Perfil

Rafael Urdaneta, el malabarista de los negocios en China

Cocina, arquitectura, baile, exportación de acero. El venezolano Rafael Urdaneta se ha convertido en un pulpo potencial de los negocios en el continente asiático. Residenciado en Beijing, lleva sus habilidades gerenciales a negocios de distinta índole lejos de la tierra que lo acunó, y sin planes de volver a ella

Composición fotográfica: Andrea Tosta
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A sus 32 años, el empresario venezolano Rafael Urdaneta se ha convertido en profeta fuera de su tierra, a 144 mil kilómetros de distancia, para ser exactos. Nacido y criado en Caracas, encontró su lugar predilecto de inversiones en Beijing, capital de China. Allí hace malabares junto con sus hermanos Daniel y María Coromoto en la cocina, la arquitectura, el baile y el acero.

Urdaneta ha sabido posicionarse en el mercado emergente con sus habilidades como administrador de la Universidad Católica Andrés Bello (Ucab). “Acá hay oportunidad de crecimiento para una empresa joven. Hay cosas que hacemos bien, pero China ofrece mercado, es fértil. No puedo decir que estuviéramos haciendo lo mismo en Europa. No lo sé. Por eso vivimos aquí y seguiremos aquí”, explica. Le imprime su Made in Venezuela personal a los ocho emprendimientos que tiene junto con sus hermanos y demás socios. Su crecimiento sostenido comenzó hace cuatro años en Hong Kong, donde montó una empresa que mantiene actualmente de exportaciones llamada Latin Trade, encargada de llevar acero a Venezuela y Colombia.

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Al poco tiempo encontró un vacío que llenar en el restaurante de comida mediterránea de su hermano, Daniel, quien tiene más de 10 años ajustando sus platos a los paladares chinos. Con él, la marca de restaurantes Moka Bros se convirtió en una realidad sustentable. En sus espacios sirven platos con variantes culinarias del Mediterráneo y de América del Sur, que pueden disfrutarse con chopsticks o cubiertos occidentales. “La comida que aparece en nuestro menú es la que a nosotros nos gusta, pero presentada de una forma que a los consumidores locales les ser atractiva”.

Urdaneta confiesa que la receptividad del público ha sido positiva, a pesar de las distancias culturales. “Tiene un carácter muy particular. Es un sitio cool, con música alta y un ambiente relajado. Eso es lo que más ha gustado, junto a la comida”. Con tres restaurantes en Beijing y uno en Chengdú abiertos en cuatro años, el empresario apunta vender las creaciones culinarias de su hermano chef a la generación millennial china. Además, se proyecta exponencialmente para 2017. “Tenemos la idea de abrir para mediados del año que viene tres restaurantes en Shanghái y uno más en Hangzhou”.

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Urdaneta ha sabido abrirse paso entre los vendedores ambulantes de pinchos y la más alta cocina de la capital china. Lanzó al mercado Lasocial, bar-restaurante en el que presenta opciones venezolanas y colombianas en su menú. Reina pepiada, catira, pelúa. Las arepas criollas en sus distintas presentaciones ya no son un plato desconocido para quienes habitan en Beijing, que pueden degustarse al son de música caribeña. Con las arepas, los mojitos de su bar se roban toda la atención hechos con ron Santa Teresa.

Las cimientes

Fuera del mundo culinario, el administrador se inmiscuyó en la arquitectura desde hace casi tres años. Mientras su hermana aporta la creatividad y el ojo artístico, Urdaneta gerencia sus diseños de interiores. Con Coromoto Designs, aportan propuestas occidentalizadas al mercado asiático. “Es lo que gusta y atrae. Hemos diseñado todos restaurantes que tenemos, tiendas de zapatos, de ropa, dos proyectos residenciales, hasta un mercado municipal”, explica.

