“Vivimos como si estuviéramos en una guerra”, dijo José Jesús con la voz quebrada. Es una guerra en la que no hay tropas ni armas, sino un enfrentamiento constante contra el hambre y la angustia, contra la falta de agua, gasolina y electricidad. Y contra algo que ya era una realidad antes de que llegara el Covid-19 a Araya: la desolación y la subsistencia a juro en un lugar que se asemeja a un pueblo fantasma.
El domingo 5 de abril la administración de Nicolás Maduro confirmó lo que ya desde el día anterior era un rumor esparcido en el pueblo capital del municipio Cruz Salmerón Acosta, la zona peninsular del estado Sucre. Había un caso positivo de Covid-19, un joven de 33 años trabajador de la Alcaldía.
A la falta de comida en los comercios, a los constantes cortes de electricidad y a la falta de agua que se prolongaba por meses se le sumó la angustia de que una enfermedad de la que poco conocían se apoderara del lugar.
José Jesús, un comerciante venido a menos quien ya estaba subsistiendo con unos pocos ahorros para dar de comer a su esposa e hijo adolescente, entró en pánico. No tanto por el temor de enfermarse de Covid-19, sino por el miedo a no conseguir alimentos.
La cuarentena social impuesta por la administración de Nicolás Maduro inició en Cruz Salmerón Acosta al mismo tiempo que en todo el estado Sucre, el 16 de marzo. En teoría no habría paso hacia Cumaná a través de embarcaciones, ni salida por tierra a través del poblado de Chacopata, salvo casos de emergencia: alimentación y salud.
“A pesar del anuncio, la gente salía normal en las mañanas hacia Cumaná a hacer sus diligencias y regresaba a mediodía a cumplir la cuarentena”, aseguró Yorvis García, una comerciante informal
Antes de que se detectara el primer caso de contagio en Araya los pobladores denunciaron que a pesar de la cuarentena ingresaban por vía marítima comerciantes informales que vendían ropa y zapatos.
“Es ilógico, no hay comida en los negocios, no hay agua, no hay gasolina para que los pescadores trabajen, pero sí hay ingreso de buhoneros para que vendan cosas que no necesitamos”, se lamentó Carmen Benítez, una ama de casa que depende de vender uno que otro alimento en su vivienda para ganar dinero en efectivo y poder subsistir.
El caso positivo de Covid-19 incrementó las restricciones en el municipio. El gobernador Edwin Rojas y el alcalde Jonni Acosta decretaron prohibición total de salida y entrada de personas, tanto por los dos accesos marítimos en Araya y Manicuare, como por la única vía terrestre en Chacopata.
El pueblo fue militarizado y los uniformados iniciaron rondas para detener a todo ciudadano que anduviera en las calles después de mediodía.
Sin embargo, la escasez de gasolina, de dinero en efectivo y de alimentos básicos ya hacía sentir a los arayeros que vivían en un cerco, en una zona en la que subsistían sin agua potable durante meses, sin gas en las cocinas y buscando trozos de leña para cocinar, sin electricidad y sin servicio de Internet por días.
La diferencia ahora era que no podían salir a rebuscarse para lograr algo de dinero y comer y ya ni siquiera había algo que pensaban que tenían asegurado por naturaleza: sin gasolina no hay faena de pescadores y así no llega el pescado a los poblados de Cruz Salmerón Acosta.
Los cálculos de Heriberto Rodríguez, presidente de la Asociación de Pescadores de Cruz Salmerón Acosta, dan cuenta de la situación: entre finales de marzo y mediados de abril unas 35 embarcaciones paradas sin combustible entre los poblados de Salazar, Araya, El Rincón y Punta de Araya. Más de cien pescadores sin poder trabajar a pesar de que el gobernador Edwin Rojas anunció que habría combustible para los marinos a través de tres estaciones de servicio de uso exclusivo para este sector.
“Por falta de gasolina a finales de marzo perdimos el trabajo hecho. Fuimos hasta las aguas de Nueva Esparta y pescamos el equivalente a 15 cajas de pescado de 10 kilogramos por cada caja. Tuvimos gasolina para ir pero no para regresarnos y vender el pescado, que mayormente se vende en Cumaná”, detalló el vocero.
Represión contra «La toma de Araya»
A primeras horas de la mañana de este lunes 20 de abril, el hambre pudo más que el miedo al contagio y a la asfixia que implica cumplir la cuarentena. Más de mil personas, entre ellos unos 700 pescadores de todo el municipio Cruz Salmerón Acosta, además de sus familiares; salieron a las calles en una protesta que denominaron “La toma de Araya”.
“La gasolina es lo que mueve aquí todo”, dijo el pescador David Vásquez, representante de los pescadores artesanales de Punta de Araya.
Vásquez exigió suministro de gasolina luego de dos semanas sin poder faenar: “Nosotros subsistimos por la pesca, no tenemos sueldos quincenales y comemos con lo que ganamos día a día. El alcalde Jonni Acosta, el gobernador Edwin Rojas y el diputado constituyente Erick Mago nos tienen peloteados, no nos dan respuestas y nuestros hijos no aguantan más el hambre. Ya no es solo una necesidad de comer”.
“Queremos que nos den la gasolina para trabajar. No le pedimos dádivas nadie”, aseguró Vásquez.
Pero la respuesta gubernamental no fue ni combustible ni cajas de comida de los Comité Locales de Abastecimiento y Producción (Clap). Les repartieron balas y perdigones por parte de funcionarios de la Guardia Nacional (GN) y de la Policía del estado Sucre (Iapes).
“A nosotros no nos va a matar el coronavirus, nos va a matar el hambre. Nuestros pueblos son de pescadores y sin poder pescar nos vamos a morir. Nos dicen quédate en casa ¿para qué nos vamos a quedar? ¿Para morirnos de hambre?”, dijo el pescador Reinaldo Rodríguez.
Cuando la protesta cesó, en horas de la tarde, los pescadores tenían la esperanza de obtener alguna solución. Pero en La Palita, una de las grandes embarcaciones que viajan desde Cumaná a Araya, solo llegaron cincuenta funcionaros más de la Guardia Nacional y tres convoys para seguir aplacando los reclamos por hambre.