Cultura

¿Realmente cierra el Museo de Arte Contemporáneo de Caracas?

La polémica que se ha desatado en las últimas semanas por el supuesto cierre del Museo de Arte Contemporáneo de Caracas encendió las alarmas sobre el presente y futuro de uno de los mayores iconos culturales del país. Ante esto, Tony Frangie visitó este emblemático lugar para relatarnos, desde adentro, qué es lo que realmente está ocurriendo

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“Se confirman las peores sospechas”, tuiteó el crítico de cine Sergio Monsalve. “La destrucción cultural, inducida por el régimen, pues continúa, mientras las prioridades son los bodegones”, señalaba. En esa publicación, Monsalve aseguraba que El Museo de Arte Contemporáneo de Caracas (MACC) se enfrentaba a un “cierre definitivo”.

La clausura permanente de la sede de una de las colecciones de arte moderno más ricas de América Latina, fundada por la icónica periodista Sofía Ímber en 1973, no es poca cosa. El museo cuenta con unas cuatro mil piezas que abarcan obras de Picasso, Monet, Soto, Cruz Diez, Calder, Rauschenberg, Gego, Duchamp, Miró, Warhol, y decenas de otros artistas nacionales e internacionales, incluyendo una de las pocas series de dibujos Suite Vollard de Picasso completas en el mundo y un pensador de Rodin.

El rugido ciudadano no se hizo esperar. El historiador Elías Pino Iturrieta afirmó que “ya todo está listo para la inauguración del Museo de la Mediocridad Revolucionaria. Será colosal”. La dirigente opositora María Corina Machado tuiteó que “abren casinos y cierran museos. Florecen bodegones y agonizan universidades. Esta es la ‘gran recuperación’ que pretenden venderle al mundo para tapar la realidad”, mientras que el portal satírico Chigüire Bipolar afirmó que los ‘enchufados’ usarían obras del MACC para cubrir las placas de sus camionetas junto a una imagen de un Picasso puesto sobre una 4Runner. Surgieron múltiples memes y tuits que burlonamente afirmaban que los espacios del museo serían usados para un nuevo bodegón.

Por su parte, el Ministro de Cultura Ernesto Villegas negó el cierre al tuitear que “la olla sobre el ‘cierre definitivo’ del museo, y sus ecos malévolos” aparecían pocas horas antes que la Unesco declarase a una octava tradición cultural venezolano – las fiestas de San Juan Bautista – como patrimonio inmaterial de la humanidad. “Pronto estaremos en condiciones de ofrecer más noticias sobre el Museo de Arte Contemporáneo”, agregó.

“Por ahora, basta decir que prepararemos para enero exposición de obras donadas por artistas participantes de la Bienal del Sur”, dijo Villegas. Además, aseguró que una exposición del artista Alejandro Plaza en la sala 8 del Museo estará abierta en todo diciembre.

Álvaro González junto con el equipo de restauradores. Foto cortesía de Álvaro González

¿Cerró el Museo de Arte Contemporáneo de Caracas?

“De que está cerrado, está cerrado”, afirma María Luz Cárdenas, directora del Departamento de Investigación del Museo entre 1978 y 2001, quién explica que el museo ha permanecido en un “cierre técnico” desde que fue cerrado por los confinamientos de la pandemia, situación que se extendió después del escándalo de obras robadas en noviembre del 2020.

“Solo tiene una exposición que no tiene que ver con el perfil del museo, que la habían cerrado y la volvieron a abrir porque Sergio denunció”, dice refiriéndose a la exposición de Plaza.

“Está cerrado técnicamente, lo cual no necesariamente significa un cierre definitivo”, explica Lorenzo (nombre falso), un trabajador de la Fundación Museos Nacionales (FMN).

“Apenas tiene una exposición que el ministro acaba de extender hasta enero. Siguen las investigaciones sobre obras robadas y por eso el museo presenta exposiciones, cómo la que queda con obras que no son de colección”. De hecho, afirma Lorenzo, esto ha imposibilitado la movilización de piezas para exposiciones, incluso entre los museos de la FMN.

