Venezuela

Cómo manejo el duelo migratorio, un dolor que se expande

Si algo es verdaderamente democrático en Venezuela, es que todos estamos de duelo por la gente que se nos va y los que nos quedamos. Tanto, que tenemos sensación de luto y el duelo es más fuerte porque cuando alguien muere, sabemos que no va a volver. Pero en esta situación, sabemos que el otro vive pero no hay garantías de cuándo habrá un reencuentro y por cuánto tiempo. 

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El venezolano emigra ante la imposibilidad de vivir dignamente
Fotografía: Fabiola Ferrero

Vivir en Venezuela implica mentalizarse en que uno vive en el país de las despedidas, donde no sabes cuándo vas a volver a ver a tu gente y cada quien maneja la situación a su manera.

Cuando yo me fui, fue en otras condiciones porque me iba a España a estudiar un master. Si todo fluía me quedaría y si no, regresaría. Mi destino, después de dos maravillosos años en la madre patria fue retornar y hacer país en Venezuela.

Pero eso fue en 2007. Definitivamente era otra Venezuela. En ese tiempo, me parecía normal despedirme de amigos que se iban a cursar estudios y lo más probable es que nos veríamos otra vez. Si no regresaban, pues uno se alegraba porque la oportunidad que tenían merecía quedarse en el extranjero. Sin embargo, en los últimos siete años, la dinámica ha cambiado.

Esto de crecer, independizarse y formar una familia, en Venezuela, hace que las tomas de decisiones sean trascendentales más allá de la vida en cualquier otro destino. La decisión de mantenerse se ha convertido en una cuestión de principios.

“No nos vamos de aquí. Estamos con la familia, aquí hay calidad de vida, nos va bien”. Eso me decía mi amigo Luis hasta que un buen día, se fue una semana a Panamá con su esposa y cuando regresó, en una reunión, me sentó aparte y me dijo: “No puedo más. Trabajamos demasiado, tenemos una bebé y los gastos del día a día, más los seguros nos consumen. Las cuentas no dan, ya no me da para ahorrar y nos vamos para Panamá”.

Todavía no olvido esa despedida. Hicieron una reunión en casa de los padres de Luis, nos reunimos todos los amigos y hablamos un buen rato mientras nos reíamos de los mismos chistes. Lo admito. Me cuesta expresar dolor en público. Reacciono siempre risueña y como si nada pasara. Dije adiós a Luis, lo abracé, abracé a su esposa Patricia, una de mis mejores amigas del colegio y me di la vuelta para irme al carro con mi mamá. Recuerdo que me pasó el brazo por detrás y en silencio escuchó cómo me iba llorando sin querer voltear.

La sensación es extraña. Primero porque uno no sabe cuándo vuelvan ellos al país y por otro lado, uno no sabe cuándo va a reunir dinero suficiente para comprar un pasaje y costear los gastos para ir a verlos.

Hace unos días lo comentábamos unos amigos aquí: “ya prefiero no responder cuándo voy a hacer visita afuera porque creo que no entienden que no producimos lo suficiente como para pagar un pasaje. Opto por decir que voy pronto y ya”.

En mi caso, siento que me hice una barrera emocional donde me despedía y no pensaba mucho en el asunto pero en los últimos meses, es tal la cantidad de gente que se despide y anuncia que se va en menos de un mes, que se me ha ido de las manos y ha generado en mí una profunda sensación de luto que llegué al punto de pensar en ir a terapia para aprender a manejarlo.

Hace poco, en la oficina, me comentaron que había un taller de manejo del duelo migratorio y decidí que era una oportunidad para ver de qué iba y quizás me ayudaría a trabajar mi situación sentimental.

Dirigido por Elizabeth Cordido Santana, Psicóloga Escolar con Maestría en Psicología Social y actualmente Coordinadora del Área de Psicología Social de la Universidad Metropolitana –UNIMET- la actividad fue muy interesante porque coordina una línea de investigación relacionada con el proceso migratorio actual del venezolano.

Con un primer ejercicio de integración, nos presentaron cuatro preguntas: ¿Quiénes (de los que estábamos ahí) calzamos el mismo número de zapatos?, ¿quiénes tienen un nombre con la misma inicial?, ¿quiénes no han realizado los mismos cursos de actualización que yo?, ¿quiénes tienen familia y/o amigos que se han ido del país? Y ¿quiénes no tienen ningún familiar y/o amigo que se haya ido del país?

Como era de esperarse, todos compartíamos una misma respuesta en lo que respecta a la tercera pregunta. Y así empezamos:

“Mi hermano se fue ayer”, “Mi hija nunca pensó que se iba y ahora se va”, “Tengo cuatro años sin ver a mi hija”. “En mi familia quedamos los viejos porque todos los jóvenes se fueron”. “Mi hijo de cinco años no entiende por qué ya sus mejores amigos; no van al colegio” y de repente alguien comparte algo fuera de lo esperado: “Yo me fui a España y me tuve que regresar porque mi hijo de 18 años no se hallaba en España y él quiere quedarse aquí y luchar por el país. Mi duelo es que quiero que se vaya y no lo logro sacar”.

Después de cada uno exponer las razones por las que habíamos asistido, Cordido explicó algo importante a tener en cuenta: no hay una receta exacta para manejar esta situación. Cada caso es muy distinto y a la vez tan válido como el del otro. Pero es importante aprender a ser tolerante y sobre todo a respetar las decisiones de los que se quedan como las de los que se van.

Para muchos, esto no es una gran novedad pero cuando empiezas a escuchar las anécdotas de cada asistente, te das cuenta de lo mal que la estamos pasando absolutamente todos.

