Venezuela

Así fue como pistoleros de Puente Llaguno atacaron a civiles para salvar a Chávez

“Nos mandaron a conformar estas unidades cívico-militar para la defensa de la soberanía nacional. Nosotros estamos arrancando ya con las unidades de defensa popular en las parroquias de Caricuao, en La Vega, El Paraíso, Macario y San Agustín con el ejército del pueblo en algunos estados del país” explicaba Nicolás Rivera Muentes, tres años después de ser uno de los pistoleros de Puente Llaguno el 11 de abril de 2002.

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Ya habían pasado tres años de los sucesos del 11 de abril cuando me dispuse a profundizar en una investigación que luego se convertiría en un libro: “Las balas de abril”, que publiqué en 2006 con la editorial Random House Mondadori. De estas entrevistas con los pistoleros de Puente Llaguno recordamos extractos a 19 años de los sucesos.

Quise incluir en mi relato el punto de vista de los llamados “pistoleros de Llaguno” quienes ese día del 11 de abril de 2002, protagonizaron una acción armada. La imagen televisiva que captó el momento en que varios activistas del partido oficialista sacaron sus armas para disparar contra la marcha opositora que ascendía desde la avenida Urdaneta e intentaba remontar el puente para llegar a Miraflores.

El ataque en vivo a los civiles que marchaban le dio la vuelta al mundo y reveló el carácter violento de la revolución y la razón de aquella frase de Hugo Chávez: “Somos una revolución pacífica pero armada”.

Ese día, 19 venezolanos cayeron muertos por disparos de fusil y pistolas 9 milímetros en varios puntos del centro de Caracas a manos del Ejército y círculos civiles armados. En ese emblemático lugar de la avenida Urdaneta, que se encuentra bajo el Puente Llaguno, fallecieron 11 manifestantes que cayeron bajo el fuego de disparos provenientes desde esa posición en donde pistoleros civiles se instalaron en “defensa de su revolución” y pusieron a prueba el escudo cívico-militar que protege el centro del poder del régimen chavista.

Un abril despedazado

Tres años después de esos sucesos localizamos en una gran explanada de un terreno ubicado en la urbanización El Paraíso, en Caracas, a dos de estos pistoleros, Rafael Cabrices, quien falleció dos meses después de esa entrevista y a Nicolás Rivera Muentes.

El terreno desde donde operaban fue ocupado por los colectivos chavistas, que entonces se conocían como “círculos bolivarianos”, de militantes civiles armados. Era un espacio que fue tomado por el grupo, liderado por Cabrices, que a partir de allí fueron llamados “Los defensores de Llaguno”. Fue el homenaje de la llamada revolución bolivariana al grupo de civiles armados que el 11 de abril detuvo a los opositores desde el legendario puente.

Para la fecha en ese terreno de la urbanización El Paraíso, todas las noches se concentraban cerca de 50 a 100 personas que formaron una unidad piloto para el entrenamiento básico militar de orden cerrado, que más tarde se haría con armamento facilitado por la Fuerza Armada Bolivariana (FANB).

Más unidades civiles armadas

Rafael Ignacio Cabrices se había convertido en una especie de vanguardia que se propuso la tarea de organizar y entrenar las llamadas “Unidades de Defensa Popular”. Con ellas, al lado de los reservistas que fueron llamadas para integrarse a la FANB como quinto componente, tendrían la tarea de organizar «la defensa de la población», frente a una supuesta invasión de Estados Unidos a través de Colombia, una hipótesis que promovía la propaganda oficialista como algo inminente.

El chavismo no perdía tiempo, desde tempranas horas comenzó a ocupar lugares estratégicos en varios puntos del centro de Caracas con la intención de enfrentar a la movilización opositora. Cabrices, de 60 años, tres meses antes de morir debido a un infarto, nos concedió una entrevista en ese lugar de “entrenamiento”. Describió entonces aquellos momentos y lo que estaba en el pensamiento de los cuadros medios y de base de los aliados del entonces presidente Hugo Chávez:

“Nosotros teníamos temor porque sentíamos que estaba peligrando el proceso revolucionario. Por eso desde los días 9 y 10 de abril hacíamos vigilia en Puente Llaguno. Escogimos ese sitio por ser el más cercano a Miraflores. Era nuestro sitio de encuentro. Durante las noches, cantábamos, se tiraban cohetes. Todo el mundo estaba contento. Durante esos dos días no pasó absolutamente nada”.

Un puente con historia

El puente recibe su nombre de don Felipe de Llaguno y Larrea, importante comerciante de la Caracas del siglo XVIII. El puente pasa sobre la Avenida Baralt, cuatro cuadras desde el inicio de la Avenida Urdaneta partiendo de la Avenida Sucre.

