A no ser sino por aquello de que la mujer del César…Rodríguez Zapatero debe retirarse de las funciones de mediador en la discordia nacional. Yo no me atrevería a hacer una acusación precisa de las secretas y malignas intenciones, si las hubiese, de quien debería cumplir con proverbial imparcialidad y equidad el arbitraje de dos partes ciertamente confrontadas a más no poder y una de ellas sin escrúpulo alguno, gansteril. Tarea para la cual, por supuesto, hay que omitir a los guerrilleros del teclado que como decía Umberto Eco tienen entre sus oficios darle curso al material cloacal que circula por las redes (un ejemplo de lo anterior es el que circuló ampliamente que en la visita de Zapatero a Leopoldo López, le hizo la propuesta de su libertad prácticamente por vender sus más caros principios, especie desmentida por el líder y su esposa; y un inacabable etcétera de parecido o más escandaloso tenor). No hay que ignorar tampoco el enorme apoyo, por formal y mecánico que sea en ciertos casos, de tantas instituciones y personalidades mundiales, contrapartida de lo anterior. O la mayoritaria aquiescencia de la MUD. Pero hay razones muy razonables para pedirle al ex mandatario que se vaya o que se quede en casa.
Henrique Capriles, por ejemplo, ha sido un crítico incesante y explícito del mediador. Algunas de sus señalamientos también podrían ponerse en suspenso, no son demasiado concluyentes – una discusión teórica sobre la pertinencia de los revocatorios, algunas venidas al país no notificadas a la oposición, el uso de aviones oficiales- pero otras, más propiamente políticas, parecen poco objetables: la más obvia el no haber conseguido el menor resultado positivo del diálogo que, sumergido o a la luz diurna, ya lleva años; el propio Zapatero sólo ha podido argüir en su favor discretos impedimentos de enfrentamientos físicos. Y haber visto violaciones constitucionales de alto voltaje, como la masacre del revocatorio que el mismo había prometido a la oposición no iba a suceder (Capriles dixit) sin siquiera pestañar. O baste mirar muy por encima la actitud de su conmilitón Felipe González ante el diálogo, al cual ha puesto precisas, justas y liberadoras condiciones al gobierno tramposo, para medir la pobreza y “tolerancia” de lo acaecido en las manejos de los mediadores reales. Y para completar agréguense sus insólitas declaraciones sobre las delictivas sentencias del TSJ destructoras de la Asamblea y la democracia, que obligaron que Maduro se diese golpes de pecho, tal fue el clamor nacional y global, y que se limitaron a pedir “prudencia, discreción y paciencia”.
Yo sumaría a esto cierta dejadez protocolar, lo indeseable para la mujer del Cesar, como ostentosas visitas a Miraflores, contubernio con el impresentable Samper, secretismo sospechoso y desorden extremado del proceso (seguro que no todo se le puede atribuir), descuido en el uso de la corbata…valga decir lo suficiente para hacerse odioso no solo para los valients de Miami y de las redes.
Por todo ello y si hubiese necesidad de intermediarios para algunas de las tareas en lo que debe ser una transición sin dilaciones no es recomendable el uso de este señor de tan poco estilo y tino, en el mejor de los casos. Al menos dejarlo que se desparezca tan curiosamente como suele aparecer, sin mayores razones inteligibles. Y sin mayores solemnidades que no hay nada para justificarlas. Es un asunto de elemental profilaxia en horas tan delicadas.