Escultura de Salvador Dalí, dibujos de Piet Mondrian y Pintura de Andy Warhol. Diciembre del 2021

Lorenzo afirma que “no se ha anunciado esa medida” del cierre definitivo y que “la situación de cierre” se debe “a que continúan las investigaciones sobre robo de obras”. De hecho, debido a la clausura y las investigaciones “la mayoría del personal ha sido movido al Museo de Bellas Artes y a la Galería de Arte Nacional”, dejando al museo “sin personal de registro y conservación, áreas claves de custodia patrimonial”. Algunos incluso fueron transferidos a otras instituciones hace apenas una semana. Según Cárdenas, personal del Instituto de Patrimonio Cultural (IPC) se encargó del museo cuando sucedió el escándalo de los robos en 2020.  

Ante el cierre técnico, los rumores del cierre definitivo del museo habían pululado por el medio cultural desde por lo menos hace un año. “Y ninguna fuente oficial desmiente”, afirma Lorenzo. Además, se había afirmado que la colección sería repartida entre diferentes instituciones.

“En un momento se dijo que la colección de papel y algunas de las obras iban a ir al Cruz Diez”, dice Adriana Meneses, hija de Sofía Ímber y exdirectora del Museo Jacobo Borges: “Tengo entendido que eso se paró”.

Para Lorena González Inecco, profesora de historia del arte en la Universidad Metropolitana y curadora de arte, la afirmación del cierre definitivo quizás sea “un sensacionalismo basado en rumores”, considerando el cierre técnico debido a las investigaciones por los robos y el traslado del personal. Para Lorenzo, “la versión que tiene Sergio [Monsalve]” proviene de trabajadores que han despedido o movido a otras instituciones. Sería resultado del pánico suscitado por el movimiento de personal.

¿Qué está pasando dentro?

A pesar de la opacidad y comunicación escasa que han rodeado al Museo de Arte Contemporáneo de Caracas después del cierre técnico, algunas personas han podido acceder a sus espacios y presenciar el estado de la colección. Yo fui uno de ellos. Según Cárdenas, hay una política de “invitaciones a gente destacada de la cultura, no chavistas”: grupos de galeristas, curadores y coleccionistas destacadas. Varias de estas personalidades le aseguraron que “las obras parecían en buen estado”.

“Yo supe que había entrado una gente conocida y eso me tranquilizó porque me dijeron que habían visto la colección bien”, asegura Meneses. Según Meneses, han acudido “personas súper serias, no políticas, del medio cultural, de toda la vida” que le aseguraron que “la colección está bien, había aire acondicionado, había deshumidificadores”. Sin embargo, las visitas – que buscan constatar la conservación de la colección y calmar las ansias del sector cultural – han sido de bajo perfil.

De hecho, desde hace casi dos años, el Ministerio de Cultura ha iniciado un proceso de diagnóstico y conservación de la colección de la mano de Álvaro González, un especialista en conservación preventiva de depósitos que trabajó en el pasado con Sofía Ímber en el desarrollo del gabinete de dibujos y estampas del museo.

Según González, el proceso es parte de un plan en fases para rehabilitar catorce museos y que se ha paralizado y retrasado por casi dos años debido a los confinamientos de la pandemia. El plan iniciaría con el Museo de Arte Contemporáneo para proceder con la Galería de Arte Nacional y luego el Museo de Bellas Artes. El trabajo de González, además, ha seguido la metodología del especialista francés Gaël de Guichen del Centro Internacional de Estudios para la Conservación y la Restauración de los Bienes Culturales (ICCROM) en Roma, entidad que ha impulsado el proceso.