“El día 11, ese trágico día. Sabíamos que teníamos que estar en Miraflores. Ese día yo andaba armado porque no había podido llevarme mi camioneta. Me fui para Catia muy temprano, donde tengo unos negocios y de allí tomé una buseta de pasajeros que me dejó en todo el frente de Miraflores. Yo cargaba mi pistola. Una Beretta 9 milímetros que utilizaba para mi defensa personal”.

“Nos movíamos entre Miraflores y Puente Llaguno. Hacia medio día comenzaron a escucharse los rumores de que la marcha de la oposición se venía de Chuao hacia el Palacio presidencial. Yo le decía a los camaradas: ¡Ellos no van a llegar nunca a Miraflores! Como en efecto no lo hicieron, porque ellos jamás llegaron a Puente Llaguno, porque esa es una falacia. Yo quiero que me muestren una fotografía o un video, algo que muestre la marcha de la oposición en Puente Llaguno. Ellos sólo llegaron a cuatro cuadras de Puente Llaguno donde está Korda Modas”, en la esquina de La Bolsa.

Puente Llaguno, uno de los sitios de peregrinaje para cultores de la llamada revolución bolivariana

Disparos a mansalva

La imagen de Cabrices y los otros pistoleros disparando a la multitud daría la vuelta al mundo. Ese hecho lo sacaría del anonimato y su vida daría un vuelco para convertirse, para unos, en uno de los autores de una masacre sin precedentes en la historia política venezolana y para otros, en una suerte de héroe popular.

Cabrices y los otros fueron bautizados por el fervor chavista con el título de “Defensores de Llaguno”. Fue el honor a este grupo de activistas que con las armas en la mano, salieron aquella tarde a detener un supuesto golpe de Estado que según la versión oficialista se ocultaba tras la masiva marcha opositora que iba hacia el Palacio presidencial.

Rafael Cabrices nació en Caracas en 1944, como él mismo relató. A pesar de sus inclinaciones radicales dentro del proceso revolucionario, proviene de una familia de clase media alta. Su padre, Rafael Ignacio Cabrices, era médico, fundador del partido Acción Democrática, un hombre que fue reconocido como un médico de gran vocación social.

La izquierda radical

“Desde niño tuve problemas de conducta por indisciplina –comentó Cabrices– por lo menos así se pensaba en esa época. Vivíamos en El Paraíso y siempre me escapaba para jugar trompo y metras en un barrio que se llamaba las Brisas del Paraíso. Eso se veía como una forma de mala conducta y me enviaron a estudiar a Estados Unidos. Allí me gradué en informática en el Instituto Florida Technical College, en Kissimmee, y regresé a Venezuela después de 8 años. Comencé a trabajar con mi papá en una clínica que teníamos en la avenida Los Pinos de El Paraíso que hoy en día es un ancianato”.

“En la década de los años setenta tuve participación en algunos grupos clandestinos de izquierda. Militamos en un grupo en La Vega que organizó el padre Francisco Wuytack. Nosotros dábamos clases de alfabetización y de marxismo. Desde allí fuimos fundadores del MBR-200 (Movimiento Bolivariano Revolucionario–200) en El Paraíso, cuando se creó ese movimiento que era clandestino».

«Participamos en varias reuniones en El Paraíso y lo hicimos a través de una cubierta que era una organización vecinal. Participé también con Guillermo García Ponce en el NRD (Nuevo Régimen Democrático) y en las elecciones de 1999 militaba allí. Luego desapareció como partido político y pasamos a formar filas en el Movimiento Quinta República, fundado por Hugo Chávez. Después del proceso electoral comenzamos a trabajar con los círculos bolivarianos. Fundamos uno aquí en El Paraíso que se llama El Círculo de la Dignidad”.

“Para organizar el círculo aquí en El Paraíso, nos constituimos con una fachada vecinal y reunimos al grupo. Allí estaba Antonio Ávila (otro de los pistoleros de Llaguno) que se entregó recientemente por el caso del 11 de abril, había un ingeniero, un juez y otros profesionales; era un grupo de profesionales que estábamos allí y formamos un grupo que se llamó La Dignidad…”

Nicolás Rivera Muentes

Nicolás Eduardo Rivera Muentes, un joven de 28 años de edad para ese momento, el 11 de abril de 2002, también pasaría a ser conocido como uno de los pistoleros de Puente Llaguno. Como muchos otros, ese día fue llamado por la revolución para asistir a Miraflores y sacar su arma para enfrentar a quienes consideraba sus enemigos.

