Venezuela

Feminicidio, un delito que socava familias en Venezuela

Las cifras de feminicidios en Venezuela no hacen más que aumentar. Día a día, ciento de mujeres son asesinadas violentamente por su género y muchos de los casos quedan en el silencio. El dolor no solo se permanece en el crimen: los procesos judiciales en tribunales se vuelven extensos hasta llevarlos al olvido. Pero el tormento persiste en los familiares.

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FOTO: EL ESTÍMULO | VALERIA PEDICINI

La cola en la autopista parecía interminable. Marlenis iba sentada en el transporte, de regreso a casa, cuando recibió la llamada telefónica de su hermana menor:
«Apúrate. Antonio* entró a la casa. Mamá está tirada en el piso».
Imaginó a su madre desmayada, que la inconciencia había sido por unos golpes.
—Tócala, Valeria. No la dejes dormir.
—Tú no entiendes. Mi mamá está como muerta.
La frase invocó al desespero. Llamó a su abuela. A los vecinos. A la policía. Cuando llegó a su casa, casi 40 minutos después, los agentes no la dejaron entrar, solo hasta después de que sacaran el cuerpo de la vivienda. Los funcionarios le quitaron las llaves para sacar a su hermana, que permanecía encerrada en el apartamento. Valeria tenía salpicaduras de sangre en la ropa y estaba en shock. Las lámparas de la casa y la cartera de su madre también estaban teñidas de rojo. Y en las paredes había manchas escarlatas de manos, como de quien intenta escapar. Antonio las dejó allí y huyó.
Marta murió el lunes de 10 de octubre de 2016 en su casa, ubicada en el estado Miranda, a los 36 años.

A pesar de haberle pedido el divorcio tras cinco años de matrimonio y de la existencia de una orden de restricción para mantenerlo alejado de ella, sus hijas y del apartamento por denuncias de violencia, ese día su cónyuge la esperó escondido entre dos de las rejas del pasillo donde vivían.
Le pidió hablar y ella, confiando en el hombre del que una vez se enamoró, lo dejó pasar. La primera agresión fue un golpe en la nariz. Luego vinieron las puñaladas que le arrebataron la vida. La cuchillada propinada en el tórax fue la fulminante.
En las pesquisas de los forenses, ningún cuchillo de la casa coincidió con las heridas de la víctima. Casi 17 meses después, el culpable sigue en libertad y ellas temen revelar su nombre real.
Marlenis tenía 18 años cuando su madre fue asesinada. Valeria, su hermana menor y la única testigo presencial del suceso, tenía tan solo 8.

Un delito sin registro

Aunque la lucha por los derechos de la mujer y las reivindicaciones por la igualdad de género son cada vez más contundentes, cada día ciento de mujeres son víctimas de feminicidios en Venezuela. En muchos casos, las agresiones no son denunciadas, no son registradas correctamente por los organismos o los homicidas no son sentenciados.
En 2014 en Venezuela se registraron 74 feminicidios. Desde entonces la cifra se incrementó: 121 casos consumados para 2015 y 122 en 2016, según informes oficiales de Gestión del Ministerio Público. De 2017 no hay números oficiales de este organismo, pero el Instituto Metropolitano para la Mujer (Inmemujer) reportó que entre el 1° de enero y el 17 de agosto hubo 254 mujeres asesinadas. Adriana Aguilera, directora de la institución, diferenció en una nota de prensa: “Entre enero y mayo de 2017 fueron asesinadas 174 mujeres en Venezuela. En Caracas, 26% de los asesinatos fueron feminicidios, 74% ocurrió por causas desconocidas y por otros motivos”.
El Ministerio del Poder Popular para la Mujer y la Igualdad de Género (MinMujer) tampoco lleva un registro claro de los casos de la violencia contra las venezolanas, según recopilación del Centro de Justicia y Paz (Cepaz). Se calcula que el número puede ser más elevado que el reportado por la Fiscalía, pero las debilidades en los registros no permiten conocer la magnitud real del feminicidio en Venezuela.
El tormento no termina con el asesinato. En un país donde la impunidad es la norma, los procesos judiciales de homicidios contra la mujer en tribunales se vuelven extensos, con dilaciones indebidas y revictimización hacia los difuntos.
Cepaz ha hecho un llamado de atención e indicó que la construcción de programas para hacerle frente a la violencia contra la mujer y para imponer justicia a los responsables sigue siendo una tarea pendiente del Estado venezolano, pues se trata de crímenes en los que los familiares también se vuelven víctimas -del asesino y de la ineficacia de la justicia.

Justicia en demora

A María Elena se le llenan los ojos de lágrimas y, a la vez, sonríe al pensar en su hija. La recuerda entusiasta, alegre, muy trabajadora, buena estudiante y, sobre todo, una excelente mamá.
Ella, asegura, siempre tuvo «una mala espina» con respecto a la pareja de su hija. Su «instinto de madre» la empujó a advertirle varias veces sobre la persona con quien había decidido formar una vida. Su último consejo lo expresó un domingo, un día antes de su asesinato:
—Deja a ese hombre.
—No creo que él sea capaz de hacerme nada.
—No te confíes.
“Ella se fue de mi casa un domingo a las 6 de la tarde. Lo que supe después fue cuando mi nieta me llamó para darme la noticia que ese hombre había matado a mi hija”.
Marlenis y María Elena no saben nada del asesino. Las autoridades tampoco. Muchos conocidos le comentan haberlo visto en la calle, pero nadie cercano que pueda confirmarlo. Viven con el miedo de que el criminal siga al acecho.
“Mientras no sea alguien relevante o con dinero, en este país no se hace mayor cosa. Los casos se van archivando, dejan de existir. Para todos, menos para las víctimas que llevamos el dolor”, dice Marlenis.
Las tres continúan con sus vidas, con el recuerdo latente de la tragedia. Siguen sin tener paz.
Marlenis estudia y trabaja, con la existencia de su hermana bajo su responsabilidad. Y a la expectativa de la llamada que le confirme que el asesino de su madre fue encontrado. Espera por la justicia, así sea divina.]]>

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