Obras de las bóvedas trasladadas al primer piso. Comparación: enero del 2020 y diciembre del 2021. Desde entonces, más obras han sido trasladadas desde los sótanos

Hasta el momento, González ha mejorado el acondicionamiento de las esculturas en las bóvedas, ha restaurado obras de diferentes tipos y ha trasladado las obras de los sótanos al primer piso, algo que se tenía previsto desde la gestión de Ímber pero que no se había llevado a cabo tras su despido. Además, ha estado llevando a cabo inventarios para constar la presencia y el estado de todas las obras de la colección. Según Gónzalez, los problemas de inventario en los museos públicos venezolanos son de vieja data, puesto que en 1993 ayudó a Luis Da Corte – director de la Galería de Arte Nacional – a armar un nuevo inventario que constató más de cuatro mil obras aunque el inventario previo apenas contabilizara unas tres mil seiscientas.

El trabajo de González, explica el especialista, ha sido acompañado de un proceso de impermeabilización de las instalaciones, gravemente afectadas por la humedad, cómo también de mantenimiento al aire acondicionado de los espacios de las pinturas y esculturas. También, afirma, se han reemplazado las cámaras de seguridad anticuadas con unas nuevas.

El proceso buscaría una “rehabilitación” del museo para una apertura posterior al público. “Decidieron cerrarlo temporalmente para poder trabajarlo”, dice González, quién conversó con Clemente Martínez – presidente de la Fundación de Museos Nacionales – en días recientes.

El proceso, que incluye una metodología especifica, será luego presentado por medio de videos al ICCROM en Roma. Según el especialista, no habría planes de un cierre definitivo a pesar de los rumores. Afirma que recibe llamadas de artistas que le preguntan, escuchando rumores de robos: “¿Es verdad que mi obra ya no está allí?”, pero González les dice que “está aquí, vengan a ver”. Por ello, González afirma que se han llevado a cabo visitas guiadas a personalidades de la cultura sin afinaciones políticas.

“Abrir sus salas y mostrar las colecciones nuevamente implica, por una parte, voluntad política, inversión para recuperar el edificio, asegurar su colección, cancelar mejores sueldos al poco personal que queda y, por otra, que avance ese proceso de investigación que lleva adelante el Ministerio Público y vigila el IPC”, afirma Lorenzo.

Según Lorenzo, la falta de comunicación de los gerentes de las instituciones ha resultado en que el Ministro Villegas se haya visto obligado a pronunciarse por “situaciones como estas en la que se anuncia [en redes sociales] un cierre definitivo que al parecer no está planteado”.

¿Pero, cómo llegó el Museo de Arte Contemporáneo de Caracas a esta encrucijada?

La revolución cultural

“¡Qué difícil es este mundo de la cultura: como se ha manejado!”, afirmó Hugo Chávez al proclamar su ‘revolución cultural’ en el Aló Presidente del 20 de enero del 2001- “La cultura se vino elitizando, manejada por élites, como dijo Manuel Espinoza: Un principado… Príncipes, reyes, herederos, familia, se adueñaron de instituciones, de instalaciones que le cuestan miles de millones de bolívares que son del Estado”. Le siguió el despido televisado de directores de instituciones culturales asociadas al Conac (Consejo Nacional de Cultural), un ente autónomo estatal fundado por Juan Liscano en 1975. Entre los despedidos: Sofía Ímber.

“La revolución cultural que se aplicó en Venezuela desde 2001 no era la de Mao”, explica María Elena Ramos, expresidenta del Museo de Bellas Artes y una de las directoras removidas ese año, “sino la del intelectual italiano [Antonio] Gramsci”, cuya visión se centraba en establecer una nueva hegemonía basada supuestamente en las ideas de la clase obrera. La revolución cultural seguía las sugerencias de Manuel Espinoza, viceministro de la Cultura, quien había afirmado un año que había que “desmontar las fundaciones del Estado” y “desmontar los principados”.

Restauradores del equipo de González trabajan con las obras de las bóvedas. Foto cortesía de González

El despojo de la autonomía museística se agudizó con el nombramiento de Farruco Sesto como Viceministro de la Cultura, a quién Ramos describe como “el equivalente del actual personaje televisivo de Con el mazo dando” en el ámbito cultural. Por ejemplo, intentó vetar la obra crítica de Pedro Morales que representó a Venezuela en la Bienal de Venecia del 2003 y luego se sustentó en la Lista Tascón para entablar “un apartheid”, en palabras de Ramos, en el sector cultural.

