Día del orgullo

"Mi nombre es Rey y no soy diferente a nadie"

Cantante y compositor aficionado, Rey es el mayor de siete hermanos. ¿Militante de alguna causa LGTBIQ+? No necesariamente: aunque le tocó enfrentar la dura realidad, se asume como un ser humano igual a cualquiera

Rey
Daniel Hernández
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“La primera canción que yo me aprendí en la vida fue una de ese gran artista –mi ídolo- que es Julio Iglesias, y se llama ‘Río rebelde’. Yo tendría 7 u 8 años y lo veía cantar y decía quiero ser cantante como él. Y así fui creciendo, escuchando sus canciones, su música, viendo sus maneras: yo voy a ser cantante como él, decía.

Si Dios me da la oportunidad lo hago. Sé que puedo hacerlo porque hasta en eso Dios ha sido complaciente conmigo: no tengo una voz tan masculina ni tan femenina marcada, sino una mezcla interesante. Eso puede ser algo positivo si puedo incursionar de manera profesional en el arte musical que tanto me gusta.

Además, he escrito un poco más de 500 canciones. El amigo con el que hago la música, que es mi vecino y nos divertimos mucho, me dice que no sabe cómo lo logro, porque me llega una letra y ya viene con la música y todo. Mira, no sé… De pronto nace la melodía y al instante viene la letra, le acomodo una historia. O está una situación como las que me han pasado muchas veces en el aspecto sentimental, comienzo con la letra y se viene la melodía.

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(Fotos: Daniel Hernández)

En varias ocasiones me hicieron propuestas para cantar, pero por miedo a enfrentar si es Reina o Rey, eso me paralizó. Incluso unos muchachos que tienen un conjunto de vallenato querían que fuera su cantante, pero por ese mismo miedo no lo hice. Con los años, desde hace un tiempo para acá, decidí que si me sale una propuesta así y Dios me da la oportunidad, me da las condiciones y mejoro la vocalización, lo hago porque ese es un sueño de mi vida. Desde que tengo uso de razón me ha gustado cantar.

Así me siento bien

Quizás tendría 4 o 5 años cuando me di cuenta de que había algo diferente en mí. Y esto comenzó a atormentarme desde muy temprana edad porque no sabía qué era:yo no encajaba con las amiguitas, mas sí con los niños, entre ellos mis dos hermanos varones. Somos siete hermanos y yo soy el mayor de todos.

Fui creciendo, llegué a la adolescencia y se marcó mucho más mi diferencia con respecto a los demás. Fue muy tormentoso para mí porque no sabía por qué yo tenía un cuerpo así, pero pensaba y sentía de otra manera.

Ya en la adolescencia, a los 14 años, decido abrirme un poquito. Antes los padres vestían a los niños de manera muy marcada, el varoncito y la niñita. Yo trabajo desde los 13 años, así que comencé a cambiar mi modo de vestir, me ponía una gorra, cosas así. Mi mami se da cuenta de este cambio y empezó a buscar especialistas, psicólogos y cuestiones, me hacen una cantidad de exámenes y le dicen a mi mamá que no tengo nada malo, nada ‘diferente’.

Llegó un momento en el que mi madre me enfrentó y me dijo: ‘Yo parí a una niña’. Eso me conmocionó, me confrontó mucho, tanto que comencé a vestir como mujer, a usar vestidos, maquillaje y esas cosas para complacer a mi mamá, porque ella llevó una vida muy sufrida, que dios me la bendiga siempre.

Me vestía así para complacerla. Mi madre empezó a sonreír, a verse feliz. Pero yo no era feliz. Yo me sentía, sin temor alguno a la comparación, como una cucaracha, me sentía inmensamente infeliz. Creo que fueron los años más tristes, más infelices de mi vida porque no era yo.

