Opinión

El problema no es Gabriel Cichero

Hay en nosotros una peligrosa necesidad de buscar culpables que disimulen nuestra incapacidad para comprender los procesos como lo que realmente son: complejidad pura y dura. El protagonista de moda es Gabriel Cichero, como antes lo fue Renny Vega; nos hacemos militantes del reduccionismo y así damos paso a las acusaciones y a la insensatez.

Publicidad
Foto: AP | Luis Hidalgo | Archivo

Nadie en su sano juicio puede asegurar que el rendimiento de Cichero en los amistosos ante Chile y Bolivia fue adecuado. Ahora bien, la ausencia de variantes no es responsabilidad única del actual cuerpo técnico, aunque vale recordar que son ellos quienes por ahora han desechado otras opciones en favor de la posible recuperación futbolística del caraqueño. Pero usted, que ya me va conociendo, sabe que yo prefiero mirar al bosque y no entretenerme únicamente con el árbol.

En medio de la vorágine de la eliminatoria suramericana para el Mundial Brasil 2014, César Farías se sentó a conversar con el diario El Universal y dentro de algunas de sus frases, aquel 20 de enero de 2013 dejó una afirmación difícil de olvidar:

«Tuvimos que vivir una transición con muchas variantes, y que en principio no era aceptada… Ahora, para el Premundial que viene, no tocará un recambio. Rosales es del 88, Rondón del 89, Álex González del 92, Josef Martínez del 93; eso habla por sí solo… Venezuela cuenta con generaciones al menos para tres eliminatorias mundialistas más».

El por entonces seleccionador nacional, sin mayores pruebas que sustentaran sus dichos, afirmaba que el futuro competitivo de la Vinotinto estaba asegurado gracias a la labor que él y su cuerpo técnico habían llevado a cabo. Hoy, casi un año después de su partida, es justo recordar aquella frase y contrastarla con las estadísticas que ofrece la CONMEBOL para obtener una mejor visión del panorama criollo actual.

 Durante el Premundial, y según los datos recogidos por la CONMEBOL en su página web, la Vinotinto empleó a los siguientes futbolistas en la demarcación de lateral izquierdo: José Luis Granados (28 años, actualmente suspendido por dopaje), Gabriel Cichero (30 años), Roberto Rosales (26 años), Rolf Feltscher (24 años) y Luis Manuel Seijas (28 años). De los cinco, y más allá del rendimiento de Rosales, sólo Cichero y Granados pueden ser catalogados como conocedores de la posición. Este dato confirma que las declaraciones del entrenador oriental estaban lejos de la realidad, y esto es aún más alarmante cuando recordamos que durante su gestión hubo tres procesos sub-20, de los que aún no ha salido un relevo natural en esa demarcación.

El caso del lateral izquierdo no es una situación excluyente sino que se puede extrapolar a otras posiciones. Tomemos el ejemplo de los defensores centrales que jugaron el proceso eliminatorio: Oswaldo Vizcarrondo (30 años), Fernando Amorebieta (29 años), Grenddy Perozo ( 28 años), Franklin Lucena (33 años) y Andrés Túñez (27 años). Estos jugadores podrían terminar la eliminatoria, allá por el año 2017, con un promedio de edad alrededor de los 32-33 años. Esto, obligatoriamente, nos lleva a preguntar ¿dónde está el trabajo hecho en las categorías juveniles durante esos 7 años? Es cierto que durante el ciclo Farías fueron convocados para las eliminatorias jugadores como Wilker Ángel, José Manuel Velásquez o Carlos Salazar, pero su presencia fue poco menos que testimonial.

La edad, cómo único parámetro, no debería definir quienes están aptos para la alta competencia; quien así piense estaría dándole la razón a los entrenadores que no se atreven a confiar en los jóvenes sólo porque, según ellos, la inexperiencia los condiciona. Pero sí es llamativo que luego de tres ciclos sub-20 comandados por Farías y Marcos Mathías, la selección no posea un plan b que mejore a la opción de modificar la posición de Roberto Rosales (ahora volante central con Sanvicente).

Es innegable que la gestión de César Farías tuvo sus aciertos. La aparición de futbolistas como Dani Hernández, Fernando Amorebieta, Andrés Túñez, Mario Rondón y los hermanos Feltscher, es justamente producto de su dedicación y estudio. Posiblemente, el entrenador nacido en Güiria salió en búsqueda de estos futbolistas porque no estaba del todo convencido de las opciones que ofrecía el campeonato local, y con la integración de estos jugadores sí sentía que reforzaba la oportunidad de ganar un cupo a Brasil 2014, una especie de árbol que tapa el bosque.

Más que condenar – a Farías, a Sanvicente o al mismo Cichero – hay que buscar soluciones que promuevan cambios en la dinámica actual. Gabriel en su tenacidad para recuperar su nivel; Noel en los módulos de trabajo con los futbolistas de la primera división venezolana, y nosotros en la reflexión y la comprensión de que nada en esta vida es casual, más bien todo pasa por algo, y no precisamente por aquella mentira repetida millones de veces de que el tiempo de Dios es perfecto.

La historia y la realidad son conocidas: ni fuimos a Brasil ni es tal la garantía competitiva en el futuro inmediato. Sólo queda trabajar y nada más; trabajar como si la vida se nos fuera en ello.

Publicidad
Publicidad