas otras en Venezuela.

Centro Hemodiálisis Riverside

(*)El nombre ha sido cambiado por solicitud del entrevistado

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