Cultura

Venezuela es un crudo despecho que se cura sobre las tablas

Obras como Mal de Amores y ¿Quién me entiende a mi? Hablan de un teatro que busca enamorar al público a través de un lenguaje sencillo, cercano y cálido. La anécdota común de ambos montajes es el desamor: rupturas que provocaron el naufragio de una mujer. Ahora, ¿qué pasaría si ella representara a un país que quedó a la deriva? ¿Podría éste recuperarse, como ella lo busca, visitando un terapeuta? ¿Bastará la reflexión para sanar?

Publicidad
Texto: Dalila Itriago / Fotos: @Pormistacones | Veronica Arellano | Isabel Fonseca

Al final del cuento La tía Daniela, compilado en el libro Mujeres de ojos grandes, de la narradora mexicana Ángeles Mastretta, se cita a Clara Obligado, novelista argentina-española. Ella apunta que hay que dejar a los hombres que hacen llorar a las mujeres, pues sólo se debe llorar por los amantes muertos.  
«Mal de Amores» culmina su segunda temporada el próximo domingo 2 de diciembre, a las 11:30 a.m, por lo que quedan dos funciones para aprovechar esta experiencia.
 Con la dirección escénica del reconocido actor y director Marcos Moreno y la dirección musical del destacado contrabajista David PeñaMal de Amores aborda el duelo amoroso tras la pérdida de la persona amada a través de la música y de un tratamiento humorístico, para aliviar las penas del querer.
Hace algunos años, Isabel Fonseca, médico psiquiatra y psicoterapeuta, se leyó este libro de Mastretta. Le encantó, y en una madrugada, luego de atravesar su propio proceso de divorcio, se sentó a escribir el guión de teatro de la obra Mal de Amores para explicar las etapas del duelo: negación, negociación, rabia, tristeza y aceptación.
Mal de amores 1
Cuenta Isabel que su debut en el teatro fue bastante empírico. Casi artesanal. Ella organizaba tertulias donde invitaba a escritores y artistas para hablar sobre temas relacionados con la psiquiatría, hasta que un buen día le tocó hablar sobre sí misma.
“Toda la vida me ha gustado el arte: bailé con el taller de danza Pisorrojo, hice flamenco, adoro leer y hace siete años Gonzalo Himiob padre, jefe del servicio de Psiquiatría del Hospital Universitario de Caracas, me propuso que hiciéramos unas conferencias con personas ajenas a nuestra área. Empezamos con Francisco Suniaga en un conversatorio sobre los perfiles de los políticos del siglo XX. Montamos una noche de boleros para hablar sobre el ser caribeño, donde invitamos a Michaelle Ascencio. Hablamos del desarraigo con el psicoterapeuta Miguel Ángel De Lima, en un jardín hermoso con mesitas, parrilla, vinos y tangos. Nos reunimos con Áxel Capriles, quien habló sobre la pasión amorosa basado en la historia de Tristán e Isolda mientras María Eugenia Barrios cantaba. Organizamos otro encuentro para hablar sobre la envidia, tomando como modelo a Caín y Abel, hasta que llegamos al tema del divorcio. Como amo el libro de Mastretta decidí escribir el guión e iniciar con la primera frase de uno de sus cuentos: “La tía Daniela se enamoró como se enamoran siempre las mujeres inteligentes: como una idiota”.
Su creación se basó en el relato de aquella joven que moría lentamente por un amor no correspondido: Daniela. Personaje que ahora es interpretado por la actriz Verónica Arellano y que se podrá disfrutar durante todos los domingos del mes de noviembre y hasta el 2 de diciembre en el centro cultural BOD, a las 11:30 de la mañana, bajo la dirección general de Marcos Moreno.

La historia es sencilla. Daniela está despechada y acude a terapia para poder continuar. Isabel Fonseca funge de terapeuta y a través de conversaciones cercanas, cálidas y amorosas le hará caer en cuenta que no todo está perdido y que la felicidad de una mujer no tiene por qué endosarse únicamente a la presencia de un hombre en su camino.
Sorprende que en una sala llena de gente no haya una sola persona del público que levante la mano cuando Isabel pregunta si hay allí alguien que no se haya despechado una vez en su vida. Nadie responde. Empieza la magia. El diálogo entre terapeuta y paciente fluye, los boleros cantados por María Eugenia Barrios y Corina Peña ponen a cantar a los espectadores, se escucha la percusión de Nené Quintero, David Peña alterna el bajo y la guitarra y Daniel Ford se luce en los teclados.
Pareciera por segundos que los espectadores quieren echar el cuento de su propio guayabo. Se ríen, gritan, llaman a la psiquiatra, lloran con Verónica Arellano o la consuelan, cuando al interpretar a Daniela ella acude una y otra vez al diván para narrar su desamor, y deliran con Dinaida Peña, quien aparece como bruja en algún momento. Porque la locura también contempla  hechizos cuando se busca el amor.

