La Relatoría ha registrado varios episodios «graves» para «restringir y obstaculizar, tanto el ejercicio del derecho a la protesta por parte de los manifestantes como el desarrollo de las cobertura periodística», dijo Lanza a la AFP.
«Ya no es una situación de regularidad democrática ni de disfrute de las libertades», añadió.
El encargado de la vigilancia de la libertad de expresión en el continente reseñó la prohibición de entrada a Venezuela o la deportación esta semana de varios corresponsales extranjeros que iban a cubrir la manifestación opositora.
Según el relator, al menos siete periodistas de medios internacionales fueron impedidos de asistir a la manifestación.
El Sindicato venezolano de Periodistas había denunciado que los corresponsales del periódico francés Le Monde, de la radio pública estadounidense NPR y la colombiana Caracol Radio que viajaron a Caracas a cubrir la marcha opositora no fueron admitidos por las autoridades en el aeropuerto.
«Es una decisión del gobierno de tratar de impedir el escrutinio internacional de esta marcha, que se da en un clima y momento crítico para Venezuela», dijo Lanza.
La CIDH también reportó denuncias sobre obstáculos a los manifestantes como el bloqueo de vías, puestos de control policiales y decretos que limitan el tránsito en algunas zonas.
El gobierno venezolano había anunciado el lunes que los vuelos privados y los drones estarían prohibidos durante una semana.
«Sin duda el gobierno ha elegido no aceptar ningún tipo de recomendación internacional para mejorar la situación de las libertades y por el contrario ha elegido la vía de hecho para suprimir el goce de las libertades y el ejercicio de las mismas», dijo Lanza.
Vestidos de blanco, más de un millón de venezolanos marcharon por tres avenidas de Caracas, según cálculos de la oposición, que convocó a la «Toma de Caracas» para exigir al poder electoral organizar un referendo revocatorio contra el presidente Nicolás Maduro.
Maduro respondió con una masiva concentración de seguidores ataviados de camisetas rojas, en el centro de Caracas, en lo que bautizaron como la «Toma de Venezuela».