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ENTREVISTA | Antonio Pasquali: Que muera en santa paz el papel periódico

 Antonio Pasquali, filósofo y comunicólogo, es el padre de los estudios de la comunicación en Venezuela y de los patriarcas del Continente. Uno de los más eminentes y prolijos pensadores de las ciencias sociales. Pone al día su pensar sobre algunos de los temas mayores de su área. 

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Texto: Fernando Rodríguez / Foto: Fabiola Ferrero / Archivo

Pasquali escribió en 1963 su obra más difundida, «Comunicación y cultura de masas», libro de referencia desde entonces para estudiantes y profesionales de la comunicación social en América Latina. En 1974 fundó el Instituto de Investigaciones de la Comunicación (ININCO) de la Universidad Central de Venezuela y coordinó el Proyecto Ratelve,  un propuesta de política de radiodifusión que impulsaba un modelo competitivo, complementario y planificado de radio y televisión pública.

– Usted y su generación le han dado al país un esquema muy importante para manejar la política nacional radioeléctrica. Un sistema de TV y radio muy poderoso y creativo, manejado por el Estado y no por el gobierno de turno, espacio de la pluralidad y la libertad, y que pueda competir y derrotar al mediocre sector privado comercialista y anticultural. Una suerte de BBC tropical. Ha llovido mucho en el mundo en estos años, sobre todo tecnológicamente, y en el país ni se diga. ¿Cómo hay que actualizar este esquema hoy en día?

– Más que en sus criterios esenciales, vería necesario actualizarlo en aspectos técnicos y de implementación. Hoy día hay frecuencias para todos, retransmisores capaces de cubrir los más recónditos rincones del territorio nacional, métodos de almacenamiento de enorme capacidad. Queda indemne el principio de que un país sin servicios radiotelevisivos públicos no-gubernamentales y no-comerciales, pluralistas y de calidad, es un país sin genuina democracia comunicacional, cuya democracia política es impedida de florecer por acaparamiento y manipulación de sus fuentes formadoras de opinión pública. Hay que seguir luchando para que Venezuela ingrese al club de los cincuenta países de la tierra con radiotelevisión de servicio público, club al que por cierto pertenecen (pocos lo saben), los propios Estados Unidos desde 1974.

– ¿Cuál es el futuro de la TV? Parece malherida, no digamos la local sobre la cual también se bate la censura y la crisis económica. Lo que sobresale de ella son las exitosas series, pero parecen más bien crear un camino paralelo, diferenciado, más cercano al video digamos.

–  Vamos por partes. Los avances tecnológicos han sido y serán vertiginosos y transformadores. A nuestra época le tocó además producir un asombroso salto de código. El primero en la historia cultural de la humanidad se produjo en Ugarit de Siria el siglo XIV a.C. con la invención del alfabeto que sólo codifica el habla. El segundo, en el siglo XX de nuestra era con el pase al dígito binario que todo lo codifica. En una generación hemos visto desaparecer o entrar en catalepsia al telégrafo, el télex y el fax. Otra historia es la de las agencias informativas, la prensa, el cine, la radio y la TV. Estos mediadores le narran al hombre el devenir del mundo de manera selectiva, jerarquizada, diacrónica, secuencial y por momentos poética; su presencia es cada día más necesaria si no queremos naufragar en océanos de mensajes sin balizas.

Lo que hay que salvaguardar es la multiplicidad de esas voces mediadoras, su pluralidad conceptual e ideológica. Por obra del avance técnico, los medios convergerán probablemente hacia alguna forma de multimedialidad, se adaptarán al progreso y a los gustos, personalizarán hasta lo inverosímil sus mensajes, pero seguirá habiendo canales que jerarquizan, opinan y producen mensajes para el leer, el escuchar y el escuchar-ver. Los peligros que acechan a la radio, la TV e incluso Internet, son de naturaleza económica: que terminemos teniendo medios de baja calidad, gratuitos y forrados de publicidad para el menesteroso, y otros de alta calidad y velocidad, de pago, para el pudiente, los llamados medios de dos velocidades.

A la radio y TV nacionales les espera un futuro muy en función de su pasado; ojalá un gobierno democrático y éticamente justo tenga la fortaleza de ánimo de pasarnos a la modernidad con fórmulas inéditas para el país.

– Las famosas redes parecen cambiar todos los horizontes. Pero por ahora hacen mucho ruido, no acaban de decantar su perfil. Umberto Eco no las veía con muy buenos ojos, una especie de desaguadero de los peores mensajes, al menos por los momentos.