Hasta que le dije ‘no puedo seguir así porque no soy yo’. Y volví a vestirme de manera masculina un poco más marcada. Tenía entre 18 y 20 años. Me senté con mi santica y le dije: ‘mami, yo no me puedo poner eso porque no me siento bien con esa ropa’. Siempre tratando de ser muy suave con ella para no afectarla, pero aclarando que no me podía poner eso porque no me sentía bien: ‘Yo me siento bien así como soy. Por favor, respeta’.

Y paulatinamente fue cambiando todo. Mi mamá siempre me regalaba blusitas y cosas y le dije ‘mami no gastes dinero en esto porque vas a perderlo, no me lo voy a poner’. Hasta que finalmente lo comprendió. Creo que no lo aceptó nunca, pero comprendió que estaba botando el dinero y comenzó incluso a comprarme camisas más varoniles, de caballero. Y yo pude llevar mi vida con mayor soltura, siempre dentro del rango del respeto, la educación y los principios, eso sí. A veces se cree que las personas como yo no tenemos principios, que andamos fuera de la moral. Y eso es totalmente falso.

Discriminación en la UCV

Mis hermanas menores, que son morochas, nacen el 20 de julio de 1979. Yo tenía 12 años. Cuando llegó mami con las niñas, las vi así tan bonitas y sentí mucha ilusión y les dije que ellas no iban a sufrir lo que yo sufrí, que les iba a dar todo en la vida, que iba a trabajar para darles todo.

El 17 de agosto cumplí los 13 años y en octubre comencé a trabajar en una tienda en el barrio, en el mostrador. Así que trabajo desde los 13 años para ayudar a mi mamá y a mis hermanas, para ayudar a levantar a mi familia. Gracias a Dios me siento muy feliz con eso, porque a pesar de que nos criamos en zonas que la gente asume como que son sumamente peligrosas, pudimos levantarnos, pudimos –la mayoría- hacernos profesionales, mis hermanas se casaron, mi hermano también. Y todos están en sus hogares.

Rey Rodríguez: «Decidí no ser hipócrita ante la sociedad»

Yo estudié Derecho en la Universidad Central de Venezuela, me gradué en el año 2015. Ejerzo en la parte mercantil, familia y civil, eso es lo que más hago.

Nosotros vivimos en una sociedad hostil, muchas veces cruel e hipócrita a la vez. Yo desde temprana edad acepté no tener caretas ante el mundo y decidí vivir mi vida tal cual como soy y actuar de la manera que para mí es lo natural . Y sentí a lo largo de todo mi camino, de mi transición, desde la niñez, el rechazo y la discriminación de esta sociedad que te señala, te juzga, te condena de una maneta brutal, indolente.

Una cosa que me quedó muy marcada ocurrió en la época en la que ya estaba cambiando mi modo de vestir: estaba en un centro comercial con mi hermano y unos amigos y voy al baño. Al baño de damas. Recuerdo que tenía un jean verde, unas botas beige y una camisa manga corta de cuadros verdes. Entré al baño y luego entró una señora con la hija y dice ‘¿qué cosa es esa?’. Me afectó muchísimo: ¿qué cosa es esa? Y la señora salió, agarrando a su hija como que yo era un bicho. Eso no lo pude olvidar por mucho tiempo.

Después aprendí que hay personas que no tienen por qué aceptarme como soy. Siempre y cuando yo me acepte, soy inmensamente feliz. Pero sí he sentido el rechazo, la discriminación, la burla, el murmullo cuando vas pasando y la gente comienza a hablar de ti sin conocerte, sin saber los sacrificios por los que has tenido que pasar, sin saber todo lo que estás haciendo por la vida, por el mundo y por seguir viviendo.

Yo he estudiado mucho, gracias a Dios, –y no solo en la UCV- y sí sufrí bastante discriminación. Incluso en esa universidad a la que amo tanto en un par de ocasiones tuve que retirar la materia porque me conseguí con esa marcada homofobia: hacía mis exámenes, todo, y cuando veía de pronto aparecía sin nota o con mala calificación y le preguntaba al profesor qué ocurría si tenía las respuestas bien. Y me llegaron a decir: ‘conmigo no vas a pasar’.