Sin embargo, el gran golpe se dio en 2005 cuando se abolió la autonomía de los museos públicos (creada en 1990 como parte del proceso de descentralización iniciado durante el segundo gobierno de Carlos Andrés Pérez) y estas fueron subordinadas bajo la Fundación Museos Nacionales (FMN). Hasta los logos icónicos de cada institución – creadas por diseñadores gráficos icónicos del siglo XX venezolano como Gerd Leufert, Carlos Cruz Diez y Nedo – fueron reemplazados por un logo único indigenista. Ese mismo año, el Conac fue enterrado y reemplazado por el Ministerio del Poder Popular para la Cultura, plenamente ligado al gobierno.

Para Lorena González Inecco, curadora de arte y profesora de historia del arte en la Universidad Metropolitana, la FMN era un espacio “súper burocrático, que retrasaba los procesos, que complicó las gestiones” e imposibilitó la autonomía presupuestaria de los museos o la colaboración con el sector privado. “En vez de tomar lo mejor que había pasado para afinar las fisuras”, dice González, se terminó llevando a cabo “una suerte de deslave sobre el pasado”. En 2006, la FMN retiraría el nombre Sofía Ímber del MACC luego que Ímber firmase una carta criticando la postura ferozmente crítica de Chávez hacia Israel. Hace unos años, el museo fue renombrado Museo de Arte Contemporáneo Armando Reverón.

Otro aspecto de la disolución de la autonomía fue la unificación de las colecciones particulares de cada museo en una sola colección nacional: se eliminaba la posibilidad institucional de manejar las colecciones, pedir préstamos o adquirir obras nuevas. Según González, la adquisición de obras nuevas ha sido escasa desde 1999, dejando a las colecciones venezolanas varadas en el siglo pasado.

Desde entonces, el MACC se ha distanciado del público y han mermado las actividades educativas y las visitas escolares. Por ejemplo, ya no existe el Maccsibus (un autobús del museo que llevaba exhibiciones y cursos educativos a colegios, áreas remotas del país y barrios). Los visitantes, como el personal, eran escasos antes del cierre. De Sofía, apenas una placa la conmemora en la puerta.  Además, las exposiciones que se organizan tienden a ser de corte nacionalista o propagandista: en 2018, el MACC exhibió sus Picassos en la exhibición “Camarada Picasso” que conmemoraba la militancia comunista del artista español.

“Esto ya no es un museo sino un cadáver”, le dijo Sofía Ímber en su última visita al museo al escritor Diego Arroyo Gil, “porque no sirve de nada que el museo esté limpio y que las obras estén montadas y que no haya nadie. El museo existe para la gente”.

La humedad devora al MACC

El abandono y la reducción hiperinflacionaria del presupuesto ha dejado al Museo en una situación “bastante delicada por la infraestructura”, afirma María Luz Cárdenas. “Cuando nosotros estábamos, le hacíamos mantenimiento todos los años porque está bajo el nivel freático y las instalaciones de Parque Central resultaron realmente lamentables (por la refrigeración centralizada del complejo)”.

Según Lorenzo, las obras ya no están aseguradas. Tampoco hay extintores ni aire acondicionado. Por ello, la humedad ha permeado la infraestructura y ha forzado el desalojo de las obras de las bóvedas. Según el Ministro de Cultura Ernesto Villegas, esto sería “democratizar los depósitos para que el público también pueda disfrutar de las colecciones”. Sin embargo, Cárdenas afirma que el personal “ya casi no puede entrar a las oficinas que están en un sótano por la contaminación de hongos”. Y no se limita a esos espacios: “le salen hongos a las hojas de papel y las pinturas se abomban”, explica Desiré (nombre falso), una exempleada del museo.

