Venezuela

Alfredo Ruiz: el silencio que lo define

Cuando en Venezuela se pueda hacer, y creo que será más temprano que tarde, un balance desapasionado de esta época estarán muchas figuras sometidas al escrutinio público. A la mayoría se podrá juzgar por su verborrea, por todo lo que dijeron que iban a hacer que ha estado al margen de la constitución o por sus discursos justificando decisiones ilegales.

Publicidad

A otros, en tanto, la historia y la sociedad les juzgará por su silencio. Se les recordará tristemente por haber guardado un silencio cómplice ante situaciones que a todas luces eran de su competencia. Un caso emblemático será Alfredo Ruiz, defensor del pueblo, a propósito de su silencio en torno a todo lo sucedido con Oscar Pérez.

A Alfredo Ruiz le conozco desde tiempos realmente lejanos. Hace tal vez tres décadas ya estaba él en la denuncia de violaciones a derechos humanos, especialmente denunciaba Alfredo las acciones ilegales o desmedidas de los funcionarios policiales. Cruel paradoja que el otrora denunciador de ejecuciones extrajudiciales termine guardando un atroz silencio ante lo que ya muchos suponen fue la ejecución de Pérez y el grupo que le acompañaba.

Me relacioné con aquel Alfredo Ruiz debido a mi temprano interés periodístico en la cobertura de los derechos humanos. Inicialmente junto con Carlos Correa (hoy director de Espacio Público), promovimos desde la señal de Radio Fe y Alegría las denuncias contra las atrocidades de las dictaduras del cono sur en los ya lejanos ´80. Aquello dio paso a una natural vinculación con las nacientes organizaciones venezolanas en la parte final de aquella década: Provea, Cofavic y la Red de Apoyo.

No he sido amigo de Alfredo Ruiz, pero durante muchos años lo vi como ejemplo de integridad y responsabilidad. De esos tipos que habían hecho de la defensa de derechos humanos un compromiso de vida. En su caso, además, tener como bandera desde la Red de Apoyo la denuncia de policías y cuerpos de seguridad implicaba sin duda una apuesta vital mayor, por los riesgos que aquella tarea generaba.

Meses atrás, cuando saltó a la palestra pública, había pensando en escribir unas líneas. Creía yo, tal vez ingenuamente, que Alfredo había quedado atrapado en una circunstancia que no había elegido. De tener un cargo de bajo perfil público, como segundo en la Defensoría del Pueblo, terminó siendo designado como defensor del pueblo una vez que Tarek William Saab pasó a ser el fiscal designado por una (aún) espuria asamblea constituyente.

Decidí, en honor a lo que había sido su trayectoria como defensor de derechos humanos, darle oportunidad para verlo actuar como defensor del pueblo. Hace un par de meses cotejamos su discurso a propósito del tema migratorio, ya que llegó a sostener que era más alto el número de extranjeros entrando al país que los venezolanos que salen hacia otros lares.

Sobre esto hicimos un trabajo que se evidencia la falsedad de lo dicho por Alfredo, en donde además reproduce el discurso oficial asegurando que los emigran son de clase media. Aún en el caso de que fuese cierto el deber de la defensoría es velar por los derechos de todos los venezolanos, también por los de clase media.

Llegamos así a este mes de enero. Apenas a mitad del mes el país asiste a una operación militar y policial desmedida, ante un Oscar Pérez y el grupo que le acompañaba dispuesto a entregarse, a rendirse.

No sólo no sale con vida el ex inspector del CICPC, sino que se destruye con armamento militar la casa en la que estaba escondido, actúan en esa operación miembros de organizaciones armadas paraestatales (mal llamados colectivos), la versión de los hechos la ofrece en primer término un diputado y no el ministro responsable de la seguridad en el país y de colofón dice el presidente que quienes sigan el camino de Oscar Pérez tendrán la misma respuesta.

Todo ello ocurre y el defensor del pueblo guarda silencio. He revisado de arriba para abajo la cuenta en Twitter de la Defensoría del Pueblo, el sitio web de esa entidad. Hice una búsqueda detallada en Internet y la respuesta es nada. Alfredo Ruiz no ha dicho nada de lo sucedido en El Junquito este 15 de enero ni de la historia (también nefasta) que ha acompañado a todo lo relacionado con el cuerpo de Oscar Pérez, una vez fallecido.

Me produce una enorme tristeza, Alfredo, que la máquina del poder te haya devorado. Lamento por ti y especialmente es triste para Venezuela, que esta posición de poder implique silenciar tu histórico compromiso con los derechos humanos. La historia de este país te recordará como el defensor del pueblo que guardó silencio.

Publicidad
Publicidad