Economía

ANÁLISIS/ 9 grandes problemas de la economía (y de los venezolanos ) en 2019

En realidad, los problemas son los mismos que en 2018, pero en los días que corren serán más graves e impactarán con más furia la vida diaria de las personas, las familias, las empresas y todo el país. La tragedia histórica de la economía venezolana se profundiza sin que nadie haga nada efectivo para detenerla.

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Barrio- pobreza

La economía se comporta como un organismo, con funciones interdependientes. Por eso, cuando se enferma –y la venezolana está postrada, asistida por aparatos- hay una reacción en cadena, en la cual todos esos problemas se agravan entre sí, como en una falla múltiple de órganos,  y se hace más difícil tratarlos.

Lo peor, nadie los está tratando. Es como si a ese enfermo con metástasis, lleno de escaras y desnutrido, lo trataran de curar poniéndole curitas, suministrándole brebajes de hierbas y purgantes.

Esta es una lista en orden arbitrario de estos principales problemas, persistentes más allá de las convenciones de los calendarios:

1- Depresión económica.

Hay consenso en la mayoría de los economistas en que la tragedia económica venezolana es la peor vivida por un país americano en tiempos de paz. El Producto Interno Bruto (PIB, suma total de riqueza generada por un país en forma de bienes y servicios) marcha como un camión vacío en retroceso, por una bajada.

Venezuela tendrá el peor desempeño de su PIB en todo el mundo en este 2019, calculado en 5,7% por The Economist.

El tamaño de la economía se ha reducido en 51% entre 2015 y 2018, según el Banco Mundial. En términos per cápita (por persona) casi equivale ya al de cualquier empobrecido país centroamericano.

“Feliz año 1945” apunta el especialista en matemática financiera y finanzas personales Boris Ackerman.

El PIB per cápita de Venezuela cerró 2018 en el mismo nivel que hace 73 años, cuando era de $5.102 a valores constantes, explica.

Proyecciones económicas para el año:

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Cuando una economía no crece durante más de tres trimestres seguidos se habla de una recesión, si esa recesión se prolonga en el tiempo se habla de una depresión. La de Venezuela es una “Gran Depresión”, que lleva cinco años, superior en profundidad y duración a la vivida por otros países americanos en los últimos 100 años.

Solamente entre 2017 y 2018 el tamaño de la economía se redujo en un tercio, según cálculos del FMI.

Con un PIB de unos $107.000 millones, la que fuera durante años la cuarta economía más poderosa de América Latina (detrás de Brasil, México y Argentina) es hoy del tamaño de la economía de Ecuador, el doble de la de Costa Rica, un tercio más que Guatemala y un tercio de lo que era Colombia en el año 2017.

Todo esto es un problema nacional, pues significa parálisis de las inversiones, menos oferta de bienes y servicios en el mercado, escasez crónica de productos esenciales, de materias primas, maquinarias y repuestos; más desempleo porque disminuye la actividad empresarial, puestos de trabajo peor remunerados, más pobreza y más migraciones masivas, pérdida de valor en infraestructuras y medios de producción y en general se propaga un sentimiento de derrota, de abandono.

Entre 2015 y 2018 el consumo en el sector privado se ha hundido un sorprendente acumulado de 57%, según estimaciones independientes de la firma Torino, sobre la base de datos oficiales.

Solamente en carnes, el consumo per cápita ha caído desde 23 kilos anuales en promedio en 2012 a solo cuatro kilos por persona en 2018, según cifras de Fedeagro, el gremio de los ganaderos.

2- Hiperinflación.

La inflación es el alza sostenida de los precios en una economía. Se habla de hiperinflación cuando supera el 50% mensual. Venezuela ya tiene más de un año en hiperinflación y todo apunta a que esta será una de las más virulentas y duraderas de la historia mundial.

Hungría, Zimbabue, Alemania, la exYugoslavia y Grecia vivieron estos tormentos hace décadas, con cifras que escapan a la comprensión humana.

La peor noticia: en Venezuela hoy se conjugan casi todas las causas que provocaron y alimentaron en esos países las peores hiperinflaciones de la historia mundial.

