Entrevista

Freites desmonta creencias en Barrio Bonito

El joven escritor y profesor universitario Luis Freites publica su primera obra Barrio Bonito de la mano de la editorial Dahbar Narrativa. La belleza, el materialismo, la violencia y la política se cuelan en sus historias cruzadas, en búsqueda de una explicación de la idiosincrasia criolla contada desde dentro

Fotografías: Andrea Tosta
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La Librería Lugar Común comenzó el año con la presentación de Barrio Bonito, escrito por Luis Freites y editado por Dahbar Narrativa, una obra de cuatro años de trabajo que derivó en siete historias que narran distintas aristas de la realidad criolla, tan abrumadora y violenta en su proceder. Las historias casi arquetípicas de venezolanos se hilan con la ruina y la cotidianidad, sinopsis que explicó tangencialmente el escritor y que tocó la fibra sensible de la audiencia, charla que derivó en experiencias personales y menos narrativas.

“Estaba un poco desconfiado, no pensaba que iba a venir tanta gente”, dice Freites, aún con manos temblorosas, casi imperceptibles. “Hasta hoy no había hablado del libro como hoy”, cuenta quien tuvo que hacerlo con una audiencia de cerca de 40 personas, que se distribuían en la librería como lo permitían los metros cuadrados. Desde el escritor Alberto Barrera Tyszka hasta los suegros de Freites que conoció esa misma noche escucharon su discurso. La atención de quienes asistieron, sin lugar a dudas, no se perdió aquel miércoles 6 de enero.

De un conjunto de ideas anotadas en libretas, Freites se inmiscuye en la mente de los protagonistas de sus historias, con miras a explicar la racionalidad casi irracional del venezolano. Una de ellas, la de un barrio de mampostería que no es lo suficientemente “bello” precisamente por su cuidado arquitectónico, le da el nombre al libro. “Siempre está presente esa obsesión con la belleza superficial, con una imagen falsa que después cuando la ves por dentro no es nada. A veces idealizamos la violencia demasiado, el cómo la representamos”, explica el autor.

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Es un libro lleno de contradicciones que Freites deja entrever sutilmente, la belleza idealizada como una de ellas. Su interés se centra en esos aspectos de la idiosincrasia venezolana que pasan por debajo de la mesa: la violencia, la adicción a las drogas, el conformismo, todos narrados desde quienes los padecen. El materialismo también sale a relucir como el tema central del capítulo titulado Tahoe. Para el escritor “hay una necesidad de acumular cosas para ostentar, que no es algo que es propio de los oligarcas o la clase alta, sino que está también incluido en toda la sociedad venezolana. La gente cree que tener cosas le da status y quiera ostentarla”.

La política, casi omnipresente en el día a día de cualquier venezolano, también se cuela como quien no quiere la cosa en las historias de Freites, tocándolas “de refilón”. “Tiene momentos que son críticos hacia un lado y momentos que son críticos hacia otro. Es un libro que le da a todo el mundo, a los opositores y los chavistas por igual”. Sin embargo, Freites “sabía que tenía que entrar en algún momento” y es al cierre de Barrio Bonito que da en la llaga de la utopía marxista del chavismo. “Es una crítica directa a la mística y la religiosidad del chavismo. No se menciona a Chávez en ningún momento pero evidentemente se está hablando de él. Estoy como desmontando esa obsesión por tener un líder, por tener a alguien que los salve, por el Mesías”.

A pesar de sus temáticas identificables, el autor explica entre líneas que las cosas no son lo que aparentan, con ínfulas de cambio social: “No podemos seguir viviendo una ficción de que las cosas están bien y seguir culpando al otro para hacer que esas cosas cambien, sino que hay que mirarnos a nosotros mismos y nuestras propias contradicciones si queremos empezar a cambiar como sociedad”.

Freites, caraqueño de 33 años, emigró a sus 18 de Venezuela y vivió su época universitaria en España, donde se graduó de Filología Hispánica de la Universidad de Salamanca y de Periodismo de la Universidad Carlos III de Madrid. Al volver a su patria, el choque con esa realidad venezolana a la que no estaba acostumbrado, esa atmósfera de tensión casi desconocida, lo llevó poco a poco a escribir lo que se convertiría en su primera obra. “Me es imposible rastrear un momento en el cual Venezuela empezó a afectarme en el corazón, es algo que venía arrastrando durante años. Es una acumulación de cosas lo que me lleva a escribir el libro”, dice el escritor.

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