Dictadura cubana le apaga el ritmo al reguetón
Un decreto que obliga a los artistas a profesionalizarse y vincularse con el Ministerio de Cultura levantó polémica en Cuba: de aplicarse en otros tiempos hubiera jubilado de la música a Benny Moré
Un decreto que obliga a los artistas a profesionalizarse y vincularse con el Ministerio de Cultura levantó polémica en Cuba: de aplicarse en otros tiempos hubiera jubilado de la música a Benny Moré
Concebido para «proteger la cultura» y sancionar el uso de lenguaje sexista o vulgar, el decreto 349 apuntó al reguetón de mala factura, un ritmo creciente en la isla. Aunque también condena el «intrusismo profesional», en un país con talentos de conservatorio pero donde abunda la espontaneidad artística, con músicos «de oído», que brotan en La Habana Vieja tocando por propinas de turistas y bautizados como «soperos» (trabajan por la sopa).
La norma además otorga a inspectores la capacidad de veredicto y ha sido calificada por artistas, incluso simpatizantes del gobierno, como «incompleta», «nebulosa» u «oscura». Los más radicales lo tildaron de «decreto mordaza», cuando la nueva Constitución, que se someterá a referendo el 24 de febrero, consagra la creación artística como «libre».
«Creo que en el contexto de la Cuba actual, y más con la Constitución (…) no hay espacio para que un decreto tenga lagunas y tenga espacios dudosos y tenga nubes o nebulosas, o deje incertidumbre», dijo el popular cantautor Tony Ávila, de 47 años.
El propio presidente Miguel Díaz-Canel admitió recientemente que el tema «debió ser más discutido y mejor explicado». Él firmó el decreto el 20 de abril, un día después de sustituir a Raúl Castro en la presidencia de Cuba.
Al tren de la polémica, pública o en cenáculos, se subieron muchos y con variadas intenciones, hasta el punto que el gobernante vislumbró en algunos casos la mano oculta de los enemigos de la isla que buscan «confundir, dividir, desanimar y desmovilizar».
«Lo vamos a aplicar de manera progresiva en la medida que vayamos alcanzando ese consenso», dijo el ministro de Cultura, Alpidio Alonso, el 6 de diciembre, víspera de su entrada en vigor. La nueva norma, que reemplaza una de 1997, prevé también sanciones para el que viole límites «de sonidos y ruidos», use irrespetuosamente símbolos patrios o mantenga «conductas violatorias de las normas y disposiciones vigentes en materia de política cultural».
La política cultural fue trazada por el líder Fidel Castro (1926-2016) en 1961 y se sintetiza en: «Dentro de la revolución, todo; contra la revolución, nada». Cuba desarrolló en los últimos años una vigorosa producción de videos musicales transmitidos por televisión, y tienen su clímax en el premio nacional Lucas.
El gran premio 2018 de Lucas fue para «Mi Casa.cu», donde Tony Ávila habla de las remodelaciones que hará en su vivienda, en clara referencia a los cambios en la isla, que se prepara para reconocer a la actividad privada en su economía socialista. «Creo que está bien que intentemos retornar a un civismo», pero el decreto «queda un poco incompleto en la forma en que lo plantea», considera Tony.
Por su parte, el realizador Joseph Ros (29) opina que «cuando se habla de cosas tan subjetivas es muy difícil y creo que es pretencioso plasmarlas en un decreto ley».
Escoltado por unas 40 estatuillas Lucas que ha ganado por sus videos, agrega que «es un decreto que pretende algo que es muy difícil de controlar y depende mucho del recuro humano. De la persona (inspector) que al final implemente esas medidas», dice.
Ávila y Ros llegaron al arte por vías autodidactas. Ambos citan a Benny Moré (1919-63) «el sonero mayor», que era un músico empírico. «Si recorremos la isla ahora mismo vamos a ver que la mayoría de los músicos son músicos empíricos», dice Ávila en referencia a quienes, como ellos, han aprendido por su cuenta, sin asistir a una escuela de arte ni recibir un diploma.
«Darle la espalda a ese talento empírico no tiene ningún sentido, así que el término ‘intrusismo’ se queda en un espacio que no tiene contacto con la realidad», añade Ros. El 349 enfatiza que la difusión o comercialización del producto artístico debe ser a través de «la institución cultural a que corresponda».
«No vamos a renunciar al trabajo de las instituciones», subrayó el ministro Alonso en la televisión. «No las vamos a privatizar, el papel de las instituciones es central dentro del programa cultural de la revolución».
Con respecto a los nuevos espacios privados (galerías, restaurantes, bares), «seguimos estudiando alternativas de política para nosotros relacionarnos desde las instituciones». Pero Ros considera que «están de sobra los ejemplos de los artistas que fuera de las instituciones han empezado la carrera de manera independiente y luego han logrado resultados importantes tanto en la música como el cine».