Investigación

Los hijos de la patria: su casa es la calle

Un engaño más del socialismo, de Chávez y Maduro. El finado juró reivindicarlos, darles hogar, insertarlos en sociedad. 20 años después, los niños en condiciones de calle se ven, deambulan, mendigan, pasan hambre. No se sabe cuántos son. Lo único cierto es la inexistencia de estadísticas

FOTOGRAFÍAS: CRISTIAN HERNÁNDEZ @FORTUNECRIS
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1998. Hugo Chávez, recién ascendido a la presidencia, proclama: “Yo me prohíbo a mí mismo. Hugo Chávez se prohíbe a sí mismo que haya niños de la calle en Venezuela. ¡No puede haber niños de la calle en Venezuela! (…) Asumamos nuestra culpa. Yo de primero, seré el primer culpable si hay niños abandonados en Venezuela. No permitiré que en Venezuela haya un solo niño de la calle; y si no, dejo de llamarme Hugo Chávez”.

2009. Hugo Chávez, con diez años en el poder, presume: “Hace diez años, aquí había, declarados, registrados, más de ocho mil niños en situación de calle. Más de ocho mil había. ¡Hoy no hay niños registrados que estén abandonados en las calles!”

2016. En las instalaciones de la Universidad Simón Bolívar (USB), se lleva a cabo el IV Encuentro Internacional de Ridiacc en Venezuela: Por la defensa de la infancia y adolescencia en condición de calle. Según una nota de prensa difundida por la universidad, Yuday Rodríguez, especialista en el área, “destacó que entre las limitaciones que tienen los investigadores de este tema está el reducido número de trabajos publicados en el contexto nacional e internacional y la falta de estadísticas actualizadas, siendo las cifras más recientes el Análisis de Situación de Menores en Circunstancias Especialmente Difíciles (MCED), realizado en 1992 por el INAM y Unicef, donde se estimó que de una población de niños, niñas y adolescentes en Venezuela que llegaban a unos siete millones, 4.800.000 presentaban necesidades de atención preventiva; de los cuales 9.583 se encontraban institucionalizados en centros del INAM; 1.584.729 en circunstancias especialmente difíciles y dos mil se ubicaban dentro de la categoría de niños de la calle”.

Casi 20 años después del juramento de Chávez, lo único que logró su gobierno fue que los jóvenes desamparados se hicieran invisibles en los registros oficiales. Lo que no quiere decir que hayan desaparecido o, siquiera, disminuido.

¿Quiénes son los niños y adolescentes en situación de calle?

Según el artículo dos de la Ley Orgánica para la Protección del Niño y Adolescente (Lopna), se entiende por niño a toda persona menor de 12 años. Mientras que se considera a adolescente a todo el que tenga 12 años o más y sea, a su vez, menor de 18 años.

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En Venezuela son muchos los menores de edad que pasan sus días en la calle, aunque no todos duerman al aire libre. La Unicef, en 1997, propuso agrupar a los niños en situación de calle en tres categorías: uno, niños en peligro, que viven en la casa pero son susceptibles de huir de ella. Dos, niños de la calle, que viven a la intemperie de forma más o menos permanente. Y tres, niños en la calle, que permanecen parte del día en la misma, generalmente trabajando para sus padres.

En la investigación publicada en 2005 Niños con experiencia de vida en la calle del psicólogo Manuel Llorens se lee: “El fenómeno de los niños de la calle no se resume en una categoría precisa que incluye a un grupo definido de niños y niñas con historias y características homogéneas. Sino que es una categoría surgida de la interacción entre una realidad social de jóvenes que habitan con frecuencia las calles de nuestras ciudades y las construcciones que la sociedad ha ido haciendo de esto. La categoría más que una etiqueta clara que delimita una realidad definida, parece más bien condensar una serie de creencias, actitudes, afectos, muchas veces difusos. Es labor de los investigadores, de los profesionales que trabajan en el área y de los que elaboran las políticas públicas ir puliendo esta categoría a los fines de que cada vez sea más precisa y útil para organizar nuestra comprensión e intervención. Sobre todo, para que concepciones que se construyan no se hagan de espaldas a las necesidades y deseos manifestados por los jóvenes que vamos a enlazar verbalmente con nuestras ceñidas correas conceptuales”.

Basta pasear por sitios como Sabana Grande o Chacaíto para ver a jóvenes dormir en el suelo, hurtar a en las tiendas, pedir comida y dinero a los transeúntes o hacer cola en algún restaurante que, de vez en cuando, les da comida. La situación es similar en gran parte de las ciudades del país, como Valencia o Maracaibo, y las fotos de muchachitos mendigando o comiendo de la basura así lo prueban. Parecieran haberse multiplicado en el último lustro. “Seguro que hay más chamos en las calles. Son síntoma de empobrecimiento. Al final de los 80 y 90 también aparecieron por la misma razón. Las familias en el extremo de la pobreza los sacan para que salgan a pedir y algunos van quedando”, asegura Llorens.

Las misiones del gobierno

Desde el arribo de Chávez al poder, se han realizado varios programas sociales que buscan mejorar la calidad de vida de estos jóvenes. La Misión Niños Jesús, luego llamada Misión Niños y Niñas del Barrio, debía atender a niños en condiciones vulnerables. La Misión Negra Hipólita estaba destinada a servir a personas en situación de calle e indigencia. Y la Misión Hijo de Venezuela debía subsidiar a los hijos de mujeres de escasos recursos económicos.