La mala gestión de los gobiernos; destrucción de la economía y la producción; la desconfianza en las políticas públicas; la eliminación de la autonomía del Banco Central; las expectativas negativas y el pánico entre los consumidores; las expropiaciones y confiscaciones masivas; el enorme gasto militar; el endeudamiento sin resultados; la baja recaudación real de impuestos; la pérdida absoluta de la confianza en la divisa local; los controles de precios, el castigo penal a comerciantes y productores; el abandono forzado del campo; la merma en las exportaciones son causas que se encuentran en esos episodios.

Y como nadie está haciendo nada para atacar el fenómeno –el gobierno ni siquiera reconoce que existe- es fácil prever que también será una de las hiperinflaciones más duraderas de la historia.

En octubre pasado el Fondo Monetario Internacional proyectaba para 2019 una inflación de 10 millones por ciento, casi 10 veces más que el 1,3 millones por ciento de 2018.Diez millones por ciento de inflación en promedio significa que si algo costaba un bolívar soberano este primero de enero, costará 100 mil bolívares al cierre de diciembre próximo.

O, un navideño pan de jamón, que cerró 2018 en unos Bs 6.000, valdrá 600.000 en 12 meses.

Como problema generalizado, la hiperinflación sume a la gente en un estado de zozobra. Por muy caro que resulte ahora cualquier cosa, en cuestión de horas y días nos va a parecer muy barato.

Para los asalariados, las familias y las empresas se hace imposible planificar un presupuesto de ingresos y gastos.

El signo monetario nacional pierde toda reserva de valor (es estúpido ahorrar en bolívares),  de valor de cambio, pues nadie lo quiere aceptar para tasar negocios, y hasta como unidad de cuenta, pues como referencia de precios no sirve de nada.

Todos toman como referencia una moneda dura, en el caso de Venezuela, el dólar.

Los salarios en bolívares se vuelven inservibles, no alcanzan ni para satisfacer las necesidades mínimas diarias, las grandes mayorías se vuelven más pobres y mal nutridos y se hace imposible afrontar gastos inesperados, como la compra de una medicina, la reparación de un electrodoméstico o de un vehículo.

La hiperinflación en Venezuela incluye una realidad más siniestra que en los procesos vividos por ejemplo en el sur de América en los años 80. En Argentina, Perú, Brasil, de alguna forma los salarios formales eran indexados muy frecuentemente al alza de los precios.

Aquí no, de modo que el salario mínimo decretado con bombos y platillos por la propaganda oficial chavista equivale hoy apenas a unos ocho dólares mensuales, al cambio oficial Dicom del cierre de diciembre (Bs 638) y alcanza si acaso para pagar dos almuerzos en un restaurante barato.

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Foto: Daniel Hernández/El Estímulo

3- El déficit fiscal.

Es simplemente la diferencia entre lo que gasta y lo que le ingresa a un gobierno. Como ocurre a cualquier familia, no alcanza el ingreso ordinario ni extraordinario para cubrir el creciente gasto público.

Pero por lo general un jefe de familia recurre al banco, a las tarjetas de crédito, a los amigos y familiares, a las horas de sobre tiempo, a los tigres (trabajos eventuales) y a la creatividad y el sacrificio para ajustarse.

Una empresa suele hacer ajustes propios, desinversión, se adapta a las nuevas condiciones del mercado, recorta gastos ordinarios, reduce de personal, vende activos, aplica estrategias agresivas para conquistar y mantenerse en mercados.

El chavismo no. Ese déficit fiscal, que según economistas equivale a unos 17 puntos del PIB y se ha mantenido por encima de 12% durante años, es financiado de manera irresponsable y nociva para todos los venezolanos.

La práctica llevada al máximo por el gobierno de Maduro es monetizar ese déficit. Es decir, cubrirlo con la emisión masiva de dinero “inorgánico” sin respaldo en reservas reales de divisas o activos monetarios.

Este aumento de la oferta monetaria y de la liquidez (dinero en poder del público) a su vez sirve de combustible a los precios.

Ese dinero –básicamente digital- actúa como paladas de carbón en la caldera de la locomotora de los precios.

