En realidad, las marchas de estos días han tenido tres convocantes: los magistrados del TSJ, el secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), Luis Almagro, y la fiscal general, Luisa Ortega Díaz. Los primeros encendieron la chispa, el segundo avivó el fuego y la tercera lo puso rojo rojito.
Luego, entró en escena el presidente Nicolás Maduro para apagar el incendio con un bidón de gasolina. Represión, inhabilitaciones y ahora, Constituyente. La revolución bloquea la salida electoral, renuncia a la OEA, embiste a sus adversarios y traslada el conflicto a su terreno preferido: el de la violencia.
La oposición se lanza a la calle. O la lanzaron. Quien tiene el poder impone las condiciones. En 2016 el juego se llamó diálogo. Ahora lleva por nombre dictadura. Maduro redobla la apuesta y liquida la política. Todo o nada. Ante la ofensiva del régimen, la Unidad llama a tomar la autopista. Allí se puede avanzar por el canal rápido o terminar varado en el hombrillo. La protesta es necesaria, pero no suficiente. Aquellos que solo contemplan la posibilidad de que las manifestaciones desgasten al Gobierno y provoquen fracturas definitivas en el bloque chavista, evitan pronunciar la expresión “o viceversa”.
Sin una agenda clara de acción, la oposición luce entrampada. Por eso, surge la pregunta: ¿cómo sobrevivir a esta celada e impulsar la transición? La Unidad ya ha definido qué no hará. Se abstendrá de convalidar el fraude de la Constituyente corporativa. Ahora debe definir qué sí hará, además de convocar a diario marchas que jamás llegan a su destino. La hoja de ruta política tiene que mostrar un rumbo claro. Y esa meta sí debe alcanzarse.
Maduro parece estar dispuesto a imponerse a sangre y fuego. Un tipo que habla de “inflación inducida” y que promete congelar los precios, debe tener problemas para calcular el “costo de la represión”. Con una consulta electoral a su medida, el Jefe de Estado pretende fulminar la Carta Magna de 1999 para dar sustento legal a la dictadura y perpetuar al régimen en el poder. En su discurso orwelliano, el chavismo propone una “salida” –la Constituyente- que es la puerta de entrada a una etapa de mayor conflictividad y violencia. La respuesta de la Unidad debe ser del tamaño de la amenaza que se cierne sobre la vida de la República. Resistir, movilizar y, sobre todo, hacer política.]]>