En el estudio Niñez en situación de calle en Venezuela: ¿Un problema público?, publicado en la revista de Ciencias Sociales en 2009, por las investigadoras Yudey Rodríguez y María López Zambrano, se lee: “Es justo a finales de los 90, en 1999, cuando el presidente Hugo Chávez en un intento por reivindicarlos los denominó ‘Niños de la patria’, desplegando algunas iniciativas de atención como El Helicoide y La Casa Vacacional de los Caracas, que a juzgar por su corta duración y vigencia tuvieron resultados bastante magros. Más recientemente, en un intento por acabar con la discriminación que lleva implícita la connotación ‘niños de la calle’, así como incorporar el enfoque de género, a lo largo de esta investigación se encontró que la mayoría de las instituciones públicas y privadas contactadas hacen referencia a niños, niñas y adolescentes en situación de riesgo o riesgo social”.

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El ocho de noviembre de 2016, una nota de prensa publicada en AVN aseguró que “a través de la Misión Niños y Niñas del Barrio fueron distribuidas 23 toneladas de alimentos en 445 combos, destinados a 11.192 niños en 47 urbanismos de la Gran Caracas”. Sin embargo, la ausencia de información actualizada aumenta la gravedad del problema: ¿cómo se puede medir el impacto de una misión si no se tienen estadísticas? ¿Cómo se puede saber qué porcentaje de la población se está beneficiando? No existe en el país una base de datos que ofrezca una dimensión real de la situación.

Existe un reconocimiento por parte del gobierno de que continúan habiendo jóvenes en situaciones vulnerables. Aunque no pareciera haber intenciones de atacar el fenómeno en toda su magnitud, sino mediante esfuerzos esporádicos y puntuales. “La inexistencia de datos para la mayoría de las variables contempladas en esta investigación, evidencia la poca importancia que se le ha prestado al problema de la niñez en situación de calle en el país, así como también al desarrollo y mantenimiento sistemático de sistemas de información y estadísticas que permitan estudiar y analizar problemas públicos y, en consecuencia, diseñar, implementar y evaluar políticas públicas o programas con mayor efectividad, eficiencia y eficacia”, escribieron Yudey Rodríguez y María López Zambrano.

Asimismo, llegaron a la conclusión “Las iniciativas desarrolladas en el área por instituciones públicas y privadas, en especial las desarrolladas por el sector público, no han sido las más efectivas y eficientes pues de entrada mal podría hablarse de una cobertura mínima o máxima si se desconoce el número total de niños, niñas y adolescentes que actualmente se encuentran en situación de calle”.

Casas de acogida

Ileana Anciano y Ana Carrasquero realizaron su trabajo de grado, en la escuela de Sociología de la Universidad Católica Andrés Bellos (UCAB), sobre niños y adolescentes en situación de calle y las casas de acogida. En él, aparte de recomendarle al Estado que haga un censo a nivel nacional, evaluaron el desempeño de las únicas dos instituciones privadas del país que acogen a jóvenes en situación de calle hasta que cumplen la mayoría de edad: la Fundación Unamos al Mundo por la Vida —Colmena de la vida— y la Red de Casas Don Bosco.

El estudio determinó que los programas pueden ser beneficiosos para muchos jóvenes —les ofrecen techo, comida, educación y tratamiento médico y psicológico—, aunque no logran restablecer el vínculo de estos con sus familias. Lo que, a la vez, representa uno de los puntos de inicio del problema: la fragilidad de los hogares de las que provienen los niños y adolescentes en y de la calle explica la situación en la que se encuentran. Sería, entonces, adecuado realizar labores preventivas e identificar quiénes son los jóvenes susceptibles a abandonar sus casas.

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En el libro Niños con experiencia de vida en la calle, algunos de los entrevistados aseguraron haber presenciado “palizas del padre a la madre y de otros familiares entre sí, haber pasado hambre durante largos periodos, vivir el asesinato de algún familiar, ver al padre viviendo en la calle en la indigencia, intentos del padre de incendiar el hogar, ser víctima de un intento homicida por parte de un tío, maltrato físico severo, negligencia y abandonos severos”. De este modo, en muchos casos es hasta peligroso que se produzca un retorno a hogares con tales niveles de violencia.

Por eso, Ileana Anciano y Ana Carrasquero concluyeron: “Para atender completamente el problema de los niños con experiencia en la calle es ineludible que las instituciones abocadas al trabajo con esta población orienten parte de sus objetivos a estudiar y trabajar con las familias de los niños. Es necesario emprender programas de prevención, es decir, ofrecer asistencia y orientación a familias cuyos hijos poseen altas probabilidades de terminar en la calle”.

Las consecuencias de tener experiencias de esa índole son numerosas. Se manifiestan en traumas psicológicos y problemas para expresar y entender las emociones. A la falta de estadísticas oficiales hay que sumar la ausencia de campañas de prevención y también, según afirma Llorens, la necesidad de que haya más profesionales capacitados para trabajar con jóvenes que posean este tipo de vivencias.

Dicen que los niños son el futuro de cada país. Y Venezuela pareciera estar tirando el suyo a la calle.

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