Una visita llevada a cabo en enero del 2020 y narrada en una crónica para Cinco8 sobre el estado de los museos reveló el impacto de la humedad en la infraestructura: el olor permeaba la entrada, el techo sobre una obra colgante de Gego estaba abombado y manchado, unas manchas oscuras se podían apreciar frente a una larga pared de Soto y la humedad había oxidado parte de los tubos dorados de la refrigeración. Sin embargo, la mayoría de las obras estaban iluminadas y en buenas condiciones – incluyendo Picasso, Warhol, Miró, Mondrian, Soto, Monet, entre otros – pero algunas mostraban ciertos daños: la hélice de un avión de madera de Marisol estaba pudriéndose. Afuera, en un jardín de esculturas bien conservadas, algunos perros callejeros vagaban sobre la grama.

El arte del espacio exterior mostraba daños considerablemente mayores: una escultura de Gego cuyas cuerdas estaban repletas de liquen y esculturas demacradas en fuentes secas con graffiti. Sin embargo, las áreas exteriores no son manejadas por el Museo sino por Parque Central (que no tiene condominio, sino que es gobernado por una institución del Estado). El MACC no tiene jurisdicción sobre estos espacios.

Humedad afecta el techo junto a obra colgante de Gego

Los robos del MACCSI

En diciembre del 2002, Wanda de Guebriant – coordinadora del archivo Matisse en París – recibió una llamada de un hombre con acento cubano: le ofrecía la pintura “Odalisca de pantalón rojo” de Henri Matisse, propiedad del Museo de Arte Contemporáneo de Caracas Sofía Ímber, que estaba siendo vendida en México. Un año después, transitando el caos administrativo que había desatado el despido de Ímber, se reveló que la obra había sido reemplazada por una copia disímil en el museo.

En 2012, el FBI reencontraría la obra en el Hotel Lowes de Miami Beach. Dos años después, Estados Unidos devolvió la obra a Venezuela. Aunque en su momento surgieron todo tipo de señalamientos politizados, las condiciones en torno al robo de la obra aún se mantienen difusas. Una mexicana y un cubano fueron imputados por la venta de la pintura, sin embargo, ambos indicaron que esta había sido ultrajada por miembros del personal del museo. Según esta hipótesis, el reemplazo de la obra por la copia habría sucedido durante el deslave de Vargas de 1999, cuando el museo decidió resguardar su colección ante las fuertes lluvias. Otra hipótesis alega que la obra fue ultrajada en Madrid, cuando fue prestada para una exhibición que duró cerca de tres años y que coincidió con el despido de Ímber, que resultó en la perdida del inventario y requirió una reconstrucción de este a base de catálogos y documentos de archivo.

El rapto de la Odalisca desató una ola de rumores y acusaciones sobre una supuesta bacanal de robos de arte en el museo después de la revolución cultural. Sin embargo, “eso es pura especulación, un poco amarillista”, dice González, “ganas de controversia”.

Esculturas, incluyendo el gato de Botero, en el proceso de rehabilitación

Hasta la pandemia, el personal había resguardado celosamente la colección y esta podía ser consultada a través de los equipos de registro. Además, me explica un empleado del Museo de Bellas Artes que no quiso ser identificado, el personal tendía a ser fijo y “no puesto por las gestiones gubernamentales de turno”. Por ello, me explica, otros robos se hubiesen dado a conocer públicamente por los trabajos, llevando a incluso a posibles denuncias con Interpol. Y el protocolo era estricto: no se podía entrar a las bóvedas sin compañía, solo se le permitía acceso al equipo de registro que tenía las llaves bajo custodia. Además, a pesar de salarios exiguos y un presupuesto pírrico, el equipo llevaba inventarios de bóveda anuales, revisión de obras e informes.

