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Copa América: una anomalía llamada Venezuela

Venezuela está compitiendo en su grupo, algo que no debería ser noticia si no se conocieran las circunstancias en las que llegó a la Copa América. ¿Cómo es posible? La respuesta es una suma de ingredientes que incluso retan a la lógica y esencia de la disciplina. Entonces, la gran pregunta es: ¿estamos ante la presencia de un cambio de la Vinotinto? ¿Vamos camino a una selección de autor? José Peseiro tiene la palabra

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Venezuela
EFE

Caprichosa es la memoria. «Somos nuestra memoria, somos ese quimérico museo de formas inconstantes, ese montón de espejos rotos», dijo Jorge Luis Borges. Me pregunto cómo recordaremos, cuando pasen los años, a esta selección venezolana que llegó a la Copa América como cordero, por el pasado sin éxitos y por la plantilla enferma, y se ha convertido en un lobo. Un lobo herido.

Venezuela, enjaulada, escapó de Colombia, que deberá jugarse la clasificación ante Brasil. Y mordió a Ecuador, hoy, el principal candidato a ocupar el último lugar del grupo B. ¿Cómo es posible? La respuesta, desde lo estrictamente futbolístico, no es posible. Soy el primero en desechar argumentos metafísicos. Sin embargo, pareciera que estos muchachos, muchos «robados» del fútbol nacional, se bañaron en un pozo de fe. Mano, tengo fe.

Pero la epopeya necesita aterrizarse; acercarse a lo que sucede en la cancha, para intentar comprender lo visto contra Ecuador, partido muy diferente, en ejecución, a lo visto contra Brasil y Colombia. Al tercer encuentro, la Vinotinto resucitó. Permitió menos remates, generó acciones colectivas, miró al arco contrario y llegó al gol. Esto último, clave para competir.

Le urgía a Venezuela mejorar el plan con el que llegó a Basil: defender. No se trata solo de acumular hombres frente al portero. Es cierto: defensa y ataque no se pueden dividir. Se influencian. Si ataco mal, defiendo mal y viceversa. Pensemos por ejemplo en el segundo gol de Ecuador: el equipo criollo quedó en minusvalía tras una mala ejecución de una jugada ofensiva: un tiro de esquina.

https://youtu.be/HGizqU96BQw

La principal obligación cuando se defiende es que el rival no llegue a la zona de remate. Pero si el rival lo consiguiera, es necesario ocupar el espacio para que el rematador no tenga la libertad. Ese rival puede intentar la vulnerabilidad de muchas formas, con velocidad o gambeta, por ejemplo. O mediante el juego de pases. Como sea, siempre será urgente bloquearle, incomodarle, obligarle a jugar contra natura.

A pesar de que Venezuela defendió con dos bloques muy pegados contra Brasil y Colombia, no fue eficiente a la hora de cumplir con esa misión. En consecuencia, los de Tité remataron 16 veces y los de Reinaldo Rueda 17. Contra Ecuador, ese promedio bajó a 7. Recalquemos algo: hablamos de remate al arco.

La solidaridad es muy importante para cumplir con la meta de defender. Un claro ejemplo es el primer gol de Perú ante Colombia, la jugada que inicia el centro y remate al poste, que habilita el segundo remate efectivo, viene de un descuido en la marca de Jun Guillermo Cuadrado. Y en el primer tanto de Venezuela contra Ecuador, Edson Castillo recorre la zona de los volantes recuperadores hasta la zona de los defensores centrales, sin que absolutamente nadie le siga.

Igualmente, para defender bien es importante conocerse. «Pequeñas sociedades», explicaba César Luis Menotti. Entenderse lleva tiempo. Por eso se nota mucho cuando los centrales no están coordinados o cuando un defensa sale tarde y habilita al jugador rival durante la ejecución de un off side. Y es allí donde aparece esa anomalía llamada Venezuela. Por momentos, sobre todo contra Ecuador, pudo más que competir, incluso estando debajo del marcador. Volver a un partido con el marcador adverso, remontar, no es una marca venezolana. Y hacerlo, en estas circunstancias, es un gran logro de estos jóvenes.

Porque, por más que en los primeros tres partidos las alineaciones se hayan repetido, la selección venezolana es apenas un proyecto. No tenemos ni idea de cuántos de estos nombres de urgencia, que hoy representan, con mucho mérito, a la Federación Venezolana de Fútbol, estarán en las eliminatorias. De hecho, ni siquiera podemos asegurar que son inamovibles dentro de la misma Copa América, pues contra Perú se necesitan los tres puntos si no se quiere depender de otros.

La buena noticia es que además de defender mejor, en su último partido Venezuela se atrevió a más. Identificó las falencias del rival y ejecutó con responsabilidad. No fueron centros «a ver qué pasa». Fueron asistencias pensadas en un rematador. Sin embargo, también es importante el llamado a Tierra. Estas acertadas decisiones que tomaron los jugadores venezolanos, están permeadas por una realidad: la irregularidad de los participantes.

El hecho de que solo Brasil tenga un 11 definido y un juego reconocible repercute en la permutación de las posiciones tanto en las eliminatorias como en la Copa América. Colombia, Ecuador y Perú están buscando respuestas en plena competencia, de allí el ensayo y error en las alineaciones. Venezuela no. Por urgencia (la covid-19), se vio obligada a repetir nombres y a ejecutar una sola idea. En ese contexto, ha conseguido un pequeño tesoro. El tiempo dirá si ese hallazgo fue un maravilloso accidente o si es el principio de la conformación de un equipo de autor, de una Vinotinto que quedará en la memoria como la verdadera selección de José Peseiro.

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