La propaganda oficial dice que el gobierno marcha firme rumbo al déficit cero, pero eso es otra mentira repetida mil veces. La verdad es que Maduro no tiene de donde sacar plata ni para pagar los uniformes de sus soldados, ni para pagar importaciones, o cumplir ofertas populistas como la de entregar pedazos de carne de cerdo a las familias en Navidad.

Algunos economistas independientes ubican ese déficit entre 15% y 20% del PIB anual (el gobierno oculta su propia cifra). Esto supone una insostenible brecha de unos $20.000 millones que además no puede ser financiada por medios convencionales.

En un país normal un déficit tolerable, financiable, suele tener un tope de tres puntos del PIB.

AP Images

AP Images (Archivo)

4- Dinero inorgánico.

Este problema está asociado al anterior, como una correa de transmisión que lleva el impacto nocivo de la irresponsabilidad fiscal a todo el resto de la economía.

De hecho, un prominente panel de economistas, consultados por Prodavinci, coincide mayoritariamente en que “En Venezuela, la hiperinflación fue causada por una pronunciada expansión de la cantidad de bolívares circulantes por parte del Banco Central de Venezuela, destinados a financiar el déficit fiscal del gobierno”.

El chavismo, que de manera inconstitucional desde hace años le quitó toda autonomía al Banco Central, emite masivamente dinero para financiar su gestión diaria y cubrir a sus empresas no financieras, inclusive a Petróleos de Venezuela, que ya está quebrada y funciona gracias a que el Banco Central le transfiere chorros de dinero en forma de bonos.

De hecho, la base monetaria creció más de 175.108% en 2018, según se desprende de los datos del Banco Central. Este indicador clave es la suma de todo el dinero legal emitido, en circulación en manos del público en forma de billetes y monedas, más las reservas de los bancos comerciales.

Hay otro indicador clave, el de la liquidez monetaria. Por cada bolívar que emite el Banco Central circulan 10 bolívares más en promedio dentro del sistema, debido al efecto multiplicador del crédito bancario en el volumen de dinero.

En 2018, esa liquidez se multiplicó por 45.000 veces, según el Banco Central. En los últimos meses del año se multiplicó está expansión de dinero corriendo cada vez a mayor velocidad atrás de bienes cada vez más escasos.

5- Financiamiento y crédito.

Venezuela está en la posición de una madre o un padre de familia que pese a recibir fuertes aumentos de sueldos se hubiera mal acostumbrado a usar la tarjeta de crédito para hacer mercado todos los meses, pagar el colegio, las cuotas del carro, el seguro y hasta las fiestas de fin de semana.

El chavismo dilapidó la mayor bonanza petrolera de la historia. Ahora que todos sus ingresos cayeron con la producción del petróleo, este cliente moroso va y le dice al banco que no va a pagar las cuotas de las tarjetas.

El problema mayor es que el país necesita inversiones masivas de miles de millones de dólares, con recursos propios, préstamos y donaciones internacionales para comenzar a levantarse.

Un país normal suele tener acceso a los mercados internacionales de crédito. Esto es parte del sistema financiero mundial.

Hay créditos de los llamados organismos multilaterales, como el FMI y el Banco Mundial (de los cuales Venezuela es socio y tiene derecho a préstamos garantizados por su aporte de capital). Hay otros, de los mercados privados, donde se incluyen bancos comerciales y fondos de inversión que compran bonos de deuda y otorgan créditos a la exportación y a proyectos de inversión.

También hay préstamos bilaterales, de gobierno a gobierno, como los que ha entregado China al chavismo a cambio de petróleo y otros minerales y que según fuentes oficiales suman unos $60.000 millones s a través de varios fondos. Pero las condiciones de esos préstamos han sido escondidas por los funcionarios chavistas.

El caso es que de manera irresponsable, los gobiernos de Chávez y Maduro contrajeron más de deuda de la que el país podía honrar. Durante años privilegiaron el pago de los intereses y capital de estos préstamos que fueron dilapidados, robados, o malversados (de hecho no hay obras públicas que se puedan exhibir y hayan sido financiadas con ese dinero).

