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Cristiano Ronaldo: la nueva faceta de un vencedor

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TEXTO: Juan Miguel Bastidas (@JuanBastidasC) Fotografía: AP

Arrogante. Individualista. Ególatra. Cristiano Ronaldo acumula detractores ligados a su personalidad. Pero el portugués tiene su sitio en el Olimpo de las leyendas históricas, por un palmarés envidiable: tres Ligas de Campeones, tres Balones de Oro –encaminado a su cuarto– y con la labor cumplida con su país, al que lideró en la Eurocopa de Francia.

El aporte de Cristiano en la final fue sui géneris. Acostumbrado a llevar la batuta sobre la cancha, esta vez dio un aporte fundamental fuera de ella, luego de lesionarse a los 23 minutos y salir con lágrimas de frustración. Volvió al banco para el tiempo extra y para  servir de envión moral para sus compañeros, a los que alentó al final del tiempo reglamentario y llegó a hacer de asistente técnico de Fernando Santos y al borde de la línea de cal dio instrucciones cual estratega.

“Me dijo que yo iba a hacer el gol de la victoria”, confesó el inesperado héroe, Éder, sobre Cristiano. El capitán no solo portó la banda, sino que hizo uso de la jerarquía que significa y motivó a un jugador estigmatizado como uno de los menos hábiles y fue motivo de inspiración para que hiciera lo que debe hacer un delantero: tenerse fe y disparar. El destino del zapatazo estaba escrito.

Con 31 años, Cristiano nunca ha sido callado y el decir lo que piensa es una de sus características frente a los micrófonos. Esa sinceridad le ha servido para lo bueno y para lo malo. “Es un hombre nítido, de carácter abierto, honesto hasta rozar la ingenuidad. Ha reñido con compañeros a los que abraza al siguiente día”, explica el periodista Diego Torres Romano, quien en su libro «Prepárense para perder», demuestra su capacidad para conocer la intimidad del Real Madrid.

“No solo los goles han hecho de Cristiano un jugador importante. La independencia le ha convertido en un líder con autoridad”, añade. Portugal se acopló al golpe anímico de la lesión de su referente. “Eso nos afectó. En el descanso nos dijo: ‘Estoy seguro de que vamos a ganar, hay que permanecer juntos y luchar por ello’”, indicó Cedric Soares, lateral derecho de los lusos.

Contraste y encuentro

Tan impredecible como es, el fútbol parecía juntar a sus dos máximas caras de la era en la desgracia de las finales con sus selecciones. Mientras que CR7 daba manotazos al césped al no poder negar su dolencia, 15 días antes Lionel Messi lanzaba por arriba un penal en la definición de América. Sin terminar la tanda, el argentino ya lucía derrotado y desconsolado al nivel de renunciar a la camiseta albiceleste.

El del Real Madrid, en la odiosa comparación con el «10» del Barcelona, sacó ventaja en el liderato emotivo. Convirtió un momento casi catastrófico en la consagración de lo que le faltaba y soñaba a pesar de todas las satisfacciones individuales y grupales a nivel de clubes.  Las diferentes personalidades de ambos, no a juro como ventaja o desventaja de uno u otro, quedaron de manifiesto.

“¿Quién puede dudar que Messi, después de todo lo que pasó en su vida, de ser despreciado en Argentina por un tratamiento que no se le dio, de tener que irse a otro país con su papá a cuestas, de desprenderse de sus hermanos… quién puede dudar que el tipo tiene un coraje y personalidad muy fuerte?”, se pregunta el exfutbolista argentino Diego Latorre.

Y, aunque parezca irracional, el triunfo de Cristiano exculpa a su antagonista de la caída de Argentina con una máxima del fútbol: no se gana solo un partido, una fase de grupos, una eliminatoria, una Euro o Copa América. El gol del criticado Éder no llegó en Argentina con consagrados como Gonzalo Higuaín, Sergio Agüero o Rodrigo Palacio.

El delantero hizo lo que estaba a su alcance y aún más para sacarse la espina más duradera de su carrera. Esa de cuando era aún un juvenil en la Euro de 2004 en casa, cuando perdieron la final a manos de la inesperada Grecia con la dorada generación de Figo, Deco, Pauleta, Nuno Gomes y Rui Costa.

De su mano, Portugal perdió esa esencia de selección perdedora, de una que siempre rozó la gloria y la terminaba viendo de lejos. “Habrá muchos campeonatos a lo largo de mi carrera para recuperarme de esta desilusión”, señaló en ese momento.

Ahora tocó el éxito más preciado, el que más se le negó en su prolífico recorrido, y demostró lo que ha forjado durante su trayectoria. Su liderazgo, jamás negado puertas adentro de cada equipo suyo, se vio exteriorizado.

La nueva faceta de caudillo le servirá para asentarse como una leyenda. Cumplió con creces su única deuda y, cuando muchos lo ponían en la espiral descendente de su rendimiento, aún tiene mucho más que ofrecer.

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