Espectáculos

El final de una vida de telenovela

Raúl Amundaray saltó al estrellato hace 55 años en “El derecho de nacer”, donde encarnó al médico Albertico Limonta, rol que lo marcó para siempre y se erigió en su trampolín para obtener fama, dinero y reconocimiento

Raúl Amundaray
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“Estoy bien, saludable y joven, como debe ser”, dijo divertido y entre risas Raúl Amundaray, al iniciar nuestro diálogo telefónico para la que sería la última entrevista que concediera a un medio venezolano, a fines de octubre del año pasado, publicada el domingo 27 de ese mes en El Universal.

Hacía ya dos años que estaba viviendo en Houston, Estados Unidos, con Omirita, la segunda de los tres hijos que tuvo con Omira Habibe, su primera esposa, perteneciente a una acaudalada familia de la isla de Aruba.

“Gozo de una excelente salud, nunca he estado mejor, Dios me ha protegido en eso. El padre nuestro y el espíritu santo me ayudan y acompañan. Estoy con ellos siempre. Me conservo como Dorian Gray, el personaje de Oscar Wilde”.

Nada hacía presagiar entonces que menos de tres meses después la prensa estaría registrando profusamente su fallecimiento, ocurrido la noche del lunes, 20 de enero, Día de Martin Luther King, luego de regresar con su hija de un viaje recreativo el fin de semana largo.

-Mi papá estaba estupendamente, de muy buen ánimo, como era habitual, siempre elocuente y de buen humor -cuenta desconsolada y con frases entrecortadas por el llanto-.

Cuando llegamos se sintió cansado y dijo que se iba a recostar un rato. Cuando regresé al rato a su habitación, lo encontré muy mal, quejándose de que no se sentía nada bien. Llamé a una ambulancia y cuando llegaron los paramédicos no había ya más nada qué hacer. A las 7:20 de la noche estaba muerto.

A Houston llegó, según expresó Amundaray en la entrevista aludida. “Por la terrible situación que vive Venezuela con un gobierno tan funesto. No regresaré hasta que no salgamos de esta pesadilla. Tenía una academia para la formación de actores emergentes y la tuve que cerrar para venirme, pues las cosas no estaban muy bien. Desde hacía tiempo no trabajaba en televisión, sencillamente porque allá la producción no existe, dejaron de hacer telenovelas hace mucho tiempo”.

-¿Cómo transcurre su vida en Houston?

-Aquí mi vida es más pausada. Tengo mucho tiempo para descansar, pasear y conocer lugares interesantes, además de salir a los restaurantes. Paso mi tiempo así, lentamente, viviendo la vida con calma, la prisa nunca fue elegante.

Me he adaptado a esto porque aquí se vive muy bien, hay una limpieza total en los lugares públicos y mucho orden. Por eso, los venezolanos que están aquí en Houston no se quieren ir. Además de orden, hay seguridad.

Galán de galanes

Si a la hora de hacer un balance histórico de la televisión venezolana habría que mencionar al galán más prototípico del género telenovela, el nombre de Raúl Amundaray sería el primero en surgir, absolutamente y sin ninguna duda.

Para empezar, fue el protagonista de El derecho de nacer, el más emblemático de los títulos en materia de dramáticos, el que marcó el camino a seguir en lo que a melodramas televisivos se refiere. Lo hizo en 1965, vía Rctv, cuando contaba 28 años de edad y ya tenía cierta experiencia en radionovelas.

Ya había salido airoso de su primer papel en la pequeña pantalla, un año antes, en Historia de tres hermanas, en el mismo canal, donde hacía pareja nada menos que con Eva Moreno, la actriz más reconocida de la TV de entonces. A partir de allí y su posterior rol, el éxito fue indetenible.

Raúl Amundaray y Eva Moreno en Historia de tres hermanas

El personaje de Albertico Limonta, el médico que encarnó Amundaray en El derecho de nacer, lo marcó para siempre y se erigió en su trampolín para obtener fama, dinero y reconocimiento.

Fue el galán de galanes durante las décadas de los años 60, 70 y 80 y, ya en rango de primer actor, continuó trabajando en un apreciable número de telenovelas, hasta que decidió, como muchas luminarias del espectáculo, liar sus bártulos e irse a vivir a otro país.

Temprana vocación

-Empecé desde abajo. Era huérfano de padre desde los 3 años y con solo 11 comencé como repartidor de productos de farmacia. Mientras, cultivaba mi vocación artística, gracias a las monjitas de mi colegio que sembraron en mí esa pasión, por mi desempeño en los actos culturales que ellas organizaban.

