Venezuela

Al Límite: Venezuela se acerca a grandes decisiones finales

Se acabaron las utopías para Venezuela. Y una de esas utopías es creer que se puede continuar indefinidamente del mismo modo; que Maduro permanecerá en el poder para siempre; que la crisis terminará por acabarnos a todos menos a los enchufados del régimen. O que desapareceremos en un limbo.

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Por Luis García Mora. Foto: Daniel Hernández/El Estímulo (Archivo)

No. En primer lugar, la crisis venezolana ha traspasado la frontera de lo tolerable y admisible, encendiendo alarmas hacia el gobierno y hacia el exterior. Ya a José Vicente Rangel no le alcanza el aliento para reiterar los supuestos planes de una invasión militar estadounidense. Según esa narrativa, «la llegada de los marines», tendrá el apoyo de la Unión Europea y de algunas naciones de América Latina “satelizadas”.
Rangel insiste en afirmar que los planes políticos, diplomáticos y militares están listos y que lo único que los detiene es la evaluación del poder militar de Venezuela, como si hablaremos de China o Rusia, o de alguna potencia militar del Oriente Medio.
El «plan» que denuncia Rangel también enumera la carencia de capacidad operativa de un trozo de la oposición partidista, que es importante pero está totalmente “desmotivada” y que él califica como “quinta columna”.
Algo insólito en este anciano que al parecer ha cambiado definitivamente su capacidad de pensamiento político por otro castrense, como quien se prepara para una guerra. Pues «quinta columna» se trata de una expresión utilizada para designar, en una situación de confrontación bélica, a un sector de la población que mantiene ciertas lealtades (reales o percibidas) hacia el bando enemigo.
Que por supuesto habría de liquidar en el combate.
Anteriormente Chávez gozaba del apoyo multitudinario de América Latina y el mundo. Disponía además de millones de millones de dólares que financiaban partidos políticos, ONGs,  campañas y candidaturas presidenciales, convenciones y asesores. Eran pagados, como decía Joaquín Villalobos, “a precios de ejecutivos de Coca Cola”. El chavismo regalaba el petróleo y los petrodólares a manos llenas. Pero hoy, cuando el país sufre la peor crisis económica que se recuerde y está fuera de control, el aislamiento del régimen de Maduro es total, con las excepciones de los regímenes mas tiránicos del planeta.
Es decir que esta burbuja puede estallar de un momento a otro.
Hay un abanico de tendencias y fuerzas diplomáticas y políticas desatadas hacia Venezuela, que se manifiestan no únicamente en el incremento de las duras sanciones —in crescendo— por parte de Estados Unidos y Europa contra el presidente y sus principales personeros y familiares. También es evidente la movilización que se está llevando a cabo alrededor de lo que se considera como un conflicto. Ya se ha llegado incluso a evaluar la posibilidad de una intervención armada multilateral. Y hasta al manejo de escenarios de guerra, al menos dentro de la opinión pública colombiana y el gobierno de Duque.
Esta movilización pondría fin a las dos razones de fondo que justificarían la decisión, y que se repiten continuamente en todos los escenarios hemisféricos de discusión.
Estas dos razones son la necesidad de abrir un canal por la fuerza —política, diplomática, o militar— para la penetración de una misión internacional de ayuda alimentaria y de medicinas en Venezuela, como respuesta a la crisis humanitaria.
Y hay una segunda justificación, también agitada constantemente como un espantapájaros ante el rostro de Maduro y del régimen venezolano. Se trata de la calificación sin rodeos ni circunloquios de Venezuela como un Estado que “ha sido completamente comido por el narcotráfico.
Un “estado narcotraficante”. Como lo acaba de definir en Miami en octubre pasado el secretario general de la OEA, Luis Almagro, al plantear además sin ambages la necesidad de un “Plan Venezuela” similar al puesto en marcha por EE. UU. para derrotar a los narcos en Colombia.
Las dos razones que jugarían al alimón con nuestro destino.
América Latina enfrenta un enorme desafío político ante la obligatoriedad de encontrarle una respuesta a la situación, sobre todo por el creciente éxodo de compatriotas que está comprometiendo las logísticas y presupuestos de naciones vecinas por las sobrevenidas presencia de desplazados y refugiados que violentan sus estructuras. Esto ha llevado a la alta representante de la Unión Europea Federica Mogherini a confirmar una reunión conjunta para coordinar acciones con la OEA, antes de que finalice el año 2018, en Washington, al igual que con el Grupo de Lima y con Almagro.
Quizás para impedir la fuerza dura.
Es  lo que eufemísticamente ahora llaman “amenazas creíbles” contra el régimen de Maduro para forzar una negociación.
«No recuerdo otro gobierno —reitera y reitera el secretario general de la OEA— al que se le hayan ofrecido más oportunidades para poder emparejar las situaciones como las ha tenido Venezuela. Y las ha rechazado todas”.
Defendiendo la intervención humanitaria.
Pero tal vez lo peor de todo este escenario histórico de tirantez y amenazas para Venezuela es el hasta ahora soterrado estallido social generalizado.