Cuando me presento como periodista, Rivera Muentes me miró con desconfianza y resentimiento. Suponemos que ha cultivado una idea adversa frente a periodistas y medios de comunicación privados:

“Los medios de comunicación nos satanizaron y nos expusieron al odio público”, nos dice antes de comenzar la entrevista.

Esa expresión ha sido una constate entre los oficialistas sobre los medios de comunicación y los periodistas venezolanos. Acceder a estos activistas del oficialismo siempre resulta una tarea compleja; pero después de varios intentos logramos entrar en el particular y reducido mundo de los llamados “pistoleros” y su peculiar espacio de lucha contra el imperialismo y el capitalismo internacional, para que nos narrara su versión sobre los sucesos del 11 de abril.

«Disparé algunas veces»

“Nosotros de Radio Perola (92.3 FM), la emisora comunitaria de Caricuao, estábamos haciendo guardia desde el 8 de abril. Para esos días ya teníamos información de inteligencia, que posiblemente habrían alteraciones del orden de algunos entes del Ejército y por eso nos manteníamos alertas; igual como se mantuvo la gente allá en Puente Llaguno los días antes de los sucesos”.

“Teníamos programación especial. Estábamos en esos momentos en contra del paro que impulsó Carlos Ortega, y decíamos la consigna de la emisora: ‘Ni paro, ni golpe: todo el poder para el pueblo’. Trabajamos diariamente alrededor de 50 personas, que entraban y salían del estudio. En aquel momento teníamos 30 personas”.

“El 11 de abril nosotros estábamos de guardia en Radio Perola. No me tocaba a mí estar allá dentro de la emisora, me tocaba ir para Puente Llaguno y allá estuvimos desde las 11 de la mañana. Aún no había llegado la marcha a la avenida Bolívar y estábamos ahí en esos instantes. Después comenzó lo que todos sabemos: la Policía Metropolitana dispara a la gente y hubo personas que sacaron sus armas de fuego para reprimir los disparos que venían de la policía”.

“Yo, justamente disparé algunas veces. Tenía en ese momento, recuerdo yo, una pistola 9 milímetros. Esa arma me la decomisaron los de la policía cuando allanaron mi casa. Yo vivo en Caricuao”.

«Tratamos de reprimir con esos disparos»

“En ese momento estaban dándose estos sucesos y nosotros, por primera vez en la vida que tenemos un gobierno democrático, participativo e integrador de los pueblos latinoamericanos, no queríamos que se perdiera este proceso en construcción y, al ver que la Policía Metropolitana (PM), comandada por Henry Vivas y Lázaro Forero y el señor Iván Simonovis, querían un enfrentamiento, querían desalojar Puente Llaguno, empezaron los disparos y empezaron a caer muertos y heridos. Y allí es donde ya nosotros tratamos de reprimir con esos disparos, ya que no es la primera vez que la Policía Metropolitana le dispara al pueblo”.

“Había una orden directa emanada de Henry Vivas (director de la PM), de disparar. Nosotros en ese momento no lo sabíamos. Luego que tenemos la grabación del control madre sobre la PM, nos damos cuenta que él da una orden y también en esa grabación aparece Charles Shapiro, quien era el embajador de Estados Unidos en Venezuela, que hace un contacto vía radio con Henry Vivas y dan órdenes de disparar a través de sus códigos. También allí está Lázaro Forero (subdirector de la PM), que también da la orden.”

“Yo no conocía a ninguno de los que estuvieron conmigo en Puente Llaguno. Al que conocía por trato en la universidad era al amigo Amílcar Carvajal, el compatriota Carvajal. Yo había tenido unos contactos previos con él. Después de estos sucesos nos fuimos conociendo, unos en la cárcel y otros después que salieron en libertad. Nosotros estábamos ahí defendiendo nuestras convicciones”.

La defensa popular

Para la fecha de la entrevista Nicolás Rivera pertenecía a una cooperativa de integración comunitaria. Una de sus tareas más importantes era la conformación de las Unidades de Defensa Popular, según señaló, siguiendo los lineamientos que les dio el comandante Hugo Chávez el 4 de febrero de 2005, cuando llamó a la población a organizarse para la defensa de la nación:

“Nosotros estamos arrancando ya con las unidades de defensa popular en las parroquias de Caricuao, en La Vega, El Paraíso, Macarao y posteriormente en San Agustín. Ya tenemos algunos contactos para avanzar en las unidades de defensa popular con el ejército del pueblo en algunos estados del país”.