Aquella cuarta pared popularizada por el dramaturgo ruso Konstantin Stanislavski, que teóricamente separa al espectador de lo que ocurre en escena, queda pulverizada. Quienes van a ver Mal de Amores pueden conseguirse con la sorpresa de que le inviten un trago de ron en pleno show o de que le pregunten sobre sus desaciertos amorosos. Esto provoca la risa en más de uno, sobre todo de Isabel quien aclara con énfasis que ella no es actriz, sino que simplemente busca hablar de psicología a través del arte.
“Lo más difícil de trabajar en terapia son las emociones. Hay muchos prejuicios y el propósito de la labor terapéutica es conectarse con ellas. La idea de este montaje es trasladar al escenario el encuentro de dos almas en una relación simétrica, porque no es cierto que uno como terapeuta sepa más que el paciente. No somos dueños de la verdad. Uno lo que hace es ofrecer el espacio para que aparezcan las emociones. La tristeza, por ejemplo, es la emoción más transformadora porque te permite ver hacia dentro. Conectarte con lo que tú eres, con tus dolores y vulnerabilidades. Solo así, al abrirte, se despeja una vía distinta de conexión con el otro porque durante mucho tiempo mostrábamos solo una cara de la moneda. No éramos capaces de exhibir nuestras sombras”, reflexiona la especialista.
Mal de Amores 2
¿Tiene este montaje de diálogos directos, mínima escenografía y aparente naturalidad algo que ver con lo que pasa puertas afuera del teatro? ¿Es casual que el tema del despecho, común a todo mortal, contado como quien charla con un amigo nos diga algo de la realidad venezolana o es ajeno a ella?
Fonseca cree que ahora hay cierta tendencia a “mostrar todo el paquete”. Puede ser una especulación, pero quizá esa Daniela que va a terapia para recuperar su brújula, pueda simbolizar al país. Y la invitación que se le hace a ella para que reflexione sobre sus propósitos de vida y los recursos con los que cuenta para salir adelante, también valga para Venezuela.
“De las expectativas maravillosas y fantásticas solo nos queda un coñazo. Al final, la crisis te ubica frente a una realidad y te hace entender que en la vida nadie está exento de nada. Me doy por servida si esta obra nos invita a ver nuestras sombras y nos hace reflexionar sobre nuestra cuota de responsabilidad. Al asumirla, miraremos hacia adentro y allí podríamos encontrar posibilidades de transformación. Si logramos que ocurra una pequeña pausa para pensar sobre nosotros mismos puede que la crisis no nos paralice sino que nos transforme”, añade la terapeuta.

Un vodevil criollo

Verónica Arellano es actriz y cantante. Es egresada de la Escuela Juana Sujo y licenciada de la Escuela de Artes de la UCV.  Ha participado en musicales y en más de 100 montajes, y ahora interpreta a la desconsolada Daniela. Con esa experiencia en su carrera artística, cree que Mal de Amores no sería una obra de teatro como tal, pues no tiene acción, ni clímax, sino que se trata de un conjunto de cuentos o situaciones reunidas que hacen la totalidad. Para ella es un espectáculo más cercano al público, como especie de vodevil: comedia ligera, de trama basada en enredos o temas amorosos, que fue desarrollada en Francia a partir del siglo XVIII y se solía intercalar con números musicales.
Veronica Arellano 3_1
La nomenclatura vendrá después. Quizá. De lo que sí está convencida Verónica es de que el teatro venezolano actual está reflejando una búsqueda de alternativas frente a la crisis, que ya emprendieron productores, artistas y público en general.
“A nosotros nos fueron a ver debajo de un palo de agua. El teatro actual refleja lo que estamos viviendo. La gente necesita liberarse un poco, ya no quiere ver tragedias. Están agotados de los temas barrio y muerte. No quieren que le sigan machacando esa realidad. Y los artistas ya no tienen tantas cuñas publicitarias para cubrir sus gastos. Entonces te tienes que inventar algo distinto para ganar. Sí creo que se están haciendo cosas distintas y aunque me guste o no, aunque se trate de conversatorios, discursos o ensayos; siento que la gente está haciendo cosas. No nos estamos quedando estancados. Estamos creando y eso es maravilloso”.
Veronica Arellano_1

¿Quién me entiende a mí?

