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Vinotinto: postales de un futuro posible

Julio Garganta, profesor y coordinador de fútbol en la Facultad de Deporte de la Universidad de Oporto, expresaba, en una entrevista para la web www.futbolholistico.com, la siguiente reflexión: “Sé que la duda es ansiogénica y la verdad es ansiolítica, pero en el proceso de construcción del conocimiento, prefiero convivir con el riesgo de la duda que con la ilusión de la certeza”. Esto llevado al naciente ciclo de Rafael Dudamel nos puede ayudar a comprender varios ítems.

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(Reuters)

– A todos nos gustaría comprender, tras apenas tres partidos, la validez de las ideas del seleccionador nacional, pero olvidamos justamente lo primordial: ¡Apenas van 270 minutos! El dato no es menor; un equipo de fútbol es un organismo abierto, sujeto a cambios y modificaciones, que jamás podrá considerarse un producto acabado, justamente porque su condición de sistema adaptativo complejo así lo establece. Con cada presentación irá evolucionando, a partir de la flexibilidad necesaria para adecuarse a nuevas emergencias. Es por ello que es tan importante conocer eso que llaman Modelo de Juego, ya que incluso cuando el panorama sea más oscuro, ese plan inicial le servirá al equipo para tener un apoyo del que recostarse para seguir adelante.

– El partido ante Panamá deja sensaciones positivas, aún cuando el resultado pudo haber sido otro, tanto a favor como en contra. Pero permite especular con que lo que Dudamel quiere está siendo comprendido y aceptado por sus jugadores. El esfuerzo colectivo no se consigue sin complicidad, sin ese feedback entre lo que uno (cuerpo técnico) quiere y lo que otros (jugadores) se sienten dispuestos a dar.

– “Otro aspecto que determina el fluir colectivo es el talento, pero no solo el talento técnico, sino el talento interpretativo, que es el mayor recurso que puede tener un futbolista para ayudar grupal y colectivamente a su equipo”. La reflexión le pertenece a Juan Carlos Valeron, ese maravilloso jugador canario, y vaya si se ajusta al primer tiempo vinotinto.

– En esos primeros 35 minutos, la selección fue aquel equipo que en la eliminatoria anterior venció a Paraguay, y también fue el mismo conjunto que batió a Colombia en la pasada Copa América. Supo cuando presionar, dónde hacerlo, qué hacer tras recuperar la pelota o tras perderla; sostuvo secuencias de pases acompañadas de la dinámica necesaria para generar superioridades posicionales; defendió espacio y pelota sin caer en infracciones sin sentido, y encontró verdades en aquello de que juntos somos mejores. Un ejemplo de esto que enumero fueron los acompañamientos de Tomás Rincón y Arquímedes Figuera a la salida con pelota dominada de los defensores, así como los apoyos de Juan Pablo Añor y Rómulo Otero para con los mismos volantes o sus relevos para auxiliar a los laterales criollos.

A todo esto hay que sumarle la sociedad formada por Josef Martínez y Salomón Rondón, quienes hoy, si existiese la posibilidad de obtener certezas tras un partido de fútbol, demostraron ser casi inamovibles de cara al estreno copero. El 9 participó en la generación de juego y supo hacer de frontón en favor a sus compañeros que llegaban desde la segunda línea; Martínez, nuevamente, ha encontrado en la selección el contexto propicio para explotar sus virtudes, incluyendo aquellas que lo obligan a sacrificarse más que a lucir.

Pero un partido de fútbol es mucho más que 35 minutos. El tiempo restante nos recordó a versiones menos memorables, tanto de la etapa de César Farías como de Noel Sanvicente. El equipo se partió y a partir del primer gol tico, desapareció todo aquello que se había ganado futbolísticamente. No hubo reacción ante ese percance y no quedó más que pedir el final de la primera etapa, demostrando que el aspecto emocional se mantiene frágil como en meses anteriores.

– Los segundos 45 minutos no fueron diferentes, y algunos errores (salida en falso y lento retorno de Alexander González, así como una marca sin contundencia de Oswaldo Vizcarrondo) permitieron la segunda anotación de los locales, dejando en evidencia cual es la asignatura más inmediata de este ciclo: sostener los picos de alto rendimiento lo suficiente como para que la selección compita en igualdad de condiciones. Suena sencillo, pero el pasado nos recuerda lo complicado de esa empresa.

– Queda por conocer si la conformación del banco de suplentes obedeció a la puesta en forma del resto de los futbolistas, o si simplemente fue un error contar con un único volante ofensivo como opción. Ante la necesidad de buscar la igualdad, quedó nuevamente en evidencia que la acumulación de delanteros no soluciona nada si estos no reciben pelotas que les permitan explotar sus virtudes. La entrada de Christian Santos no superó lo testimonial.

– La presentación en Costa Rica muestra un avance en comparación con los partidos previos. A falta de una semana para el inicio de la Copa América Centenario, aún cuesta hacerse con una idea clara de cuál es la identidad de este grupo, pero sí aparece en el horizonte una posibilidad: ser el equipo de los primeros minutos del partido. No se antoja imposible, pero por ahora, sólo nos queda recordar al profesor Garganta y acomodarnos dentro de la ansiedad que produce la duda.

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