El pasado 26 de mayo Almagro, un veterano diplomático de izquierdas, llegaba a una OEA debilitada y en crisis financiera avalado por su gestión como canciller del popular expresidente uruguayo José Mujica (2010-2015).
Doce meses después, la OEA sigue en crisis pero ha ganado visibilidad gracias a las declaraciones, cartas abiertas y tuiteos de Almagro sobre las crisis mas acuciantes del continente, especialmente la de Venezuela.
«Es un secretario general bastante único. En un año ha dejado su marca personal en el puesto. No tiene miedo a asumir riesgos y actúa con convicción. Usa la Secretaría como una plataforma para hacerse oír», consideró Michael Shifter, presidente del centro de estudios Diálogo Interamericano, en declaraciones a Efe.
La declaración que causó más impacto fue el reciente mensaje en el que dijo que el presidente venezolano, Nicolás Maduro, será «un dictadorzuelo más» si impide el referendo revocatorio que promueve la oposición en su contra.
Pero Almagro lleva meses hablando alto y claro sobre los asuntos más divisores del continente: la crisis política y social en Venezuela, el proceso de destitución de la presidenta brasileña, Dilma Rousseff, y el sistema de inhabilitaciones electorales de Perú, entre otros.
«Rompiendo con el pasado reciente, Almagro ha estado dispuesto a manifestarse contundentemente contra las violaciones de derechos humanos y restricciones a las libertades políticas en los Estados miembros», comentó a Efe Cynthia Arnson, directora del programa latinoamericano del centro de estudios Wilson Center.
«Esto se ha visto con más énfasis en el caso de Venezuela. Pero no está claro cuánto respaldo político tiene de los Estados miembros de la OEA para tan franca postura. Esto se verá ahora que la OEA trata de ver cómo aplica la Carta Democrática en el caso venezolano», agregó.
Todo apunta a que Almagro invocará la Carta en los próximos días o semanas, lo que lo convertirá en el primer secretario general que aplica este instrumento a un Estado miembro en contra de la voluntad de su Gobierno.
Con ese paso al frente se abre un proceso de reuniones y votaciones que pueden tener como consecuencia desde resoluciones o gestiones diplomáticas hasta la suspensión de Venezuela como miembro del organismo, para lo cual es necesario el voto de dos tercios de los cancilleres.
«Sus valientes pronunciamientos defendiendo los derechos fundamentales y valores democráticos en Venezuela se distancian muchísimo de gestiones anteriores y de la política exterior ideologizada de algunos importantes gobiernos en los últimos años, incluyendo a Argentina, Brasil, y los países del Alba (Alianza Bolivariana)», dijo a Efe José Miguel Vivanco, director para América de la organización Human Rights Watch (HRW).
Almagro ha roto el largo silencio de la OEA sobre la crisis venezolana, algo que ha sido muy celebrado en prestigiosos medios estadounidenses como The New York Times o The Washington Post, que en enero le dedicó un editorial por haber «revitalizado» a una organización «considerada moribunda».
«Almagro se ha convertido en un líder regional y ha devuelto a la OEA su lugar como organismo multilateral relevante para abordar asuntos graves y complejos en el hemisferio. El mayor reto que enfrenta es conseguir que los gobiernos democráticos de la región lo acompañen para que ese compromiso por la democracia y las libertades públicas que ha evidenciado logre traducirse en resultados concretos», señaló Vivanco.
El estilo de Almagro ha sorprendido a todos en la OEA, acostumbrados a la cautela diplomática y al perfil bajo, pero su empuje no ha logrado de momento hacer que los Estados miembros que comparten, en privado, su opinión sobre Venezuela secundan en público su llamada a la acción.
Prueba de ello es que en el Consejo Permanente de principios de mes en el que compareció la canciller venezolana, Delcy Rodríguez, solo la misión de Estados Unidos tomó la palabra para denunciar la situación de crisis política, social y económica que vive el país.
«El reto de Almagro es ir más allá de tomar posiciones personales y construir un apoyo político e institucional más amplio para las acciones que la OEA debería emprender», apuntó Shifter.
Quienes sí se han pronunciado abiertamente son los países del Alba, que defienden sin ambages al Gobierno venezolano y denuncian que Almagro no es imparcial, llegando incluso a sugerir, como Ecuador y Venezuela, que si continúa por esa senda podría ser destituido de su cargo, una decisión política de los Estados miembros que requiere el voto de dos tercios de los cancilleres.