Raúl José Amundaray Castro, que así era su nombre completo, había nacido el 18 de mayo de 1937, en Caracas. “Siempre había soñado con la popularidad y llegó, pero desbordó todo lo que yo imaginé. Una euforia así por una novela como El derecho de nacer nunca se había vivido en mi país. Llenaba plazas de toros y estadios de gente que quería verme y tenía clubes de admiradoras que, cuando me veían, querían desnudarme, besarme y agitaban su ropa interior. Incluso tenía guardaespaldas”.

-A estas alturas, con casi 50 años de carrera, ¿cuáles considera que han sido sus mejores trabajos?

El derecho de nacer me marcó, toda la vida me han relacionado con el personaje de Albertico Limonta. Muchos años después hice El asesinato de Delgado Chalbaud, serie de José Ignacio Cabrujas que considero uno de los mejores trabajos, no solamente de mi carrera, sino también una de las producciones más relevantes en la historia de nuestra TV.

Otro hito en mi trayectoria fue Cristal, de Delia Fiallo, gracias a la cual estuve varias veces en España y fui premiado allá como mejor actor.

Raúl Amundaray y Lupita Ferrer en Cristal

Más recientemente, recuerdo con particular afecto el papel de Don Pipo, el abuelo bueno y simpático, que se movía entre la comicidad y el drama, que escribió Mónica Montañés para mí en su telenovela ¿Vieja, yo?, que transmitió Venevisión.

Sólo con las mejores

Otra de las telenovelas emblemáticas de su trayectoria es La usurpadora, transmitida con notable éxito por Radio Caracas Televisión en 1971 y donde compartió créditos estelares con Marina Baura, a quien consideraba “una mujer y una actriz excepcional”. El elenco era de lujo y lo integraban, además de Amundaray, Bárbara Teyde, María Teresa Acosta, Jorge Palacios, América Barrios y Agustina Martín, entre otros.

RAÚL AMUNDARAY Y MARINA BAURA EN 'LA USURPADORA'

De Marina Baura podría decirse que fue su pareja por excelencia en la ficción. Con ella estelarizó otros títulos que gozaron de buena sintonía, como Cristina y Valentina. Volvieron a hacer pareja una vez más en 1990, en Emperatriz, escrita por José Ignacio Cabrujas para la productora independiente Marte TV. Fue la última vez que trabajaron juntos.   

RAÚL AMUNDARAY Y MARINA BAURA EN 'EMPERATRIZ'

-¿Alguna otra satisfacción?

-Haber trabajado con las más grandes actrices: Eva Moreno, Marina Baura, Doris Wells, Lupita Ferrer y Pierina España. Ellas eran las mejores.

Los últimos años

-¿Está al tanto de lo que ocurre en Venezuela?

-Me entero de lo que pasa en Venezuela a través de los noticieros de la cadena Telemundo, que transmite en español. Estoy al día con todo lo que sucede en mi país.

-¿Qué otros programas ve?

-Veo telenovelas, sobre todo las colombianas, que han tenido mucho auge. Antes nosotros éramos la cabeza de la industria televisiva en esta materia. Recuerdo que en la época en que trabajaba en Cristal iban periodistas colombianos a Caracas a entrevistarme. Ahora nosotros involucionamos como productores de dramáticos y ellos son los que reinan, junto a los mexicanos. En ambos países se hacen muy buenas telenovelas.

-¿Hay muchos venezolanos en Houston?

-Muchísimos. En la calle y en los centros comerciales se me acercan siempre venezolanas que se hacen fotos conmigo y me recuerdan. Eso me alegra bastante, porque me hacen sentir que aún estoy en mi país.

-¿Cómo vive sus 82 años?

-¡Cómo que 82 años! –exclamó entonces sorprendido ante la pregunta, pero luego, riendo con ganas, se limitó a decir; “No digo mi edad, pues mi juventud es mental”.

-¿Qué piensa de lo que ocurre en Venezuela?

-Da dolor y vergüenza que a un país tan próspero y rico como Venezuela, que era la punta de lanza en América Latina, lo hayan saqueado tantos cretinos sin formación ni conocimientos para gobernar. Ahora están raspando la olla, la corrupción es brutal. Se llevan el dinero a manos llenas, mientras la inmensa mayoría del pueblo está realmente mal, pasando todo tipo de necesidades. Éramos la entrada a Latinoamérica, a donde iban italianos, portugueses, españoles y muchos otros europeos a quedarse y rehacer sus vidas. Todo eso quedó atrás.

Sepelio en Aruba

Omira Amundaray, su hija, aún sin reponerse de la sorpresa por la inesperada muerte de su padre, nos dijo que la idea es trasladar sus restos a Aruba, donde hay un lugar para él en el panteón familiar.

-A Venezuela no lo llevaremos; no por ahora, por la situación terrible que vive el país. Así respetamos su último deseo.

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