Las provincias también se han visto afectadas, aunque en menor medida, por la expansión del Covid-19 en España. Carmen Alegría vive y trabaja en Plasencia, un pueblo al norte de Extremadura, a dos horas de Madrid. Allí ejerce como sanitaria en el área de urgencias del Punto de Atención Continuada (PAC) de Plasencia Norte. Y allí mismo, haciendo su trabajo, un paciente desesperado la escupió en la cara.
Fue un accidente, pero el hombre, recién llegado de Madrid, tenía los síntomas del Covid-19.
Carmen Alegría tiene 55 años y es licenciada en Medicina y Cirugía por la Universidad de Salamanca y es especialista en Medicina Familiar y Comunitaria. En esa casa obtuvo el título en Medicina de Urgencias y Emergencias. En este servicio se ha desempeñado por 29 años de su carrera.
Desde hace 12 días permanece en confinamiento en su domicilio: fue diagnosticada con Covid-19.
El protocolo humano
Si un paciente se presenta en el PAC de Plasencia Norte con síntomas leves podría irse a casa, recibir dos llamadas al día durante un aislamiento y, en caso de señal de alarma, ser trasladado al Hospital de Plasencia en una ambulancia, con los controles requeridos para evitar la infección. Se deben ingresar por una entrada distinta al resto de las urgencias y aislarse. Este era el protocolo médico, pero el humano también existe.
La jornada de guardia de la doctora Carmen Alegría es de 34 horas. Además de medidas sanitarias, recuerda cómo debía calmar la angustia de los pacientes a la espera de confirmar si el resultado daba positivo para Covid-19. En especial, ahora hace seguimiento a casos de personas que permanecen en la Unidad de Cuidados Intensivos, evaluados por ella a su ingreso por sospechas de contagio: “Sabía que ellos se iban a complicar, espero y confío en que mejoren”.
Y llegó la ola del Covid-19
En el PAC de Plasencia Norte atendían a diario, antes del brote, entre 100 y 200 pacientes. La doctora Alegría explicó que no seguían un control riguroso de quienes presentaban enfermedades respiratorias al principio. Los últimos días, antes de irse de cuarentena, ella sola veía a 100 pacientes al día con estos problemas, pero con confirmación de Coronavirus lograba atender a 15 ó 20.
La alarma comenzó cuando las cifras en Madrid se dispararon. En ese momento, los sanitarios del PAC de Plasencia Norte pensaron que las personas que se habían ido de alta por afecciones respiratorias comunes podrían estar incubando una infección por Covid-19. Los siguientes ya contaban con medidas más estrictas, desde los pacientes hasta los médicos y enfermeras.
Debió ser el protocolo en todo el sistema de salud del país, pero ya son más de 5 mil sanitarios en España contagiados, el 10 % del total nacional. Como Carmen Alegría, que ya forma parte de esta estadística.
“No teníamos material adecuado,porque no éramos conscientes de la magnitud del problema que se nos venía encima. Un urgencias no hay equipos de ese tipo, de protección individual”. Los protocolos comenzaron a activarse justo cuando ella debió confinarse en su casa.
La batalla del inicio
El primer síntoma de la enfermedad que mostró la doctora Carmen fue la tos y apareció mientras estaba trabajando. “Parece una gripe, un poquito más fuerte”, así describió el comienzo del virus.
Más adelante comenzó a sentir dolor en el cuerpo, cansancio, y una dificultad para respirar semejante a “un puño que aprieta los pulmones”, a lo que después se sumaría la pérdida del sentido del gusto y del olfato.
Como médico, Carmen se evaluó y notó que la saturación del oxígeno que bajaba a sus pulmones pasó de 100 a 90, mientras que su corazón latía a 160, cuando lo normal era 80. Se alarmó: “Mi cuerpo estaba luchando una batalla en la que quería ganar la partida”.
Ahogo, golpes
Carmen, la ahora paciente, tomó como su primer objetivo la protección de su familia al regresar a casa. Luego, cayó en cuenta de su malestar: “Los primeros días, después de encontrarme mal, empecé a sentirme realmente muy mal. Las primeras 72 horas las pasé casi sin fuerzas para abrir los ojos y respirar. Concentré la fuerza de mi cuerpo en darle la ayuda para seguir viva”.
Sobre los síntomas, apuntó que no se valora el respirar hasta que “sientes que te meten la cabeza debajo del agua” y describe el dolor corporal como una “cuádriga de caballos, con sus respectivos jinetes, que te golpean todo el cuerpo”.
Twitter fue la herramienta que encontró al cuarto día para ayudar a personas de todo el mundo que tenían dudas respecto a la enfermedad. Comenzó a recibir mensajes de Brasil, Argentina, Chile, Uruguay, Alemania, Portugal, Inglaterra, Perú, Estados Unidos, Venezuela, Colombia y muchos otros países. “El miedo no entiende de fronteras, edad, de clase sociales, de profesiones”.
El milagro de respirar
Respondiendo todos los mensajes privados y consultas de decenas de nietos sobre sus abuelos -distantes de la tecnología- se pasaron los días cuatro, cinco y seis. Ya en el séptimo, Carmen tuvo una recaída que la obligó a dejar de contestar las inquietudes de los tuiteros.
Ahora ya Carmen siente que ha ido saliendo de la pesadilla. Puede hablar sin toser, mantiene el cansancio y el dolor de cabeza, lo que significa para ella un giro de 180° en su salud. “Cada respiración es un milagro y es un motivo de fiesta. Cada vez que respiro, sonrío y agradezco”.
La suerte para superar el Covid-19 se llama quedarse en casa
Después de la experiencia que le ha dejado servir a la Salud nacional en un país con una crisis galopante por el brote de Covid-19, Carmen Alegría, la doctora de urgencias, pide responsabilidad y generosidad a los países donde aun no se ha expandido el virus.
“Les pido esto para que entendamos que la única manera de parar y de frenar al virus es quedándonos en casa. Este virus no tiene vacunas y tiene una tasa de infección muy alta. Tenemos una cosa a nuestro favor y es que este virus necesita de seres humanos para avanzar, si no salimos a la calle tenemos una herramienta poderosa para poder parar al virus”.
Carmen Alegría, en su rol de paciente que dio positivo hace 12 días en Extremadura, destacó que la mayoría de los casos presentan síntomas leves pero no hay que subestimarlos. “Quiero transmitir un mensaje de esperanza. Es verdad que la pasé mal, que sentí a ratos miedo, pero el miedo no es un buen aliado. Para poder luchar contra el virus necesitamos mucha tranquilidad y mucha confianza. Es posible ganar la batalla”.
Quedarse en casa no es una opción: es un deber y una responsabilidad compartidos. “Vamos a necesitar suerte, depende de nosotros que esa suerte sea real y esa suerte se llama quedarse en casa”.