“En eso estamos trabajando en este momento, ya que nos mandaron a conformar estas unidades cívico-militar para la defensa de la soberanía nacional. Estas organizaciones vienen desarrolladas de los núcleos endógenos para prepararnos. No es solamente vestir el uniforme militar como reservista, sino también ejercer en la defensa de los derechos humanos, ejerciendo la defensa de la sociedad, de nuestras misiones que están emanadas de nuestro comandante Chávez”.

“En estas organizaciones participa la comunidad en general. Tenemos programado tener un control maestro en lo local en torno a las parroquias. Actuar localmente, pensar globalmente. Ese es el trabajo que estamos haciendo ahorita”.

Para enfrentar a los marines

“No nos vamos a caer aquí a embustes ni a mentiras. Estados Unidos está viviendo un asedio constante contra Venezuela. Posiblemente, ¡que ni Dios lo quiera!, los marines pueden llegar a las costas venezolanas. Nosotros queremos prepararnos para que esto no suceda. Se ha venido hablando de un magnicidio y nosotros no vamos a aceptar, es inaceptable la posición de Estados Unidos frente a un país que está en vías de desarrollo. Es una tarea que va más allá del ejército regular. Las unidades de reservistas son las unidades de defensa de la soberanía territorial. La unidad de batalla popular, defensa popular, son para la defensa de nuestras parroquias, las cuadras, las esquinas. Allí se van a unir los reservistas y no reservistas en una sola tarea”.

Para los días de abril, Rivera trabajaba como maestro guía de adolescentes recluidos en el Instituto Nacional del Menor (INAM). Vivía en la casa número 56 del barrio Onoto de Caricuao.

La noche del 11 de abril las autoridades policiales allanaron su vivienda. En ella encontraron una bolsa de balas calibre 9 milímetros, la franela y el koala que usó desde Puente Llaguno. La experticia química que se le practicó posteriormente a las prendas encontradas determinaron la presencia de iones oxidantes, característicos de quien ha disparado. El arma de Rivera no tenía permiso de porte de la Dirección de Armamentos de la FANB.

Personaje de televisión

La directora del centro del INAM donde trabajaba, Luisa Escalante, cuatro empleados y varios adolescentes, reconocieron a Rivera como el que apareció en televisión disparando desde Puente Llaguno.

Según testigos del instituto, esa noche Rivera asistió a su trabajo en el INAM cerca de las 10:30 de la noche. “Se le observó muy nervioso; nos insistió en que colocáramos el canal de Venevisión”, narró uno de los testigos.

“Cuando repitieron las imágenes de los tiroteos él mismo se identificó como uno de los que estaba disparando. Tenía puesto un suéter beige que tenía sangre y que iba a botar. Mientras veía las imágenes comenzó a lamentarse de que sería detenido y que pasaría varios días en la DISIP ‘recibiendo coñazos’. Se acostó a dormir y salió muy temprano en la mañana del 12 de abril”.

Manifestación chavista en abril de 2017, para celebrar los 15 años de los sucesos de abril de 2002. Foto: Cristian Hernández

“Ha muerto un patriota”

El 30 de agosto de 2005 falleció Rafael Cabrices a quien el entonces presidente Hugo Chávez y líderes chavistas le rindieron un homenaje en un velatorio en Puente Llaguno. Chávez lo definió como “un héroe de la revolución… Un buen revolucionario entregado a nuestra causa… ha muerto un patriota”.

José Vicente Rangel, vicepresidente de la República, dijo en el velatorio que se trató de “un héroe de la revolución y su muerte era una gran pérdida para la democracia y la libertad”.

Ya el 3 de octubre de 2003, poco más de un año de los sucesos, el Tribunal Mixto Cuarto de Juicio del Circuito Judicial Penal del estado Aragua, absolvió a los ciudadanos Rafael Ignacio Cabrices y Nicolás Eduardo Rivera Muentes, por los delitos de porte de arma de fuego, resistencia a la autoridad, intimidación pública y usos indebido de arma de guerra.

Igual ocurrió con Henry Danilo Atencio, Richard José Peñalver, quien se encuentra ahora como refugiado en Tenerife, España.

Los pistoleros Amílcar Carvajal, José Ávila Salazar y Miguel Alfredo Mora, imputados del homicidio del periodista Jorge Tortoza y por los delitos de homicidio calificado en grado de tentativa, intimidación pública y uso indebido de arma de fuego, fueron juzgados en libertad por el juez Francisco Ramón Motta, a pesar de ser fugitivos por más de dos años. Se les dio libertad después de estar detenidos por 48 horas.

En contraste, el mismo juez negó el juzgamiento en libertad de Iván Simonovis, el ex comisario que en junio de 2019 lograría logró escaparse de su prisión domiciliaria para huir de Venezuela.  

Los comisarios y los policías metropolitanos todavía siguen en prisión.

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