La negación está latente entre muchos de los que se quedan en el país al punto que no escatiman en hacer sentir a quienes toman la decisión de emigrar con sentimiento de culpa y que serán los causantes de la ruptura familiar. Por otro lado, muchos de los que se van, no logran desconectarse y sufren constantemente.

Ese día nos comentaron que no existen registros oficiales sobre la migración venezolana fuera del país pero, lo que sí se sabe, en la información que han conseguido es que hace unos años empezó con fuga de talentos y en la actualidad es todo el mundo el que abandona el país sin un perfil en particular.

Un duelo con cara de mujer que embarga a muchos 

Sin embargo, Iván de la Vega, director del Laboratorio Internacional de Migraciones de la Universidad Simón Bolívar, también columnista de El Estímulo y quizás, la voz más reconocida sobre movimientos migratorios entre venezolanos, comparte los siguientes datos:

El número de venezolanos en el exterior ascendió a 2,5 millones. Colombia, EEUU, Panamá o España son los más buscados. Los criollos también están en destinos menos populares como Albania, Madagascar, Suráfrica, Singapur o Nueva Zelanda. Tanto Cordido como de la Vega coinciden en que el 2014 cambió el patrón de migración de los venezolanos: pasamos de ser una nación donde migraba gente preparada, de ingresos medios y altos.  «Ahora todo el mundo está emigrando, huyendo», advierte de la Vega.

Otro dato interesante es que Colombia es el principal receptor de la migración venezolana y en la actualidad, el perfil del migrante venezolano es el siguiente: mujer, soltera, entre 20 y 30 años, altamente preparada, con estudios universitarios y de posgrado.

De la Vega estima que entre un 12% y 15% de los venezolanos migrantes regresaron a Venezuela «con las tablas en la cabeza».

Por eso, la psicólogo Elizabeth Cordido se ha dado a la tarea de comprender las vivencias para construir el significado del proceso migratorio experimentado por los venezolanos.

¿Qué podemos hacer?

 

Si bien al inicio de la sesión aclaró que no hay una fórmula mágica, Cordido invita a hacer un uso correcto y en positivo de las redes sociales en la medida de cada persona. Es decir, utilizar las redes sociales o las aplicaciones para enviar mensajes, hacer llamadas y no perder el contacto con nuestros seres queridos. Ella misma compartió que le ha tocado aprender a ser abuela por Skype.

Una frase de ánimo siempre reconforta el espíritu y hace que quienes estén afuera tengan valor para seguir adelante.

También es importante para los que se han ido, hablar sobre esa decisión y los cambios que sintieron. La especialista comenta que en una de las investigaciones que se hicieron con una familia que migró completa, la hija de 17 años, al final de la entrevista agradeció la actividad vía skype ya que como reflexión, sentía que nunca habían expresado entre todos lo que sintieron, los cambios y lo aprendido.

Otra cosa importante es aprender que cada situación y realidad es distinta pero a su vez es válida. Muchas personas juzgan sin realmente conocer las razones por las que el otro toma la dura decisión (sí, siempre es duro) de irse.

Muchos de los que se han ido, no logran desconectar por varias razones:

  • Se fueron sin un plan y se encontraron con una realidad llena de permisos, contratos que no se pueden incumplir.
  • Otros amaban Venezuela pero sintieron que el país los expulsaba.
  • Otros sencillamente se hartaron de la situación y se van sin ganas de regresar.

 

Las palabras

En las investigaciones realizadas aparecen los primeros datos interesantes sobre los jóvenes venezolanos que se van.

  • Muchos se van para no volver.
  • Otros volverán si esto mejora.
  • Otros volverán si esto mejora y hay una oportunidad interesante para ellos.

También, cuando se les escribe para saber cómo están, una de las frases más recurrentes es “Aquí, echándole pichón” y otros es “no me siento ni de aquí ni de allá, no pertenezco”.

“Echándole pichón” es otra expresión que se repite una y otra vez con la que expresan el esfuerzo que hacen.

Por último, no pierda la esperanza. Nada es para siempre y las cosas siempre pueden cambiar para mejor.

Para los que se quedan, el comportamiento también varía: desde textos de catarsis en FB para expresar la frustración como aquellos que entran en negación y ofenden o juzgan a quienes se van sin entender sus razones.

Es el caso de Bárbara:

“Bueno, como siempre escribiré algo con lo que más de uno se identificará: mis amigos se fueron de Venezuela y me siento sola, mis relaciones ahora son 80% virtuales, mi WA es más importante que muchas cosas, mi Skype, que antes era un entretenimiento, ahora es como una parte fundamental de mi vida social, porque mi familia y mis amigos, están es allí. Estoy tratando (arduamente) de ampliar mis círculos sociales y alimentar las relaciones con gente que quiero, que aún está aquí, voy de a poco… Pero el día que los míos en otras latitudes no están, es un día difícil. La vida me esta haciendo tecnodependiente(tanto como critiqué infinidad de veces, y me disculpo). Lo peor, es que hoy pasé toda la tarde por Skype con un amigo de Guarenas, está cerca, pero las TIC siguen de por medio, al universo gracias, vienen los carnavales, para los que ya tengo planes presenciales”.

Somos individualistas

Los venezolanos viven por primera vez una migración importante que ha cambiado el comportamiento y rutinas de su día a día. Cuando se les pregunta sobre lo que más extrañan, las respuestas son casi siempre las mismas: “los míos, el Ávila, mi familia, mis amigos, la arepa” pero no hay memoria de un colectivo.

¿Qué hacer ante tanto dolor?

Si quieres conocer unos breves consejos, haz click aquí

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