– Lamento de veras que escritores y semiólogos que leo y admiro, Vargas Llosa y Eco, se hayan dejado llevar por equivocados y exagerados raptus nostálgicos, el primero, al afirmar que los jóvenes que chatean actúan como monos: el segundo, que el tuiteo es un pozo de imbecilidades. Personalmente no pertenezco a redes porque roban un tiempo enorme (me basta y sobra con el email) y porque casi todas ellas – está demostrado – colaboran con las policías y las agencias de espionaje norteamericanas. La actual e insistente invitación de Facebook, por ejemplo, a que todo el mundo incluya en su blog su propia foto de perfil, es casi seguramente una exigencia de la National Security Agency (NSA), cuya monstruosa memoria Cray Titan de 6 zettabytes, la más poderosa del mundo (6 billones 600 millardos de Gb, pero en ampliación por insuficiente) almacena y analiza toda comunicación humana. La realidad, está por otro lado demostrando, es que las redes y aplicaciones son más efímeras de lo imaginado. Twitter está en crisis y se habla de su posible bancarrota.

En edades prehistóricas, el primitivo gastaba meses en esculpir en la piedra mensajes esencialistas, en un mundo hipercomunicado, instantáneo y barato como el actual, es apenas normal que abunden los mensajes irrelevantes, la chatarra y el blablabla. Pudiéramos imaginar que, pasada la actual embriaguez comunicacional, la humanidad termine ingresando a una más adulta edad de la razón comunicante y reduzca a más moderadas cifras los actuales centenares de millardos de mensajes que se intercambian a diario.

– Usted escribió un magnífico titulado «Del futuro: hechos, reflexiones, estrategias». Algo lúgubre en cuanto a los peligros ciertos que acechan a la especie, pero también abierto a esperanzas sin límites, el hombre sicut dei. ¿Qué ha cambiado en estos años fogosos, de migraciones, terrorismo, Trump, crisis económica mundial?

– Sí,  lo editó Monte Avila, a la sazón dirigida por Mariela Sánchez Urdaneta, en los comienzos aún tolerantes del chavismo, en 2002. Creo, lamentablemente, que en estos tres lustros no ha habido evidencia de una irreversible inversión de tendencia. Río, Kioto, París, las grandilocuentes conferencias internacionales sobre cambio climático sólo han producido decisiones más desiderativas que eficaces, casi todos los indicadores de contaminación y degradación de tierras, mares, aire y espacio extraterrestre próximo han empeorado. Los hombres se siguen entrematando como si nada por motivos a veces arcaicos que se creían superados. Por doquier gobiernan fanáticos y amenazantes halcones, con los “verdes” reducidos a la marginalidad. Pero también hay signos muy esperanzadores de cambio de mentalidad, de los que citaría el principal, el abandono universal, en unos dos decenios, de los combustibles fósiles no renovables (¡sólo nos quedan veinte años para “sembrar el petróleo” y cerrar el último pozo!), reforzado por feliz decisión reciente en ese sentido del coloso China. Esto, acompañado por un aumento exponencial de la energía verde en todas sus formas (solar, eólica, fotovoltaica, hidroeléctrica, geotérmica, biomasa, etc.) en las que el mundo invierte hoy unos 300 millardos de dólares al año, añadiendo entre 130 y 150 gigawatt anuales al parque de energías limpias, con países como Alemania, Italia y España que en días excepcionalmente favorables logran producir, de fuentes renovables, casi el 100% de la energía que gastan. Huracanes, tsunamis, deshielos, smog, inundaciones y calores abrasadores ayudando, confiemos en que la humanidad tenga un sobresalto de cordura y decida no perecer disciplinándose en materia de energías limpias.

– ¿Hay un renacimiento de la radio?

– No, porque la radio nunca tuvo edad media, épocas oscurantistas, mermas de popularidad. Claro, hubo los radio times pre-televisivos celebrados por Woody Allen. Pero ella se instaló en la panoplia de medios hará pronto un siglo, para quedarse per saecula saeculorum porque concierne el puro oír, lo que se disfruta a plenitud sin comprometer el empleo de la vista. Desde la llegada de la FM ella acaricia el oído, desde que se encaramó en el IP (el protocolo internet) disponemos de facilísimo y gratuito acceso a decenas de miles de emisoras del mundo entero. Soy un radiómano (se nota, ¿no?), sobrevivo a las actuales penurias de la radio local escuchando en laptop o en smartphone la querida e insuperable “France Musique”. En Venezuela, emisores públicos y privados se han conjurado para asesinar la música clásica, hoy  desaparecida; un real, y diría que insoportable, culturicidio. En Colombia se dispone de siete emisoras de música culta.

