«Esta es una dictadura», asegura Franklin López que llegó desde Catia. «A los presos no los sueltan aunque tengan boleta de excarcelación porque a la policía le dio la gana. Nos tienen comiendo lo que ellos quieren, cuando ellos quieren y en la cantidad que ellos quieren», enumera el empleado de la Alcaldía de Libertador. Explica que en los sectores populares la gente está molesta pero allá «mal que bien llegan los CLAP», y los colectivos no les permiten manifestar.
«Elecciones ya», es la otra consigna. Manuel Fajardo, que llegó desde Santa Cecilia, subraya que así se ratifica el modelo o se acaba con él, y Patricia Pereda, de la Altamira, insiste en que la gente está harta «del régimen». «Mis hijos se fueron, la gente pobre está pasando trabajo. Las elecciones son el camino. El pueblo está arrecho porque no tenemos derechos».
Qué es diferente ahora
Tres protestas en una semana no merman el ánimo de los manifestantes. Dicen que eso no puede pasar cuando hay conciencia de lo que se vive es una dictadura. Pero el guión es repetido. A finales del año pasado, el diálogo espichó la protesta. En 2014, lo hizo la represión. Mitchel González, comerciante, dice que ahora «la situación del país es más apremiante y la ineficacia gubernamental extrema».
Manuel Fajardo agrega que ahora hay más decisión en los aspectos programáticos y organizativos de la Mesa de la Unidad Democrática: «La gente superó la decepción del diálogo. Lo ven como un error, pero entienden que es lo único que queda».
El abogado Humberto Mendoza concluye: «Estamos aquí por la lucha democrática. Nos robaron el revocatorio, las elecciones municipales y de gobernadores, no liberan a los presos políticos e inhabilitan a los candidatos para tener elecciones a lo Nicaragua. Es imprescindible estar en la calle en una situación como la de Venezuela».