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La elección presidencial en Costa Rica augura segunda vuelta

El populismo conservador y religioso se hace presente en la campaña electoral a través del matrimonio de las parejas homosexuales. Una campaña electoral dispersa caracteriza a los comicios presidenciales de Costa Rica, que se realizarán este domingo 4 de febrero.

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TEXTO: Manuel Tovar | Ezequiel BECERRA | AFP

Dependiendo de la encuesta que se consulte, 5 de los 13 aspirantes al más alto cargo del país se perfilan como el favorito, pero ninguno de ellos está cerca de lograr 40% mínimo para triunfar en primera vuelta, de hecho, ninguno sobrepasa 17% de la intención de voto.

Los principales candidatos a la presidencia son el pastor evangélico, Fabricio Alvarado, del Partido Restauración Nacional; el abogado y empresario, Antonio Álvarez, representante del tradicional Partido Liberación Nacional; el penalista Juan Diego Castro, por el minoritario Partido Integración Nacional; y el abogado Rodolfo Piza, del tradicional Partido Unidad Socialdemócrata de Costa Rica.

El aspirante oficialista del Partido Acción Ciudadana, Carlos Alvarado ha repuntado recientemente, pero no se sabe si ese último empujón servirá para cautivar a los votantes con miras a la segunda vuelta. Completan la lista de candidatos, aparentemente sin opciones, Edgardo Araya, Otto Guevara, Stephanie Campos; Oscar López; Sergio Mena; Mario Redondo, John Vega y Rodolfo Hernández.

Lo único prácticamente seguro en las elecciones de Costa Rica es que habrá segunda vuelta en abril. La campaña es un reflejo de la diversidad de posturas, a menos de una semana de la elección más de 30% de los electores no habían definido por quien votarían, aunque expresaron su intención de hacerlo. Se antoja interesante el reacomodo de las fuerzas con miras a la segunda vuelta.

Atrás quedaron los tiempos del bipartidismo en que los socialdemócratas del Partido de Liberación Nacional y los socialcristianos de Unidad Social Cristiana marcaban la política del país. Con la irrupción en 2002 del Movimiento Libertario, el Frente Amplio y del hoy oficialista Partido Acción Ciudadana del mandatario Luis Guillermo Solís el panorama cambió.

Costa Rica tiene claro su identidad política como la única nación latinoamericana sin Ejército, un país pequeño pero con una democracia fuerte que busca ser pujante, a pesar de que la crisis económica ha ralentizado la economía. Sin embargo, la irrupción de estos candidatos no convencionales ha causado ruido.

De los cuatro aspirantes que lideran los sondeos por la presidencia, Antonio Álvarez del PLN y Rodolfo Piza del PUSC son representantes de los partidos tradicionales –y sólo el primero luce con una posibilidad real de llegar a segunda vuelta–. Mientras que Juan Diego Castro, que caló hondo con un discurso populista, antisistema y por momentos soez que recuerda a la campaña del hoy presidente de Estados Unidos Donald Trump, y Fabricio Alvarado, quien ha logrado numerosos apoyos con sus declaraciones contra el matrimonio homosexual, han logrado un surgimiento inesperado en las encuestas.

Las preguntas que surgen son ¿Cuál de los candidatos puede capitalizar el voto? ¿Las maquinarias tradicionales? ¿Los antisistema laicos o conservadores religiosos?.

Conservadurismo o progresismo. Los costarricenses se han planteado estos comicios como una encrucijada. El tema que ha predominado o irrumpido en la campaña, lejos de los asuntos electorales clásicos como la economía, reforma fiscal, inmigración, corrupción, criminalidad o desempleo, es el conservadurismo y lo que la nación centroamericana aspira ser como sociedad. El matrimonio homosexual se convirtió al final de la campaña en un punto importante en la agenda electoral.

Al respecto el politólogo independiente Jorge Vega le declaró a la agencia AFP: “No son temas fundamentales para el país, pero tocan fibras muy sensibles para la gente porque tienen que ver con sus creencias personales, su visión de mundo”.

Y ha sido ese el punto que ha llevado al surgimiento o caída de los candidatos que prácticamente se han agrupado a favor del matrimonio homosexual, en su contra, o en respaldo a las “sociedades de convivencia” –un reconocimiento a las parejas del mismo sexo de igualdad ante la ley, tal como el de las parejas heterosexuales, pero sin el carácter religioso de su unión–.

“Estamos hablando de un país conservador, religioso”, afirmó el politólogo Felipe Aguilar, del Centro de Investigación y Estudios Políticos de la Universidad de Costa Rica a la agencia francesa.

Las investigaciones de ese centro señalan que los costarricenses están divididos en tres partes iguales, un tercio con posturas conservadoras anti matrimonio homosexual, otro tercio con posiciones más liberales pro matrimonio homosexual, y el tercero que fluctúa o tiene una posición de conciliación entre ambas líneas de pensamiento y que también incluye otros temas como el uso de la marihuana, la laicidad del Estado y el aborto.

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