Así es la vida en un salón de bodas que ahora acoge a refugiados
"La gente llega, duerme una o dos noches y se va; ofrecemos también comida, y desde aquí salen autocares y microbuses hacia Alemania, Italia o España", cuenta a Efe Gianina Mandrila, una estudiante de Filología que trabaja estos días como voluntaria atendiendo a quienes huyen del ataque ruso
Hace apenas dos semanas, en el Magníficus Plaza se celebraban bodas. Desde que Rusia comenzara el 24 de febrero la invasión a gran escala de Ucrania, esta sala de fiestas de la ciudad rumana de Suceava se ha transformado en un centro de acogida para miles de refugiados que huyen de la guerra.
«La gente llega, duerme una o dos noches y se va; ofrecemos también comida, y desde aquí salen autocares y microbuses hacia Alemania, Italia o España», cuenta a Efe Gianina Mandrila, una estudiante de Filología que trabaja estos días como voluntaria atendiendo a quienes huyen del ataque ruso.
Según su dueño, Stefan Mandachi, en la sala de fiestas y el hotel, a unos 40 kilómetros de la frontera con Ucrania, han sido alojados de forma gratuita más de 1.500 refugiados de Ucrania.
De Chernivitsi a Madrid
Una de estas refugiadas es Eugenia Lastiuka, que residía hasta ahora en la ciudad de Chernivtsi, en el suroeste de Ucrania, junto a la frontera rumana.
Latiuska viaja con sus cuatro hijos y otros familiares y ha pasado una noche durmiendo sobre los colchones que ocupan ahora el lugar de las mesas en el salón de bodas.
«Queremos ir a España, a Madrid, donde vive y trabaja mi hermana», dice rodeada de sus hijos, menores de edad. El autobús que la llevará a la capital de España tiene previsto salir a última hora de la tarde del sábado de Suceava.
Alojamiento con familias
Ioana Samoilescu trabaja desde hace tres años como relaciones públicas de la empresa propietaria de Magníficus. Desde hace poco más de una semana se ocupa de gestionar el influjo masivo de refugiados.
«Conductores y empresas de transporte rumanas se ofrecen para llevar gratis a su destino a los refugiados; han empezado a llegar también conductores de Europa occidental, que cruzan dos veces el continente para llevar a sus países a los refugiados ucranianos», explica.
Además de ofrecer cobijo, los voluntarios y el personal de la sala de fiestas se ocupan de poner en contacto a los refugiados con particulares rumanos que se han ofrecido a alojarles en sus casas.
Según datos del dueño, Stefan Mandachi, más de cinco mil refugiados se han beneficiado de este servicio.
«Hay una movilización sin precedentes», declara Samoilescu.
Un mensaje para la OTAN
Entre quienes pasan sus primeras horas en Rumanía está Ana Sibura, que escapó hace dos días en coche del Kiev asediado por los rusos, acompañada de su madre y los siete perros de la familia, que esperan en su vehículo a que sus dueñas decidan adónde ir.
«Aún no sabemos qué vamos hacer, dónde vamos a ir», dice con serenidad esta joven empleada de una empresa de informática sentada en las escaleras por las que hasta hace poco subían los invitados y las parejas de novios.
Sibura descarta dejar para siempre su país. Planea volver nada más termine la guerra e insiste en transmitir un mensaje a los aliados internacionales de Ucrania.
«Todos los ucranianos estarán de acuerdo conmigo: pedimos a la OTAN que declare una zona de exclusión aérea para ayudar a nuestros soldados y proteger a nuestros civiles», dice la joven, que denuncia bombardeos en zonas residenciales en los alrededores de Kiev.
De Járkov a Alemania
Una de las ciudades más afectadas por los bombardeos rusos es Járkov, en el este de Ucrania. De allí huyó hace cinco días Yana Azadalieva, una notaria de profesión que acaba de llegar a Rumanía por carretera junto con su marido y el perro de ambos, Lada.
Azadalieva muestra en su móvil fotos y vídeos del barrio donde vivía, devastado ahora por las bombas, de los sótanos en que se ha refugiado estos días, y de su hijo en uniforme militar y empuñando un arma para defender a Ucrania de la invasión rusa.
Junto a Lada y a su marido, Azadalieva espera en la sala de bodas a que unos amigos de Alemania lleguen en su coche para recogerlos.
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