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Y ya no hay con qué pagar. De modo que los acreedores llevan meses organizándose legalmente y están agotando su espera, para emprender demandas costosas que pueden significar la pérdida de bienes venezolanos en el exterior, desde instalaciones de la filial Citgo, hasta cargamentos de petróleo en tránsito.

El gobierno de Maduro terminó en default selectivo (impago parcial) de compromisos de deuda, y hoy debe más de $7.700 millones en cuotas vencidas acumuladas en bonos de Pdvsa y la República.

En el mercado hay $60.000 millones en circulación, de una deuda pública total que supera los 140.000 millones de dólares. Esta promete ser la mayor reestructuración de una deuda soberana en América, con consecuencias en los mercados globales.

La reputación internacional de Venezuela está por el suelo y el indicador riesgo país, hecho por el JP Morgan se ubica hoy en 6.832 puntos. Esto dignifica que si el gobierno de Maduro saliera a pedir prestado tendría que pagar una sobre tasa de al menos 68% por encima de lo que pagan los bonos del Tesoro de Estados Unidos.

En noviembre de 2017 Maduro declaró que no iba a seguir pagando la deuda y que buscaría renegociar y los pagos. Pero nunca ocurrieron negociaciones para reestructurar esos compromisos. Desde ese anuncio el dólar se disparó en el mercado paralelo y con él la hiperinflación, en otra evidencia de cómo un problema macro golpea el día a día de todos los venezolanos.

Pero hay un problema más espinoso: el gobierno de Maduro está sancionado internacionalmente por Estados Unidos y la Unión Europea que lo acusan de delitos que van desde atentados contra la democracia, los derechos humanos, corrupción hasta narcotráfico.

Las sanciones del Departamento del Tesoro de Estados Unidos significan que ningún agente financiero va a exponerse a negociar o comprar deuda del chavismo porque sería sancionado a su vez con multas, cierres de cuentas o hasta acusaciones de apoyar un régimen dictatorial.

Entonces, el cierre de los mercados financieros tenderá a prolongarse junto con el gobierno de Maduro.

Y con ello la escasez de casi todos los bienes básicos, de repuestos, maquinarias y equipos, especialmente los importados por el Estado.

Mientras, algunos privados –principalmente vinculados a los militares que controlan el poder- usan dólares del mercado paralelo para seguir importando productos que están en el mercado por encima de los precios internacionales.

Es explica en parte por qué en los comercios venezolanos se consigue whisky de 12 años, jabón turco y aceite de oliva, pero no hay medicinas para la tensión arterial, antibióticos o mantequilla nacional.

6- Petróleo.

Este podría ser la madre de todos los problemas de la economía productiva. Años de corrupción, malversación de fondos, gerencia incompetente, despidos o fuga de personal calificado, han convertido a Pdvsa en una de las peores empresas petroleras del mundo.

Solamente por la baja en el volumen de exportaciones el país dejó de percibir $14.000 millones en 2014, según cálculos de economistas.

La producción ha caído en picada en 20 años y se ha acelerado el colapso durante del gobierno de Maduro. Hoy se acerca al millón de barriles por día, con las exportaciones más bajas en 28 años, en cerca de 1,2 millones de barriles por día.

A ese volumen hay que descontar los 400.000 que se envían a China para pagar deuda ya malgastada y los cerca de 300.000 que van a Cuba y otros aliados políticos.

De las exportaciones totales, las únicas que producen caja en efectivo son las destinadas a Estados Unidos, que también han caído a niveles históricamente bajos.

Como el petróleo aporta cerca de 97 de cada 100 dólares que ingresan a la economía venezolana, eso significa una mengua constante. Pdvsa, que era una importante pagadora de impuestos, está tan quebrada que ha sido perdonada de esta contribución.

No se espera una recuperación en el corto o mediano plazo y el país tampoco tiene fuentes importantes para aumentar su entrada de divisas.

Aquí entra el dólar como problema derivado. Ante la sequía de divisas en la oferta oficial, el mercado paralelo se ha fortalecido como referencia para la fijación de precios relativos en la economía (cuánto cuesta una cosa en relación a otra). De hecho la economía venezolana usa como referencia el dólar estadounidense hasta para tasar la carne en  los mercados municipales de Caracas; para alquileres, compra venta de automóviles e inmuebles, bonificaciones en las empresas, ahorro e importaciones.

