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El príncipe Andrés, su díscolo pasado y los dolores de cabeza de la reina

Durante toda su vida adulta, el comportamiento de Andrés ha estado lleno de excesos, incluso sexuales. Un libro de 1995 cuenta sobre ese pasado que hoy encuentra su espejo en las acusaciones y el juicio que enfrenta el príncipe, uno de los hijos predilectos de la reina y que, a pesar de ello, ha sido despojado de todos sus títulos

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Foto archivo AP

Lo que está viviendo el príncipe Andrés actualmente, a raíz del caso contra Jeffrey Epstein, es solo un colofón de lo que ha sido su comportamiento durante su vida adulta. En el Palacio de Buckingham son conocidos sus excesos sexuales, y los escándalos que muchas veces tuvieron que tapar, mucho más que con el resto de sus hermanos.

El libro Esplendor y ocaso de la dinastía Windsor, de Donald Spoto, fue escrito en 1995 pero luce muy actualizado, al menos en lo que respecta a Andrés y frente a las acusaciones que lo llevarán a un juicio en Estados Unidos.

Andrés, fotografiado en abril de 2021. Foto Steve Parsons / POOL / AFP

Spoto es un ensayista estadounidense, reconocido por sus muchas biografías, entre ellas Alfred Hitchcock, Tennessee Williams y Marilyn Monroe. Su libro sobre la realeza británica fue considerada «una visión bien documentada de los Windsor».

Aunque el libro de Spoto se ensaña más con el príncipe Felipe y el triángulo Carlos-Diana-Camila, las páginas que le dedica a Andrés son elocuentes.

«Randy Andy»

Asegura Spoto que cuando algún antimonárquico buscaba el desprestigio de la casa real, no necesitaba inventar ni exagerar nada: con buscar en la vida «de indulgente indolencia» del príncipe Andrés tenía suficiente.

Y no se trata solo de sus polémicos amoríos, entre ellas de la actriz porno Koo Stark, sino de su propio comportamiento, tan «perverso» según Spoto, que se le confería el apodo de «Randy Andy» (o aventurero Andy).

Un afiche de Koo Stark. Foto cortesía Amazon

Según varios testigos confiaron al autor, entre ellos Malcolm Bakers, quien trabajó varios años en palacio durante los 80, Andrés pellizcaba a las jóvenes que salían de la iglesia, vestía de falda escocesa y proclamaba que no tenía nada abajo y que todo eso funcionaba bien, lanzaba cal a los periodistas, atropellaba y maltrataba a sus sirvientes, pintó su cuarto de púrpura y anaranjado, hacía fiestas con sus amigos en sus habitaciones que terminaban con comida tirada por todo el piso, recibía a una mujer diferente cada noche y se rumorea que también a hombres, con los que se divertía mientras ellos estaban desnudos o con lencería femenina.

Las preocupaciones de la reina

La reina Isabel no solía inmiscuirse en los asuntos amorosos de sus hijos, especialmente de los que no eran herederos directos al trono, pero el comportamiento de Andrés la llevó a pronunciarse más de una vez.

Lo citó cuando se enteró de «las hazañas» de Koo Stark en la pantalla y lo conminó a terminar con esa relación. También se sintió perjudicada por una polémica «revista» que el príncipe Andrés pasó a marineros desnudos o semidesnudos.

«La madre tampoco se sintió muy divertida cuando el príncipe intervino en un turbulento espectáculo sexual en 1984. En una suerte de sátira a la tradicional inspección a la cual se sometía a marineros con equipos completos, Andrés fue fotografiado a bordo del HMS Brazen, pasando revista a compañeros de la marina que exhibían diferentes grados de desnudez, y los sostenes y bragas más transparentes», dice el libro.

La reina siempre ha sido particularmente condescendiente con Andrés, el tercero de sus hijos. Cuando se casó con Sarah Ferguson aprobó el gasto de 5 millones de libras esterlinas (unos 15 millones de dólares actuales) para construir Sunninghill Park, el hogar de la pareja, que luego los ingleses, con su fino humor, comparaban a las mansiones de la teleserie Dallas. También le costó mucho reprender a Andrés por el escándalo en que está sumido tras las investigaciones a Jeffrey Epstein, y las acusaciones de haber tenido relaciones sexuales con menores de edad.

El jugueteo con la bisexualidad

Provocado por él mismo o no, de la bisexualidad de Andrés se habló mucho en aquellos años 80, incluso mientras estuvo casado con Sarah Ferguson.

En 1984, el mismo año de la polémica «revista» en el HMS Brazen, Andrés hizo un encuentro con 30 marineros más (según Spoto, la mitad de ellos reconocieron años más tarde su homosexualidad) en el que los disfrazó de camareras para que le dieran nalgadas. Esto ocurrió en el marco de una especie de cofradía que tenía Andrés llamada «Cenas escolares» y que imitaba satíricamente a los comedores de las novelas de Charles Dickens y les imprimía un sesgo sadomasoquista.

Ya casado con Sarah, sostiene Spoto en el libro y refiriéndose a infidelidades, Andrés «se había mantenido ocupado» (al igual que su esposa).

«Andrés se había mantenido ocupado, no solo con esta o aquella joven sino también (según se rumoreaba) con compañeros de tripulación a quienes había conocido desde los tiempos de acciones en las Malvinas. Con excesiva frecuencia, murmuraba la gente, Sarah había regresado a su hogar en las afueras de Londres para encontrar a Andrés que salía de lo que parecía ser una sesión de travesuras de dormitorio con un compinche de la marina».

En general, según Sarah, Andrés pasaba muy poco tiempo con ella (unos 42 días al año) e incluso cuando tenía licencia de la marina «prefería ir a otros sitios».

La estrategia de la corona

Con todo lo que cuenta Spoto en su libro, y también otras publicaciones, se sabe que fácilmente el príncipe Andrés podía manchar el protocolar apellido Windsor y, todavía peor, la institución de la corona. Pero dejaban pasar sus desmanes hasta que fue demasiado tarde.

Según contó la profesora experta en realeza Pauline Maclaran a la BBC, «existe un gran potencial para que (Andrés) contamine a la familia real en general». Esto explica la decisión de la corona de despojarlo de todos sus títulos, incluso del de Alteza Real.

Para el historiador real Robert Lacey, Andrés fue «despojado de la realeza». Se convirtió en un ciudadano común.

La corona convirtió a Andrés en un ciudadano común. Foto AFP

«…Podría verse como algo inevitable. En lugar de enfrentarse a un sinfín de preguntas incómodas sobre el futuro del príncipe Andrés, el Palacio de Buckingham realizó un ataque preventivo, anunciando efectivamente que nunca volverá a desempeñar un papel real oficial», escribió Sean Coughlan, corresponsal de Realeza de la BBC. Parece que la corona sentenció a Andrés antes que el juez estadounidense que lleva el caso. ¿Será porque su pasado lo condena?

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