Opinión

Brujas, palabras y la evolución de las lenguas

La profe regresa con UB para decirte otra vez y mejor que las palabras cambian, que las lenguas mutan y para que entiendas mejor te quiere asustar con una historia de terror

palabras
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Las palabras no son estáticas ni inmutables, evolucionan. No me refiero a que una palabra pasa de ser un Charmander y convertirse en Charizard. Las palabras no se guardan en pokébolas, ni se vuelven mejores, más bonitas o más fuertes. Al hablar de evolución, nos estamos refiriendo a un cambio. Las palabras pueden cambiar de significado, pueden comenzar a usarse en contextos diferentes y pueden cambiar su forma. Lo mismo sucede con la fonética y las estructuras gramaticales.

Tenemos el ejemplo de la palabra ‘bizarro’ que, en textos literarios, se usaba con el sentido de ‘valiente, generoso, espléndido’; sin embargo, más allá de la norma, los hablantes empezaron a utilizarlo como sinónimo de ‘raro’. Gracioso sí, pero no gracioso de risa, gracioso de bizarro. La verdad es que muchas de las palabras que se niegan a cambiar o adaptarse a lo que deciden los hablantes simplemente mueren.

Sé que cuando repito que las lenguas evolucionan sueno más fastidiosa que Patricia Fernández diciendo que estudió seis semestres de finanzas en la San Marino; pero nos seguimos quejando de palabras nuevas como «aperturar» y «poliamor» o de anglicismos como marketing y delivery. Recuerden que son demasiadas las palabras del español que provienen de otras lenguas, no nacieron de la nada. Los especialistas del lenguaje están tan conscientes de esto que, incluso los creadores de lenguas artificiales como el valyrio, no dejan de lado el tema de la evolución. Por eso el dracarys de Rhaenyra no es el mismo que el que pronuncia Daenerys, porque hay más de ciento setenta años de diferencia.

Si no te termino de convencer, aprovechando que estamos en el mes de Halloween (muajajá), analicemos un documento que expone lo decidido en el proceso de Logroño contra las brujas de Zugarramurdi en el siglo XVII. Vas a ver que en estos cuatrocientos años han cambiado muchas cosas con respecto a la lengua… y a las brujas.

En 1610, acusaron a un montón de mujeres por prácticas de magia negra, preparar brebajes venenosos, volar encima de escobas (cuando el Quidditch no era una disciplina olímpica), provocar sequías y epidemias, arruinar cosechas, matar a inocentes y, sobre todo, no respetar las reglas establecidas por los poderes políticos y religiosos. Incluso, si hacías una fiesta que iba en contra de las prácticas religiosas, eras una bruja. Olvídate de hacer una gender reveal en esa época. Es más, tampoco lo hagas en esta época, esa vaina es horrible y no tiene mucho sentido.

Con esto, la brujería dio lugar a una cuestión de orden público y social. Las brujas eran culpables de todo: ¿No te puedes mudar a Caracas porque los alquileres son carísimos y te piden diecisiete meses de depósito más veinte adelantados? Culpa de las brujas. ¿Te matraquearon unos guardias? Culpa de las brujas. ¿Se te perdió una media mientras lavabas en el río (está difícil hablar de lavadora en esa época)? Culpa de las brujas. ¿Se te fue la luz mientras estabas viendo “House of the Dragon”? Culpa de las brujas disfrazadas de iguanas, supongo.

En varios países europeos, la Iglesia y el Estado estaban convencidos de que estas “brujas maléficas” eran demasiado peligrosas y tenían pactos con el diablo; por ende, decidieron luchar contra la herejía y destruirlas. Por un lado, en Burdeos, había un juez cruel y desgraciado que, sin pensarlo mucho, decidió quemar a unas setecientas “brujas”. Por otro lado, en España, quemaron y desterraron a un gentío, empezó un proceso contra las brujas de Zugarramurdi y se escribió este documento en el que se exponían los délitos por los que fueron castigadas.

En fin, sabemos que en español la h es muda, pero la escribimos por respeto a la etimología; sin embargo, en el documento, se habla de que ‘an descubierto erejia’, ‘ay brujas, erejes, echiçeras’ y que estas brujas buscan ‘acer echiços’, palabras que, hoy en día, escribimos con h.

Muchas de las palabras en español que utilizan la h vienen de palabras latinas con f inicial: Facer – hacer. Figlio – hijo. Farina – harina. Ferru – hierro. La f latina es labiodental; es decir, se articula acercando el labio inferior a los dientes superiores, como el meme del dinosaurio. Al parecer, en sus inicios era bilabial, se articulaba uniendo los labios. Poco a poco, por allá en el siglo X, empezó a expandirse este uso desde el norte hasta el sur penínsular. A partir de aquí, se empezó a aspirar la f latina hasta que, finalmente, se empieza a perder la aspiración de esta y, en algunas regiones, se elide totalmente.

Lo cierto es que, cuando el sonido aspirado desapareció, muchas veces las personas escribían algunas palabras sin h para ser “fieles” a la pronunciación.

En este documento, también podemos ver palabras como ‘conbertir, benganza, nuebe, aberiguada, lleban, bestidos, boz’, palabras que nosotros escribimos con v.

En el latín clásico, b y v no se pronunciaban de la misma forma. B se pronunciaba /b/ y v se pronunciaba como la w en inglés /w/. Después del siglo I, empezó a existir mucha confusión entre las grafías b y v porque los dos sonidos comenzaron a pronunciarse igual, como en el español actual. En castellano medieval, laby la v sí se pronunciaban de manera diferente.

En algún momento, v y b no se distinguían en la oralidad; por ende, las personas empezaron a escribir b y v indistintamente hasta que, en el siglo XVIII, la RAE decidió ponerle orden a la pea basándose simplemente en la etimología. Las palabras que en latín se escribían con b, en español se escribirían con b y las palabras que en latín se escribían con v, en español se escribirían con v. ¿Por qué en el documento no “respetaban” esa norma? Porque fue escrito un siglo antes de que la RAE decidiera esa vaina… ¿o baina?

Hoy en día, sí pronunciamos b y v igual, pero en la escritura hay reglas que definen cuándo escribir cada una.

En el documento veremos palabras como ‘sancto, fructo’. Nosotros eliminamos esa c y ahora decimos ‘santo’ y ‘fruto’. Igualmente, nos damos cuenta de que, en esa época, no había problema con que antes de p se escribiese m. Vemos palabras como ‘canpo, honbros, cunplimiento, corronper, tienpo’.

Esto no aparece en el documento, pero igual yo lo voy a decir porque ajá, a mí me gusta alargar los artículos que escribo pa que me paguen más (no lo hacen). En el documento, aparecen palabras como ‘guardar’, ‘perder’, ‘izquierdo’, pero, poco antes de esa época, el grupo /rd/ se pronunciaba /dr/. Se decía ‘guadrar, pedrer e izquiedro’. Y, si ya tienes cara de WTF?, esto es real dije sho’, dejame decirte que, en algún momento del español, llegamos a decir ‘cantastes, matastes, jugastes, quemastes’.

Así que, si consigues viajar al pasado, a la persona que escribió este documento en el siglo XVII no le puedes corregir nada por dos sencillas razones:

1) La lengua de ese tiempo no es la misma de ahora. Te dije que la lengua evoluciona, hazme caso.

2) Lo más probable es que te quemen en la hoguera.

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