Evlin Pérez dice entre risas que ella cantó antes de hablar y que pisó un escenario cuando apenas tenía dos años y medio de vida. Pero, con una madre médico y un papá odontólogo, la idea de ser artista no estaba muy bien posicionada en su hogar.
Estudió y se graduó en Publicidad con honores, luego de escaparse y salir escondida en transporte público desde la UCV, donde cursaba cuarto año en la carrera de Odontología. Después hizo un post grado de Psicocreatividad en Barcelona, España, y más recientemente ha hecho diplomados de Psicología positiva en la Universidad Metropolitana y de Life Coach con la IAC, International Association of Coaching.
El cuento es extensísimo y solo ella lo cuenta sabroso, con risas, imitaciones de voz, proyecciones de video, canciones e infinitas anécdotas. Ahora, lo más importante a destacar es que hubo un día cuando Evlin decidió desterrar todas las falsas creencias que trabajaban para su infelicidad: “Los artistas se mueren de hambre”, “Aquí solo funciona ser Miss Venezuela”, “Tienes el tiempo en contra”, “Es importante que tengas familia pronto”, entre otras perlas; y asumió apreciar los muchos dones que la hacen una artista integral: canta, baila tap, actúa, escribe artículos en su propio blog, dicta conferencias y transforma las lágrimas de los despechos en obras dramáticas que ha subido también a escena.
Tacones 1
“Yo estaba empeñada en asumirme como creativa y en eso trabajé aquí con las agencias más importantes del país y también afuera, en España; pero yo soy una artista que fue formada desde muy niña por Elisa Soteldo en Las Voces Blancas, por María Guinand, directora artística de la Schola Cantorum de Venezuela y también había participado en el Orfeón de la USB. Entonces no podía dejar de hacer lo que conforma mi esencia, porque si lo hacía, si no respondía a ese llamado, hubiera enloquecido. Así creé el coro musical Guataka BCN”, subraya.

La reunión con venezolanos en la ciudad española de Barcelona para cantar mitigó un poco la tristeza de estar lejos. Sin embargo, una ruptura amorosa la hizo enguayabarse a gran escala y de ese sufrimiento escribió durante una madrugada el esqueleto completo de ¡Qué desamor, mi amor!, un montaje sobre lo que estaba padeciendo que también menciona las fases del despecho.
Evlin habla con una franqueza hiperbolizada. Saca el dedo, dice groserías, te llama “Marica” y te involucra a tal punto en su historia que uno siente que está asistiendo a la sala del BOD, donde hace algunas semanas presentó el monólogo ¿Y quién me entiende a mí? Pero no, no es una función. Ella no está actuando. Está sentada sobre una silla de mimbre en el patio de su casa, sin maquillaje y sin mayores adornos, tomándose un té de manzanilla, saludando a su gato Pancho y abriéndote el alma.
“No adoctrino a nadie, ni tengo el derecho de aconsejar a nadie. Solo soy un puente entre terapeutas y pacientes. ¡Yo escribí para sacarme el peo! Y cuando me preguntan que en qué me inspiré, marica, ¡fue la necesidad! Hubo un día que me quedé sin trabajo. Tuve que dejar mi apartamento y estaba en la puerta del edificio con un morral y una matica y me dije: “¿Ahora qué coño hago?” y un amigo, dueño de un local en Madrid, me dijo “Móntame aquí la vaina” y esa noche me gané lo que hacía en un mes en un trabajo de medio tiempo”, recuerda.
Tacones 2
Primero escribió la obra ¡Qué desamor, mi amor!, luego creó su propio blog Por mis tacones (donde escribió un artículo semanal durante siete años), después vendría el libro Con los tacones bien puestos y posteriormente su segunda obra ¿Y quién me entiende a mí? Ahora es conferencista invitada para hablar sobre temas de crecimiento femenino. No le gusta el término empoderamiento. Y cuenta con orgullo que en el año 2013 recibió el premio 100 latinos más influyentes de la ciudad de Madrid.
“Uno viene arrastrando mucho pasado, mucho susto, mucho miedo pero mi éxito justamente proviene de ser auténtica y llana. Nadie dijo que las relaciones son para siempre. Yo simplemente vivo y me lanzo y me doy la oportunidad. Creo que vinimos a evolucionar y a crecer. Mis textos eran empíricos pa’l coño y luego estudié. Creo que estamos en un momento donde debemos buscar un sentido. No solo se trata de descubrir nuestros talentos sino de ponerlos al servicio del otro. Yo no quería regresar y tuve que volver por problemas de salud. El país es muy noble. Acá siempre, y pese a todas las dificultades, seguimos. Al final, lo que más quiero con mi trabajo es que nos permitamos el “darse cuenta”. El hallar un significado de nuestro paso por Venezuela. Entendí, finalmente, que hace bien enamorarse”.
Tacones 3]]>

Publicidad
Publicidad