Donde Urdaneta pone el ojo, pone el negocio. Así lo hizo con las compañías familiares que mantiene actualmente, a pesar de saberse ignorante en la cocina internacional y en el diseño de interior. De igual forma sucedió con Salsation, empresa con la que hace eco internacional de sus raíces, sin moverse de su estudio. Aliado con el bailarín y coreógrafo Alejandro Angulo idearon un sistema de clases fitness de salsa, donde los participantes esculpen su silueta mientras se balancean al ritmo de las trompetas de Oscar de León. “Angulo tenía esa pasión por el baile, pero no sabía cómo materializarla. Hace un año empezamos a buscar entrenadores que dieran las clases. Ya estamos bastante establecidos”, cuenta. Hoy en día, Europa acumula la mayor parte de los interesados. Salsation ha llegado a países como China, Indonesia, Alemania, Polonia, España y Portugal, y acumula cerca de 1500 personas y 30 profesores certificados.

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Con ambos creadores viviendo en China, la dirección recae sobre las horas de sueño de Urdaneta, quien se encarga de la gerencia de Salsation por las tardes. De esa forma, se mantiene activo teniendo en cuenta el huso horario del continente que aporta la mayor parte de los ingresos. Confiesa que su agenda es apretada, a pesar de que Latin Trade no le quite el sueño. Se perdería en el triángulo laboral de cocina, arquitectura y salsa si no se organizara. “Es un poco complicado, no por la distancia o por estar en China, sino por lo diferente que son los tres. Me la paso dividiendo el tiempo para manejar todo, pero creo que este es el límite”, confiesa.

Se admite esquematizado, organizado, con horarios y recordatorios constantes. “Tengo que ser bien estricto en ese sentido, pero me emociona”. Sortear las dificultades de triunfar en China —“porque las hay, como en todos lados”, dice— le impulsa a crear. Tuvo que aprender a batir el cobre en Beijing, tan distinto a como se hace en Caracas. “De tanto intentar emprender se aprende. Todavía seguimos aprendiendo. Ya uno sabe darle la vuelta a las trabas”. Las oportunidades de negocio le abrieron los ojos a un mundo de posibilidades, a pesar de las diferencias culturales. “Yo no hablo chino tan bien como para entenderme con todo el personal. Sigue siendo una piedra en el zapato, pero no es imposible. Hay formas. Siempre con el buen trato, la gente entiende”, explica.

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Urdaneta está consciente de que China no es la primera opción de muchos. Tampoco era la suya en primer momento. Los altos índices de criminalidad en Venezuela lo llevaron a Asia, sin proponérselo. Urdaneta entró en las estadísticas en la década pasada cuando fue víctima de un secuestro. “Allí dije ‘me tengo que ir del país’ y así lo hice. Ese hecho cambió mis planes drásticamente”. Emigró a España en 2010 y se radicó en Barcelona, donde estudió un MBA en la Universidad Rey Juan Carlos, el segundo de su currículum junto con un máster en Gerencia en la Universidad Metropolitana de Caracas.

No pasaría mucho tiempo para que volara al otro lado del mundo. “Mis hermanos y yo nos fuimos por curiosidad y nos quedamos por las oportunidades. No es sencillo estar en China, pero le vas agarrando el gusto a esas dificultades”, admite, con ya un lustro de estadía. Sus lazos filiales lo impulsaron a sobrevolar continentes hasta posicionarlo donde se encuentra actualmente, con cuatro restaurantes, un bar, una escuela de salsa internacional, una empresa de diseño de interiores y otra de importación de acero.

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Urdaneta no posee mayores arraigos al país que lo vio crecer. Al igual que sus hermanos, sus padres recién emigraron a España. Regresar a Venezuela, por más que lo lamente, no está en su panorama a corto y mediano plazo. “Es complicado imaginar eso ahorita y no lo digo solo por la situación actual que atraviesa el país. Dejar atrás un emprendimiento que formaste afuera, que funciona, con toda la lucha que significa hacer algo en otro país, por un intento de que funcione en otro lado es complicado”. Dentro de cinco años, Urdaneta se proyecta en el mismo punto del mapa: “Espero tener entre 20 y 25 negocios por lo menos, con el estudio de arquitectura más establecido y con oficinas en otras ciudades de Asia”.

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