– ¿El papel morirá como soporte de la prensa y el libro?

– Soy un comunicólogo, me irrita el coro de tragedia griega de tantas plañideras sobre la muerte del soporte papel, la pérdida del perfume y tacto del libro impreso. Que se muera en santa paz el papel, tanto mejor para los bosques y los equilibrios ecológicos. Vendrán soportes más tecnológicos, reciclables y duraderos, se talarán menos árboles. Nuestras elegías al papel que se va no son inéditas. A su predecesor, el pergamino, le pasó lo mismo en el siglo XIII cuando chinos y árabes irrumpieron con la pulpa de papel, un soporte más barato y menos noble que las pieles. Fue tal la alharaca que hasta mi admiradísimo y progresista Federico II tuvo un raptus conservador y en 1.250 exigió a notarios y jueces del imperio que desecharan el papeleteo y siguieran estampando sus actas y sentencias en sólido pergamino. El soporte papel habrá durado unos ocho siglos apenas, menos que otros; no era un buen soporte, demasiados libros hoy impresos en papel ácido tienen treinta años de vida como máximo. Lo que no debe absolutamente morir es la lectura en el soporte que fuere, porque ella es la base fundamental del progreso humano.

– El gobierno chavista ha construido un aparato mediático de grandes dimensiones, bastante disfuncional según el rating, pero que podría ser la base de un futuro proyecto democrático.

– El día que podamos dotar el país de una radiotelevisión de servicio público de calidad, pluralista y rigurosamente independiente de gobiernos, los ingenieros de telecom dirán si el bric-à-brac mediático montado por el chavismo (enorme y deshilachado, costoso y casi sin audiencia) sirve aun parcialmente para alcanzar la modernidad y la racionalidad en comunicaciones radioeléctricas, integrar redes, crear centros regionales de producción, poner el usuario y no la ganancia en el foco del interés profesional. De lo que sí es rigurosamente cierto es que los actuales concesionarios del Canal 5 deberán tener la entereza moral – y tengo el pálpito que la tendrán – de devolverlo a la nación; se trata de un bien público cedido por (el expresidente Rafel Caldera) a privados, violando leyes sobre la inalienabilidad de dichos bienes.

– Es probable que el próximo gobierno democrático, si lo hubiese, deteste todo lo estatal y haga héroes a algunos medios privados (RCTV, a la cabeza), en todo caso los prefiera como los grandes escenarios públicos. ¿Ello no conspira contra el proyecto de un gran sistema público?

– Sí conspira, desde luego. Opino que varios peligros asechan la viabilidad de un futuro democrático para el país y a fortiori el salto a una radiotelevisión moderna, democrática y de calidad, en que emisores públicos, privados y de proximidad (impropiamente llamados comunitarios) convivan en santa paz compitiendo por darle lo mejor al usuario. Uno de los peligros mayores es el que señalas: que el actual militarismo izquierdizante y corrupto deje tan asqueado el país que se produzca medio siglo de ostracismo para todo lo que huela a “izquierda” (cuando Venezuela necesitará más que antes una izquierda moderna y racional, honesta, fuerte y vigilante).

Otro peligro que lamentablemente veo acercarse, una especie de corolario del precedente, es el de una restauración pura y simple del país pre-chavista, mitificado cual edén a reconquistar. El pre-chavismo no fue un edén, su democracia estaba confiscada, su sistema radioeléctrico anticultural y arbitrariamente politizado, es más bien un anti-modelo a desechar para poner en su lugar una nueva radiotelevisión. He atacado siempre la labor anticultural y antisocial de los emisores privados y públicos, y lo seguiré haciendo, pero no soy en absoluto enemigo de la existencia de concesionarios privados porque creo en la función de watch dogs que les asignó Adam Smith; sólo les pediría que acepten convivir sin zancadillas con emisores públicos y de proximidad, con reglas del juego claras, todos teniendo como norte el de prestarle al usuario nacional servicios de calidad, culturalmente diversificados y respetuosos de todas las minorías en un ámbito de diáfano pluralismo.

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