También el bloqueo o la intervención, y la posibilidad de que esto configure lo que ya denominan a nivel hemisférico “el colapso de la oposición venezolana”.
Para algunos ese colapso es el mayor obstáculo para salir de Maduro.
Hay un estado de ausencia, de silencio. Un vacío abismal en el que se ha sumido a la población venezolana, a la ciudadanía.
Ese sentimiento se aceleró tras el fracaso de las protestas de mediados de 2017. Hubo quien pensó que ese fracaso fue deliberado, que se desmontaron las protestas y con ello no se impidió que el régimen montara la ficción político electoral de la Asamblea Constituyente que asumió de manera  supra-constitucionalmente el total control del país.
Esa oposición inesperadamente se desconectó sin ninguna explicación conocida, para desaparecer totalmente del mapa.
Ese ha sido uno de los sucesos políticos mas truculentos de nuestra historia reciente. O no tanto. Y recuerda el desagradable comentario de aquel exministro británico Tony Blair, que en junio de 2015 se atrevió a decir en una entrevista en la BBC que “el venezolano tiene el gobierno que se merece” y que “el venezolano no se une porque es cobarde”.
Lo dijo ante la pasividad de la oposición frente al autoritarismo del gobierno de Nicolás Maduro. Y dijo que en dos platos éramos demasiado cobardes.
Esa es una apreciación desbordada y brutal —que merece desprecio— de alguien que definitivamente desconoce nuestra heroica trayectoria como pueblo durante el siglo XIX y el siglo XX.
Pero, el hueco hondo en donde nos hemos hundido provoca declaraciones como las del embajador colombiano en Washington Francisco Santos —es decir, Duque— quien afirmó que “el colapso de la oposición venezolana es hoy en día el mayor obstáculo para derribar la dictadura criminal que mantiene secuestrada a Venezuela».
Y agregó que si esa oposición llegara a determinar cual es el camino para salir del régimen, él no tiene dudas de que «muchos gobiernos seguirían esa ruta”.
Ha ido más lejos, al señalar su dispersión e insólito desacuerdo y afirmar que ellos (la oposición) están esperando que sean los otros los que les resuelvan los problemas y eso es un gran error. Nadie lo va a hacer por ellos”.
Así que toda la presión sostenida desde el exterior no se produce únicamente sobre Maduro para que abra espacios, sino también sobre los partidos y sus dirigentes —dentro y fuera— . Las críticas llegan desde los distintos presidentes de países hermanos, y ya producen pena ajena ante el insólito silencio y quietud de los líderes opositores.
Y sin embargo, diera la impresión de que alguien “tras las cortinas” ha dicho que pongan un candidato único para ir a elecciones, y todos saltan a una para ser él o ella, sin ningún atisbo de mancomunidad ante la crisis. Para los países del hemisferio está claro que para ellos poder intervenir, la oposición tiene que actuar. Mientras, el mensaje para el gobierno también claro: bajo estas condiciones yo no trato contigo.
Así que están cerradas las puertas.
Mientras la cuerda se tensa más.
Pues si hasta hace poco era el gobierno conservador de derecha de Duque el que limitaba a Maduro por el oeste, al tiempo que más allá desde nuestras costas el Imperio acorazado mantenía el acecho, cuidando su “patio trasero” ante esta debacle, ahora también desde el lado sur, desde Brasil, un recién electo extremista de derecha y xenófobo, mas o igual de inestable que Trump, ha sido recién electo como jefe de Estado. La incertidumbre alrededor de las fronteras venezolanas era —como dice un conocido académico— “el complemento que nos faltaba para terminar jodidos tanto por el gobierno como por esta crisis histórica”.
Cerrando el círculo.
Por ahora.
El almirante Kurt Tidd, jefe del Comando Sur de Estados Unidos, dijo recientemente que la solución a la crisis venezolana tiene que ser una vía diplomática que sea liderada y acogida por los socios regionales.
Sin embargo, según el diario ABC de España, Fernando Cutz, hasta abril máximo responsable para Sudamérica del Consejo de Seguridad Nacional, que asesora al presidente en materia de seguridad, “la Casa Blanca confía en que la victoria de Bolsonaro permita organizar un contingente de países aliados en respuesta a la crisis venezolana”.
Añadiendo:  “puede que ahora se den las condiciones para llevar el plan adelante”.
También está un proyecto de ley llamado “Ley de Asistencia Humanitaria y Defensa de la Gobernanza Democrática de Venezuela de 2017”, discutida el pasado 17 de septiembre para que sea prontamente aprobada por la Camara de Representantes y posteriormente por el Senado. De ser aprobada ordenaría a la Casa Blanca que instruya a la embajadora de EE UU en la ONU a proponer una resolución que inste al gobierno venezolano a permitir la entrega de “socorro humanitario”.
Agregando que en caso de que este régimen se negara, se podrá solicitar al Consejo de Seguridad un llamamiento para que “permita el acceso seguro y sin trabas a los organismos humanitarios y sus asociados en la ejecución”. Incluso con el posible apoyo de “los países vecinos”, y la intervención de otros países de América Latina.
Es el marco de la situación hasta el momento.
Sigue el tictac.
Por lo que repetimos: nos estamos acercando a grandes decisiones difíciles.]]>

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