Pero la situación se vio sumamente alterada por el cierre del museo debido a las medidas de confinamiento impuestas por la pandemia del covid-19 en marzo del 2020. “Ni limpiaban y resultó en el robo de obras”, dice Cárdenas. En noviembre de ese año, unos supuestos galeristas le ofrecieron un dibujo en excelentes colecciones de la artista venezolana-alemana Gego (Gertrud Goldschmidt) a Beatriz Gil, directora de la galería de arte homónima en La Mercedes. Los galeristas, que Gil desconocía, le ofrecieron el dibujo por 3.000 dólares. Inquietada, puesto que la obra se valora en unos 30.000, Gil acudió a la Fundación Gego que le informó que la obra, llamada Juna, pertenecía al MACC. Era patrimonio robado.

Gil llamó a la Fundación Museos Nacionales, logrando entablar comunicación con su presidente y con el Ministro de Cultura Ernesto Villegas. Una comisión de ocho personas recuperó la obra. Siguió el CICPC, que le pidió una declaración a la galerista. Díaz después, el CICPC también recuperó Serigrafía Abstracta, un dibujo de Carlos Cruz Diez, que también había sido robado del Museo de Arte Contemporáneo. ¿Los ladrones? El jefe de seguridad del MACC, Douglas Hernández Gutiérrez, y Carlos Mora Rodríguez, museógrafo de la Galería de Arte Nacional, quedaron a la orden del Ministerio Público: ambos, además, llevaban muchos años prestando servicio en el circuito museístico. Era un trabajo interno, aprovechándose del cierre del museo y la falta del personal usual.

“Tarde o temprano quien buscase certificación se iba a enterar que era robada”, dice Gil, “la obra está dos veces en el catálogo del Museo”. Además, la obra de Gego había sido vendida por apenas 1.000 dólares a los galeristas que se la ofrecieron a Gil. “Uno no sabe qué necesidad tienen” el guardia y el museógrafo, piensa Gil, “las vendieron por una miseria”.

Posteriormente, las autoridades multaron a Hernández y a Mora y los dejaron en libertad, dice Gil, con una prohibición de aproximarse a los museos por cinco años o de trabajar en ellos.

Andamio junto a escultura de avión de Marisol

El escándalo de los robos trajo cambios importantes del personal, como el despido de la directora ejecutiva del Museo, Glenda Dorta, y el de la directora de Registro y Conservación, María Fernanda Reyes. “El último enlace que había con el personal formado con la mística del equipo de Sofía Ímber fue totalmente anulado”, dice Cárdenas, quien especula que se buscó enmarcar al personal del equipo de Ímber como permisivos del robo.

“No fue así”, dice, “el Museo estaba cerrado por el confinamiento y la directora ejecutiva tenía covid”. Cárdenas no duda de “las buenas intenciones” del nuevo equipo, aunque considera que hay un interés de autoridades mayores por borrar la memoria e influencia de Sofía Ímber en el museo. “El director del Iartes (Instituto de las artes de la imagen y el espacio) es el director del MACC, tiene dos cargos de alto nivel y confianza”, afirma Lorenzo, “es un hombre afecto al régimen y sin experiencia museológica y gerencial”.

Posteriormente, las autoridades llevaron a cabo un inventario de las obras cuyos resultados no fueron anunciados al público. Sin embargo, una fuente del Instituto de Patrimonio Cultural le informó al portal Cinco8 que la primera auditoría detectó la falta de diez obras de la bóveda de papel y gráfica, de donde fueron robadas las de Gego y Cruz Diez. Pero se desconoce si estos hallazgos han sido confirmados o desestimados en posteriores auditorías. Los robos y las posteriores investigaciones han contribuido importante a que el museo permanezca cerrado a pesar del levantamiento de la cuarentena.  

Aunque los museos en general cuentan con un personal comprometido que ha servido de cierta resistencia interna, la situación de colecciones públicas fuera de los museos (como la de Pdvsa, Fogade, La Casona, las embajadas, etc.) es desconocida debido a una falta de transparencia y controles internos.

Una visita en 2021

Días después del escándalo del cierre definitivo, visité el Museo de Arte Contemporáneo en compañía de Álvaro Gónzalez, el restaurador de vieja data que el Ministerio buscó para iniciar la propuesta rehabilitación de los museos públicos. Un empleado del museo nos abre las puertas y dentro, aunque con gran parte de las luces apagadas y el olor de humedad permeando el ambiente, me consigo con el tesoro que es la colección. Frente a mí, una pintura de Monet y otra de Warhol, dibujos de Mondrian, una enorme pintura de Miró, una escultura de un gato de Botero y pare usted de contar. Todo parece estar allí, en buen estado.

