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La soledad de un traicionado Rafael Esquivel

Rápidamente el lector entenderá que la intención de estas líneas no es promover un sentimiento de pena por la situación que vive el más poderoso personaje de la historia del fútbol criollo, sino un llamado a la reflexión: ¿fue Esquivel el único que contribuyó al atraso del balompié nacional?

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(EFE)

Aún cuando los viejos amigos y dependientes del ex presidente de la Federación Venezolana de fútbol se empeñen en limitar la información a pequeños recuadros en la prensa, nadie puede, en su sano juicio, justificar, o tan sólo comprender, cómo un funcionario, dedicado a un deporte que hasta hace unos años vivía en la más profunda oscuridad, amasó una fortuna tal que le ha permitido pagar siete millones de dólares en fianza y dieciseis millones más en acuerdos judiciales.

Tampoco se explica el silencio federativo luego de la declaración de culpabilidad de Esquivel de haber cometido delitos de corrupción el fútbol. Y menos aún se entiende cómo los grandes medios únicamente reseñaron la noticia. Me niego a creer que el venezolano, aún cuando siempre dudó de los manejos del antiguo presidente de la FVF, se haya acostumbrado a la corrupción de tal manera que las cifras que se manejan, en el caso conocido como FIFAGate, no le sorprendan.

Fueron innumerables las denuncias que grandes medios y periodistas hicieron durante muchos años como para que ahora se pretenda, desde quien sabe dónde, intentar tapar tanta mugre con un dedo. Lo lamento, pero los más de 23 millones que ha invertido Esquivel en este proceso judicial constituyen una cifra grosera, más aún en un país en el que no sobran ni las cucarachas.

Esquivel, como cualquier funcionario poderoso en Venezuela, compró aliados, les mostró los beneficios de mantenerse callados. Estos que ahora se muestran sorprendidos y hasta contrarios a su proceso son los mismos que celebraban sus reelecciones, al igual que sus siempre acertadas intervenciones para callar al crítico de turno. No es casual que muchos de los que antes se paseaban por su oficina, ahora sumaron un nuevo benefactor en la forma de bodegón. Cosas de la crisis, no económica sino de valores, pero esa es harina de otro costal.

Hoy nos ocupa Esquivel y el silencio de quienes fueron sus socios, amigos y vividores, aquellos que siempre aprobaron todas sus memorias y cuenta; los que lo acompañaban en sus importantes viajes al exterior; los que recibían dinero directamente de las cuentas de Conmebol (gracias a la invalorable colaboración de Fanny, la querida asistente de Nicolás Leoz),violando todas las reglas y pateando lo poquito que quedaba de la pobre ética. En fin, los que luego de la detención de su jefe y amigo, pretenden presentarse como alternativa a tanta vagabundería que ellos mismos aprobaron, o que nos creen tan tontos como para vendernos la versión de que nadie sabía nada, al mejor estilo de la olvidable canción que decía “nadie sabe, nadie supo”.

Perdone usted, mi estimado lector, que la incredulidad me lleve a desafiar viejas costumbres criollas, como aquella de culpar siempre a un solo personaje por los grandes desastres que nos ocurren, al mejor estilo el chino de Recadi. Ese cuento o mejor dicho, ese pescado podrido a mí no me lo venden y tampoco lo quiero comprar.

Entendamos de una buena vez que en una institución nadie se apodera del dinero sin la complicidad de compañeros o colegas. No quiero decir con esto que el resto de los integrantes de la FVF o de las asociaciones regionales se hayan comportado como nuestro famoso reo, pero tampoco es creíble tanta excusa y tanta inocencia. Del fútbol vive demasiada gente sin que realmente trabajen por el fútbol; no viven por el fútbol, viven del fútbol.

Cuando los presidentes de las asociaciones regionales, o muchos de ellos, se niegan a ceder el testigo a nuevos actores mejor preparados, dejan bien claro que el fútbol es un maravilloso negocio del que se vive muy bien, porque si de lo contrario, trabajar en él representara insoportables jornadas laborales a cambio de cuatro monedas, le aseguro que ninguno optaría por la reelección eterna a la que tanto aspiran los funcionarios criollos.

Vivir del fútbol trae consigo una serie de ventajas, como estar cercano a los centros del poder, conducir todo lo que tenga que ver con esta actividad en determinado estado o región, y como no, hacerse pasar por una caribeña versión de pequeño emperador regional en el deporte más practicado en Venezuela, con la ventaja de no tener que rendir cuentas a quienes de alguna manera sí viven o dependen de la actuación de estos personajes.

Se lo decía anteriormente: nadie sabe y nadie supo. Mientras tanto, unos viven a costa de un deporte que se sostiene mayoritariamente por la pasión de quienes lo protagonizan, así como de la indomable voluntad de algunos entrenadores que realmente hacen una labor titánica. En el país abundan las canchas de tierra y los equipos fantasmas, al mismo tiempo que no hay centros formativos y no se conocen protestas y manifestaciones de estos dirientes que obliguen, o por lo menos presionen a la federación, a que se tome en serio la formación de los entrenadores en categorías menores. Mientras se nade con la corriente nadie fiscalizará la labor de quienes hasta se dan el lujo de contratar familiares y amigos para puestos relevantes.

No quiero abrumarlo más con mis quejas, pero es que en tiempos de elecciones a todos nos quieren tomar por tontos y uno se cansa de tanta mentira.

Ninguno de quienes hoy se muestran lejanos a Esquivel puede ser tomado en serio; la gran mayoría de ellos vivieron bajo el manto protector de quien ahora es señalado como el único culpable del desorden de este fútbol. ¿Cuántos de ellos se opusieron a las largas e improductivas exposiciones de Esquivel? ¿Existió alguna oposición a alguna de las tantas memorias y cuenta presentadas durante casi 30 años? ¿Algún dirigente se rebeló ante la ausencia de planes de inversión para garantizar el crecimiento de esta actividad? ¿Nunca preguntaron por el destino del dinero que entraba vía FIFA y/o Conmebol? Ah, es que son tantas preguntas…

Veintitantos millones de dólares después (y los que faltan), Esquivel está más solo que nunca; sus antiguos amigos, sus compañeros y sus principales valedores no quieren saber nada de él y gritan a los cuatro vientos que ellos no sabían nada (nadie sabe y nadie supo), como si el atraso de este fútbol fuese resultado exclusivamente de esos manejos que hoy tienen al ex presidente esperando condena. La lección está clarita: el ser humano es capaz de vender a su propia madre con tal de asegurar su estabilidad en el poder.

Y en esas estamos, o mejor dicho, están los vivos de siempre, apurados en cambiarnos oro por espejitos, no sea que algún día despertemos y se acabe la fiesta de los vivos de siempre.

Pobre Rafael Esquivel, se creyó el más vivo de la clase y hoy pasa sus días en la soledad, traicionado por el mismo monstruo que creyó haber creado a su medida.

A mí me podés cagar con guita (dinero); no me podés traicionar”. Carlos “Indio” Solari.

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