La nula credibilidad en los anuncios oficiales es evidente cada vez que se amplía la brecha entre el paralelo y la tasa oficial Dicom, pese a que esta última ha sufrido mega devaluaciones constantes en  los últimos meses, superiores al 90%.

No hay razones para apostar a una estabilidad cambiaria y de hecho, el dólar es uno de los bienes más baratos que quedan –junto con el dinero prestado- porque su cotización sube muy por debajo de la inflación.

7- Infraestructura.

La situación de la infraestructura y lo servicios en Venezuela está tan deteriorada que semeja la de un país asolado por una guerra, un tsunami o un terremoto. El racionamiento de agua y de electricidad son constantes en pueblos y ciudades, inclusive en la capital Caracas (que durante años había sido preservada de los cortes de luz por razones políticas).

El déficit de energía y agua es tan fuerte que en el hipotético caso de un cambio de gobierno y de nuevos tiempos se dificultaría reactivar el aparato productivo y poner a trabajar al máximo a un sector industrial que opera muy por debajo de su capacidad instalada.

Según Conindustria, el gremio de la manufactura, 2018 terminó con solo 20% del parque industrial del país activo. Del total, el 45% trabaja a menos del 20% de su capacidad,.

Solamente la iluminación pública en las oscuras calles y carreteras acarrearían una demanda adicional que no se podría satisfacer en las actuales condiciones. Reactivar las quebradas empresas básicas de Guayana, que producían acero y aluminio, mineral de hierro y bauxita también sería imposible en las condiciones actuales porque el país no tiene suficiente electricidad.

El colapso del transporte público en todo el país, desde la capital Caracas hasta los pueblos del llano le restan horas de producción y productividad a fábricas, comercios y trabajadores independientes. También supone un denigrante atentado diario contra el bienestar y la calidad de vida.

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8- Violencia criminal

Este es el caso de un problema social estrechamente vinculado a la economía. Venezuela es uno de los países más violentos del mundo y con mayor número de asesinados por cada 100 mil habitantes.

Comercios, restaurantes, talleres, servicios médicos, transporte y la actividad industrial cesan antes de la llegada de la noche, lo que le resta valiosas horas de producción a la economía.

Los robos a personas y propiedades son noticia diaria. Suelen dejar enormes pérdidas en empresas y familias. En las condiciones actuales es muy difícil reponer bienes arrebatados. Inclusive la actividad digital en aparatos móviles, desde el movimiento de cuentas bancarias, pagos móviles hasta el acceso a información, se ven limitadas por la imposibilidad de sacar un teléfono en una calle, en el metro, en un autobús, una plaza o un centro comercial. Cosas que son tan naturales en cualquier país, en Venezuela simplemente no se puede hacer sin incurrir en un alto riesgo.

POST: Para analistas políticos y economistas, la madre de todos estos problemas es la presidencia de Nicolás Maduro, el heredero designado por Hugo Chávez se ha mostrado en cinco años incapaz de asumir políticas económicas creíbles o de tomar determinaciones que son apremiantes.

Durante su gobierno se han profundizado las políticas y designios legados por Chávez, lo que incluye la gerencia de empresas del Estado por militares con la pretensión de que el uniforme los dota de mayor sabiduría y capacidad gerencial que a los civiles.

También es notoria la falta de economistas competentes en el gabinete económico; la radicalización de controles y criminalización a la libre empresa, la corrupción y discrecionalidad en el ejercicio del poder; la falta de garantías legales a la inversión, el odio de clases y la «somalización» del país. Esto último se refleja en decisiones individuales de concejos comunales, militares y alcaldes que confiscan arbitrariamente producción de bienes agrícolas y pecuarios.

En realidad, al menos públicamente en sus discursos, Maduro y sus acólitos niegan que existan algunos delos problemas enumerados en esta lista gruesa. Como sabemos, para solucionar los problemas lo primero es reconocerlos, asumirlos y atacarlos.

FUENTES: BCV, FMI, Banco Mundial, Asamblea Nacional de Venezuela, Bloomberg, The Economist, University of Groningen Data Base.

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