Con Álvaro, entro a la sala dónde solía estar expuesta la Suite Vollard de Picasso en años anteriores. Allí, organizadas en líneas, han sido depositadas todas las obras de las bóvedas de los sótanos afectados por la humedad. Está el pensador de Renoir, una escultura de Salvador Dali, tapices de Calder y Vasarely, monumentales esculturas de Marisol y Soto, altares de Nelson Garrido y hasta el caballo-barril de Miguel Von Dangel. De hecho, hay más obras que la primera vez que vi ese espacio con obras de las bóvedas en enero del 2020.

Junto a las líneas de obras, que dejan caminos transitables entre si, hay indicadores con información sobre todas. González me explica que el diseño de las bóvedas visitables, que considera un concepto museístico vanguardista, “fue matemático, planos con medidas”. El orden en el que están puestas también es pensando, por ejemplo, tapices juntos, un altar de Garrido al final de uno de los espacios entre las líneas o dos esculturas de Marisol puestas frente a frente.

González calcula que hay alrededor de unas setecientas obras de las bóvedas. Ha llevado el proceso de revisión y restauración de estas en compañía de un equipo profesional de varios museos, vistiendo batas y delicadamente revisando cada una. “Aquí nadie cobró”, me explica, hablándome de la ‘mística’ de los trabajadores. Amor al arte, en todo sentido posible.

En un cuarto con pared de vidrio observo varias obras en cajas. Le pregunto a González que son y me explica que son las obras de la colección de Fogade, tomadas de bancos en quiebra. En los sótanos, las obras “no cabían, estaban unas encima de otras” me dice. De hecho, las subió personalmente en un solo montacargas.

Según González, el proceso de “rehabilitación” no sólo conlleva el arreglo de la infraestructura sino poner la investigación de las obras como prioridad y promover proyectos investigativos de la colección. También, me explica, el Ministerio tiene interés en estrechar lazos con el sector privado para la rehabilitación del Museo. Sería un verdadero giro tras dos décadas.

Aunque aún se mantiene el olor de la humedad y el impacto de esta en esquinas, techos y suelos, la sala principal del museo – con sus grandes ventanales que muestran las áreas centrales de Parque Central – muestra andamios, cajas, herramientas y vigas de construcción. Junto al avión de Marisol y una escultura de latas de Arman que estaban allí en 2019, se han movilizado varias esculturas que estaban guardadas: el icónico gato de Botero y una escultura de Astro Boy, por ejemplo. González me explica que la impermeabilización se ha llevado a cabo en partes del techo y que esperan vaciar un jardín que cubre parte de este para continuar el proceso.

Observo las vigas y los andamios, las esculturas movilizadas y las bóvedas reposicionadas matemáticamente, y pienso: efectivamente hay un proceso de ‘rehabilitación’. Las obras siguen allí, conservadas. Algo tectónico pareciese suceder en el Museo. Según me informan, esperan abrir las salas de la 1 a la 7 en una gran exposición alrededor de junio del 2022. El museo volverá a abrir, me asegura González, y rehabilitado. El Ministro Villegas aseguró lo mismo, me dice Adriana Meneses, hija de Sofía Ímber.

Al salir, contento de ver las obras dentro y el proceso que se está llevando a cabo, leo una placa en la entrada: “El Museo de Arte Contemporáneo de Caracas fue creado el 08 de octubre de 1973 y abrió sus puertas al público el 20 de febrero de 1974. Su fundadora y directora hasta el 20 de enero de 2001 fue la periodista Sofía Ímber de Rangel, quien consolidó una institución modelo para el desarrollo de la museología en Venezuela y una colección de obras de arte que marcó pauta de excelencia en América Latina”.

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