Cuando me decían eso ya entendía: ah, no se preocupe, no me interesa pasar con usted tampoco. Iba, retiraba la materia y seguía mis estudios.

Yo decidí no ser hipócrita ante la sociedad, sino mostrarme ante el mundo tal cual como soy.

¿LGTBIQ+? No, soy humano

Hubo un momento en el que dije, no me siento bien así teniendo pechos y decidí operarme. Me hice mi operación y de verdad que me sentí el ser más feliz de la vida.

Cuando ya me plantean la cuestión de un tratamiento hormonal, ahí sí lo pensé más y decidí que no, no quiero nada de hormonas. Yo quiero seguir siendo como soy y seguir sintiendo como siento. No quiero nada más de lo que ya hice, así me siento bien y feliz. Y no incursioné en el tema de hormonas, ni de ninguna otra cosa.

Yo me presento como Rey. Yo soy Rey. Incluso en mis redes: Rey.

Mi nombre de pila es Reina Rodríguez Montilla. Lo uso en mi profesión, cuando voy a los tribunales, a un registro, que muestro mis credenciales y dicen Reina. Pero mucha gente ya de mi entorno, incluso en los tribunales me dicen “doctor Rey”, con respeto algunos, con burla otros, pero es cosa que no me molesta, ya es algo superado, gracias a Dios. Sí sufrí mucho por eso, pero ya no me afecta.

Aquí la ley no permite el cambio de nombre. La norma es severa, es taxativa. Pero es algo que ya no me preocupa. Igual que algo que me preguntaban hace poco sobre si yo pertenecía al conglomerado LGBTIQ+… Mira, yo pertenezco al conglomerado mundial, a la raza humana, a la especie humana. Yo no soy en lo absoluto diferente a nadie. En lo absoluto. Soy tan igual como cualquiera de los casi 8 mil millones de seres humanos que existimos en la Tierra.

Un tipo con suerte

En el aspecto sentimental he tenido muchísimas conquistas. Yo doy gracias a Dios por todas esas conquistas que he tenido, por todas las vivencias con esas personas que se han atravesado en mi vida. Ha sido una vida sentimental muy fructífera, gracias a Dios. Me sorprende: una vez tuve un asistente en una empresa en la que trabajé que me decía que no sabía cómo hacía yo para conquistar a tantas mujeres bonitas. No sé… pero le doy gracias a Dios.

Lo que sí le explicaba a esa persona es que me he dedicado mucho a estudiar la fisonomía del cuerpo femenino…

Y bendigo a todas y cada una de las personas que han pasado por mi vida.

Rey
El mayor de los hermanos

Todas las parejas que he tenido son completamente heterosexuales. He sido yo la única persona con mi sexualidad que ha pasado por sus vidas. Me ven como hombre y siempre me han tratado como tal.

No me he casado ni he formalizado nada porque yo desde que empecé a vivir mi vida como soy nunca he querido que me amarren. Me gusta mucho mi libertad.

Amor es lo que hace falta

A la sociedad venezolana, como al mundo, lo que le hace falta, amigo mío, en este momento es amor. Muchísimo amor hace falta en la humanidad.

A través del amor consigues paz, a través del amor tú consigues delicadeza, romance, felicidad, porque a través del amor nace el respeto. Y el respeto es la base de todo principio. Si no hay respeto no hay justicia, no hay paz, no hay amor, no hay vida, no hay nada.

La sociedad venezolana y el mundo requieren una dosis enorme de amor, porque a través del amor yo te entiendo, yo te respeto, yo soy capaz de caminar muchos senderos de distintas maneras si llevo al amor de mi mano, si llevo al amor a mi lado. El amor es crucial para la sociedad, no importa la sexualidad que tengas».

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