Recientemente una noticia ha captado la atención nacional e internacional: la identificación de un caso de poliomielitis en Venezuela, una enfermedad que muchos pensaban que estaba erradicada en la región.
El descubrimiento, aparentemente hecho en mayo de este año, ha suscitado diversas reacciones en la comunidad médica y en la sociedad en general, y ha puesto de relieve la importancia de la vigilancia epidemiológica y la vacunación.
En esta entrevista con El Estímulo, el médico Alejandro Crespo-Freytes, pediatra venezolano y presidente de la filial Aragua del Instituto Venezolano de Puericultura y Pediatría, explora algunos detalles de este hallazgo, las implicaciones para la salud pública y las medidas necesarias para prevenir futuros casos.
—¿Cuán peligroso resulta este diagnóstico de poliomielitis que creíamos erradicada?
—Lo primero que es necesario decir es que la gente no debe alarmarse. El virus de la polio salvaje no existe en Venezuela desde 1989, cuando se descubrió un caso en Guárico. Desde entonces no se han reportado casos de polio salvaje. (Según la OPS, Organización Panamericana de la Salud, “hay tres tipos salvajes de poliovirus, los tipos 1, 2 y 3, y sólo hay dos países donde el tipo 1 sigue siendo endémico: Afganistán y Pakistán)”.
—¿Cómo se enteraron del caso?
—El caso lo conocimos por el boletín que publica semanalmente la OMS (Organización Mundial de la Salud) que daba cuenta de que la semana pasada se descubrió en Venezuela un virus de polio de tipo III derivado de la vacuna de Sabin. Sin embargo, el Ministerio de Salud no ha emitido ni declaración ni comunicado.
—Si no es polio salvaje, ¿de qué tipo de polio se trata?
—Es un tipo de polio transmitido por la vacuna de virus vivo. Existen dos tipos de vacunas para la poliomielitis, la Salk y la Sabin. La primera es inyectada y en ella el virus está inactivo y no produce problemas. En la segunda, la Sabin, el virus está activo, pero atenuado, y la vacuna es oral. En Venezuela, desde 2016 se utilizan las dos vacunas. Las primeras dos dosis son de la Salk (inyectadas) a los dos y cuatro meses de vida y las siguientes tres son de la Sabin, orales, a los seis meses, al año y medio y a los cinco años.
Uno de los problemas de la vacuna oral (que es una vacuna muy buena) es que como el virus está vivo, uno de cada dos millones y medio de casos puede llegar a producir la enfermedad, especialmente en lugares donde la infraestructura sanitaria es muy mala y las coberturas de esta vacuna son muy bajas. Esta combinación de factores, por desgracia, sucede en Venezuela, porque el virus se transmite de manera fecal a oral (alimentos sucios, agua sucia, contaminados por las heces). Entonces, estos casos, derivados de la vacuna, pueden ocurrir debido nuestras pésimas condiciones sanitarias. Nosotros hicimos una investigación hace cuatro o cinco años aquí en Maracay, que es una zona urbana y está en el centro del país, y arrojó que el 75% de las personas no tenía lo que llamamos “agua clara o agua blanca”, la que debería llegar por tuberías todos los días a las casas. Y esto sucede en la quinta ciudad más importante del país… Así estamos.
—¿Qué implicaciones tiene este caso para la salud pública en Venezuela y en la región?
—Con las tasas de vacunación también hay problemas. La meta de la vacunación debería ser que el 95% de los niños de un año deberían haber recibido tres dosis de la vacuna. En Venezuela, ese número es 62% de cobertura actual, cuando el promedio en América es superior al 80%.
—¿Pero eso sucede porque las mamás no los llevan a vacunar o porque no hay vacunas?
—Es una combinación de ambos factores. En los últimos 10 años, Venezuela tenía un promedio de compra de vacunas (no de jeringas y agujas, solo de vacunas) de unos 35 millones de dólares y desde el 2021 se invierten sólo 10 millones de dólares en esa compra. El 75% de ese monto lo ponen organismos internacionales: Unicef, OPS, OMS, Rotary Internacional… Y el resto lo pone el Estado venezolano. Entonces, pasamos de 35 millones de dólares a menos de 10 y apenas el 25% lo pone el Estado venezolano. Otro factor es que debido al miedo por el Covid-19, la gente no se acerca a los ambulatorios. También -y por razones equivocadas (por las críticas a las vacunas contra el COVID)- empezaron a desarrollar miedo a otras vacunas. Y mientras los otros países después de la pandemia empezaron a repuntar en sus tasas de vacunación, Venezuela no ha logrado salir de ese bajón que empezó en 2014 con la escasez de vacunas.
¿Por qué la gente no acude? Antes, era mucho más fácil ir a vacunarse, porque los ambulatorios tenían vacunas y tenían neveras. Hoy se les va la luz, entonces no tienen cómo sostener las vacunas a la temperatura adecuada, que es de 2 a 8 grados Celsius, y si no tienen planta o generador de electricidad, se pierden las vacunas. En la Venezuela rural, sobre todo, es casi imposible tener vacunas. Antes, los médicos y las enfermeras hacíamos lo que se llamaban “penetraciones rurales”, donde llevábamos cavas llenas de vacunas. Pero hoy tenemos los médicos y las enfermeras peor pagados del continente, ya no hay rústicos para penetrar las zonas difíciles de los campos, y si se consigue alguno, no tiene repuestos, ni gasolina. En fin, ya es casi imposible acercarles las vacunas a las personas de las zonas rurales. Este año fuimos -por una iniciativa privada- a las comunidades indígenas del Cinaruco en el estado Apure, y nos conseguimos con niños de 5 y hasta 7 años que no tenían ni una sola dosis de la vacuna del polio.
—A estas alturas, ¿no se sabe dónde está el niño (o la niña) que tiene polio? ¿Se tomaron medidas inmediatas una vez que se confirmó el diagnóstico?
—Eso que preguntas es importantísimo. No sabemos ni dónde está, ni qué edad tiene, ni en qué estado de recuperación se encuentra. Lo que sabemos es por dos comunicados, uno de la Academia de la Medicina y otro de la Sociedad Venezolana de Infectología. El caso se conoció en mayo y nos enteramos en octubre por el boletín de la polio de la OMS. El boletín epidemiológico venezolano que debería salir todas las semanas, la última vez que salió fue en 2016. Esto significa que tenemos casi 400 semanas que un boletín epidemiológico que debería salir todas las semanas, no sale.
—¿Cómo ha respondido la comunidad médica y las autoridades de salud ante este descubrimiento?
—Si lo hubiéramos sabido a tiempo, hubiéramos hecho lo que estamos haciendo tú y yo ahora: calmar a la gente, infundirles confianza en las vacunas, instarlos a que lleven a sus niños a vacunar, porque las vacunas son seguras, efectivas, salvan millones de vidas y la mejor inversión en salud que puede hacerse. Cada dólar invertido en vacunas puede regresar hasta $16 en evitar la enfermedad y hasta $44 a lo largo de la vida de la persona que no la contrajo.
—¿Esa polio producto de la vacuna es contagiosa?
No, porque esa polio reportada no es salvaje, sino derivada de las malas condiciones sanitarias y la baja cobertura de vacunas. En Venezuela seguimos libres de polio.