Espectáculos

Víctor Cuica, la música y el cine como santo y seña

El querido músico y actor falleció este sábado 26 de diciembre y Aquilino José Mata lo recuerda con una mirada a su muy destacada carrera de más de 50 años de actividad

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La última vez que hablé con Víctor Cuica fue el 12 de febrero de 2019, en el apartamento de Gerry Weil en la calle Negrín de Sabana Grande, en uno de los ensayos del concierto que ambos ofrecerían, junto al percusionista Carlos “Nené” Quintero y el bajista Carlos Sanoja, a celebrarse el sábado 23 de ese mismo mes en el teatro del Centro Cultural BOD, al que muy apropiadamente la promoción publicitaria, ideada por el productor Gregorio Montiel Cupello, describía como “El concierto de jazz del año”, habida cuenta del peso específico de todos ellos en el ámbito de este género, particularmente en su expresión más latina.

Quintero y Sanoja pertenecen al trío que desde hace tres años formó el notable maestro austríaco, cuya raigambre venezolana es más que notoria en su música y hasta en su vida personal (“lo estoy tanto, que hasta me casé con una india”, repite jocosamente cuando habla en la intimidad con sus amigos).

En cuanto a Víctor Cuica, participaría como invitado especial, como en muchos otros conciertos de Weil, desde que tocó en 1971 en una orquesta de su maestro y amigo que se llamaba El Mensaje, y que a decir del saxofonista, “pegó un número en el Hit Parade, donde yo rapeaba con él y que se lamaba ‘El Mensaje’, al igual que la banda. Creo que ha sido la única vez que algo mío sonó en la radio”, recordaba en esa tarde de ensayo con su muy particular voz, que con tanto sabroso gracejo hacía recordar, con sus expresiones y ocurrencias, a la de los viejos malandros de barrio.

El encuentro se nos vino a la mente al conocer la infausta noticia de la muerte de Cuica, ocurrida a las 12 del mediodía del sábado 26 de diciembre, en las instalaciones de Salud Chacao, a donde ingresó como consecuencia de un infarto al miocardio. La noticia se expandió rápidamente y llenó de consternación en los ámbitos de la música y el cine, dada su dualidad de ejecutante del saxofón y actor de numerosas películas, varias de ellas en papeles protagónicos.

En algunos paréntesis del ensayo, y como nos encontrábamos en labores periodísticas, hablábamos con los participantes sobre lo que habían sido sus respectivas carreras profesionales, y como el espacio que tendría posteriormente para redactar la nota no era precisamente abundante, les pedí que lo hicieran de la manera más sintética posible. Víctor Cuica, no solamente fue el que derrochó el mayor poder de síntesis de todos, sino el que también, en tan breve tiempo, proporcionó más detalles sobre su vida personal y musical. La describió así:

“Tengo 53 años en la música. Comencé a estudiarla a los 14 en la Escuela de Músicos Militares de La Victoria. Nací el 19 de abril de 1949 y soy caraqueño, de La Pastora. Luego empecé a trabajar en orquesticas y combos y paralelamente me metí en la Escuela Superior de Música José Angel Lamas, donde estudié ocho años. Entonces vino un evento que me cambió la vida: la fuga del Cuartel San Carlos, de donde se escaparon 23 presos políticos en1975. Yo vivía enfrente y salió un túnel por mi casa. Me llevaron preso y estuve 20 días detenido.

Estaba comenzando el cine y cerca de mi casa vivía mi amigo, el actor William Moreno, quien me llevaba para las películas y a Radio Caracas Televisión, en donde comencé de extra. Luego me salió la oportunidad de hacer cine en pequeños papeles, hasta que un día me llamaron de una empresa cinematográfica a hacer un casting para el papel de un motorizado en la película Se solicita muchacha de buena presencia y motorizado con moto propia y yo la protagonicé. De allí en adelante empecé a hacer cine. Estuve siete años sin tocar hasta que decidí regresar a la música. Y gracias a Dios, porque hoy día vivo de ella”.

Entre esa apretada reseña habría que agregar detalles puntuales, como que su debut fue en «Soy un delincuente» (1976), del fallecido realizador Clemente de la Cerda, uno de los hitos taquilleros del cine nacional en aquellos años. Al año siguiente hizo uno de los roles protagónicos, el de un pintoresco motorizado llamado Alexis, en «Se solicita muchacha de buena presencia y motorizado con moto propia» (1977), de Alfredo Anzola, otro suceso de taquilla que marcó su incursión definitiva y por la puerta grande a la gran pantalla. Nueve años después, Anzola lo reclutaría para otros de sus éxitos cinematográficos «De cómo Anita Camacho quiso levantarse a Marino Méndez» (1986).

Otras de sus películas estelares en su larga carrera cinematográfica fueron: «Carmen la que contaba 16 años» (Román Chalbaud/ 1988), «Coctel de camarones» (Alfredo Anzola/ 1984), «Panchito Mandefuá» (Silvia Manrique/ 1985), «Los platos del diablo» (Eduardo Liendo/ 1985), «Mestizo» (Mario Handler/ 1988), «Un domingo feliz» (Olegario Barrera/ 1988), «Disparen a matar» (Carlos Azpúrua/ 1990), «Santera» (Solveig Hoogesteijn/ 1994), «Amaneció de golpe» (Carlos Azpúrua/ 1988), «Maroa» (Solveig Hoogesteijn/ 2006) y «Por un polvo» (Carlos Daniel Malavé/ 2008).

Inmerso en su actividad cinematográfica conoció a la directora Solveig Hoogensteijn, actual directora de la Fundación Trasnocho Cultural, con la que se casó y tuvo dos hijos.

Como músico trabajó, durante décadas e intensamente, en varios de los locales más emblemáticos de la nocturnidad caraqueña, como Juan Sebastián Bar, La Menta, Feeling, El maní es así, Nicol’s 70, Xenón, Baby Scoth, Cota 880, Pianísimo, Ducke’s Pub, Diplomático y Number Two.

Siempre prefirió tocar como solista o como artista invitado de agrupaciones jazzísticas o de música tropical, aunque en 1979 fundó su propia formación, Víctor Cuica y su Jazz Latino, de corta duración.

Internacionalmente participó dos veces en el Festival Memphis in May, en Estados Unidos y en el Domicile de Múnich, Alemania, en el cual presentan a destacados exponentes del jazz de Europa y América. En el Festival de Montreal, en donde intervino dos veces, alternó con el vibrafonista Lionel Hampton. En el Festival Mar del Jazz de Buenos Aires la crítica lo favoreció en cada una de sus apariciones, al igual que en el Festival Iberoamericano de Gramado, en Brasil.

En el Poliedro de Caracas alternó con la Preservation Hall Jazz Band y en 1996 fue el invitado por Venezuela en las presentaciones que ofreció en ese recinto el guitarrista flamenco Paco de Lucía.

Además de sus buenas dotes para la música y el arte histriónico, Víctor Cuica será recordado siempre como el hombre afable y amistoso que siempre fue, devoto y fiel penitente los jueves santos del Nazareno de San Pablo, en la iglesia de Santa Teresa, a cuya procesión nunca dejó de acudir.

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