Mucho en “Gladiator 2” se desarrolla sobre las ideas que planteó la película estrenada en el año 2000. Pero Ridley Scott consigue lo que parecía imposible: brindar a la historia un segundo aire, revitalizar el conocido escenario de la venganza y explorar en la mitología de la célebre cinta original
“Gladiator 2” será considerada en el futuro como una de las grandes secuelas de la historia del cine. Y lo será, por una razón esencial que hace de la nueva película de Ridley Scott una pequeña pieza emotiva e imperfecta de enorme valor cinematográfico. Sin innovar en lo esencial y ahondando en un escenario muy semejante a la original, la película tiene la suficiente personalidad para profundizar en el bien, el mal y la lealtad con equilibrada elegancia.
Eso, sin olvidar que la saga es un ejemplo de ficción histórica que se salta todas las convenciones y la rigurosidad en favor del espectáculo. Lo que Scott logra, además, con una habilidad artística y de propuesta que supera a cualquiera de sus cintas recientes y demuestra el motivo por el cual se le sigue considerando uno de los mejores directores en activo.
Parte del atractivo de “Gladiator 2” es su capacidad para ser conmovedora al mismo tiempo que una película de acción y aventura a toda regla. Eso, mientras analiza los elementos dramáticos a través de personajes bien desarrollados y la percepción de trascendencia que dejan a su paso cada uno de ellos. Por lo que no importa demasiado que haya rinocerontes y tiburones en medio del Coliseo o que una de sus figuras centrales debata conflictos en un café periódico en mano. Lo que realmente aporta valor al relato es su habilidad para unir las piezas en una mirada a la fuerza de una ciudad que se consagró centro del mundo antiguo.
De hecho, Roma emerge en medio del argumento como una capital todopoderosa. La encrucijada que une a todos los lugares del mundo. La proeza de Scott es convertir a la actual Malta en un escenario de piedra y arena, con efectos prácticos y actores ejecutando cuidadas coreografías de lucha. En tiempos de películas repletas de malos efectos digitales, escenarios borrosos y mal planteados, el virtuosismo de Scott se agradece. Pero mucho más su empeño de crear un paisaje del pasado que sea tan cercano, valioso y sentido como para emocionar.
De nuevo a la Roma Imperial
Ambientada 20 años después de los sucesos de la primera, “Gladiator 2” no pierde tiempo en explorar en su conflicto, lo que le lleva de nuevo a los pasillos del poder.
El cruel emperador Cómodo murió, pero quienes le sustituyen son los hermanos emperadores Geta (Joseph Quinn) y Caracalla (Fred Hechinger), casi peores que el personaje que encarnó Joaquín Phoenix. Tanto el uno como el otro carecen de toda habilidad para el gobierno y tienen un talante sanguinario que se hace más depravado a la menor oportunidad.
Así que Roma corre el riesgo de venirse abajo. El guion de David Scarpa explora en la posibilidad de la destrucción total del imperio, bajo la idea de que el mal y la corrupción son una infección que corroe sus bases. Parte de la inteligencia del argumento es trasladar la idea de que los errores de los hombres condenan al desastre a sus grandes obras.
Pero el conflicto de la –posible- caída del poder no es el único en la cinta y tampoco el más importante. Si “Gladiator” se concentraba en la trágica historia de Maximus (Russell Crowe), en su secuela hay varios puntos que se analizan en paralelo, aunque todos convergen en la figura del fallecido y llorado general.
Por un lado, se encuentra la vida de Lucius (Paul Mescal), hijo de Lucilla (Connie Nielsen) y cuya historia familiar le emparenta con un secreto que cambia todo. El joven vive en la ciudad de Numidia (África), alejado e indiferente a lo que ocurre en Roma. Pero cuando el general Marcus Acacius (Pedro Pascal), arrasa con el territorio y le reducen a ser un esclavo, la historia de su familia, el vínculo misterioso que le une al pasado y su propia rabia, le conducirán a la arena de los gladiadores. Eso de la mano de Macrinus (Denzel Washington), un traficante de armas astuto y malicioso, que le usará para sus propios fines.
¿Habrá más?
Mientras tanto, los hilos se mueven en Roma. Lo que incluye que Lucilla comience a fraguar un plan para acabar, de una vez y para siempre, con Geta y Caracalla.
La lucha de poder tiene una enorme importancia y, más allá de la venganza de Lucius, la película tiene interés en expandir su universo hacia lugares novedosos. Con la misma idea de la Roma cosmopolita y centro del mundo, “Gladiator 2” avanza para mostrar que lo que pase en ella, repercutirá afuera. Y que el poder, envenenado por la sed de sangre propia de los romanos, es un mal con que se debe lidiar.
Scott logra sortear varios de los momentos más dramáticos para evitar que caigan en lo sensiblero y los convierte en pura acción. Las escenas de lucha están creadas para sorprender, pero también para demostrar el músculo y la fuerza bruta de los gladiadores. Esta vez la arena es enorme, un infierno ambicioso que encuentra sus mejores momentos en medio de matanzas de explícita crueldad. Pero el punto de vista tiene una razón de ser y es la de convertir al público moderno en espectadores del circo romano. En lograr hacerlos vivir la emoción de la crueldad orquestada para la diversión.
Scott tiene éxito en hacerlo, a pesar de que “Gladiator 2” no es, ni pretende serlo, tan idealista y poderosa como lo fue la original. En lugar de eso, es brillante, inteligente y siniestra, en medio de sus puntos más políticos y más dinámicos. Lo que le permite dotar a sus dos horas y media de metraje de un interés que justifica la extensa duración, casi a cabalidad.
Con un final violento que abre la puerta a una posible tercera parte, se agradece lo despreocupada, eficiente y bien planteada de esta secuela que nadie pidió, pero a la que se le reconoce su ingeniosa ambición. Tal parece que «Gladiator» comienza su andadura para volverse otra lucrativa saga de Hollywood.
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