Ciudad

Autopista Francisco Fajardo, ¿ágora de la rebelión?

De nuevo la autopista Francisco Fajardo es el escenario del llamado de la oposición. Hoy los ciudadanos están convocados en el Distribuidor Altamira. Durante un mes la vía rápida ha sido escenario de manifestaciones, pero no es un centro ideal para el debate cívico: es lo que hay

Fotografía de portada: AFP | Fotografías en el texto: Getty, El País, Orinoquia, AFP
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Es el escenario de la esperanza y, a la vez, de la represión. Epicentro de protestas. “¡Vamos a la autopista!” es un clamor que se repite en cada concentración. Sea que la oposición convoque allí o que los caminos vedados de Caracas por la Guardia Nacional hagan que los manifestantes desemboquen irremediablemente sobre sus vías de asfalto.
En un mes de manifestaciones la autopista Francisco Fajardo se ha convertido en el punto final de la resistencia y ha generado símbolos. En las retinas —del gobierno, la oposición y del mundo— sobreviven varias imágenes de esta cruzada: la de una mujer mayor sin más implementos que un morral, una bandera y una gorra tricolor intentando detener el avance de una tanqueta; la de un hombre desnudo con la espalda salpicada de perdigonazos y una biblia en la mano; la de Sor Esperanza, la monja de hábito blanco que se aproximó con temple a los guardias para pedirles que detuvieran la arremetida de gas.
Para Omar, de 23 años de edad, la autopista en sí misma también es un símbolo: “La gente pide a gritos ir para allá. Yendo trancas la principal arteria vial de la ciudad y allí es más fácil defenderse de los gases porque está el Guaire. Cuando nos lanzan las bombas, las agarramos y las tiramos al río para que sus efectos peguen menos. En cambio, en Altamira estás rodeado de edificios”. El joven desempleado siempre que puede atiende el llamado de las marchas y es de los que asumen la vanguardia. Se cubre el rostro con un trapo y usa guantes en las manos para poder devolver las lacrimógenas a los militares.
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Hay otro motivo práctico para buscar la Fajardo. “Es la vía más directa hacia los objetivos que se plantean en la protesta pacífica. La ruta más rápida para desplazarse del este al oeste de la ciudad”, explica Raúl, también de 23 años, y quien procura no faltar a ninguna convocatoria. “La autopista es un gran símbolo de la rebelión. Tomarla y poder llenarla con una protesta es un gran logro para la oposición. Envía un mensaje al resto de los venezolanos, al gobierno y al mundo”, agrega el estudiante.
También ha hecho las veces de plaza pública. Lo fue el 24 de abril durante el llamado “plantón”. Sillas plegables, juegos de mesa, libros y crucigramas se asolearon sobre el terreno. No se necesitó más para resistir. Fue un parque improvisado a la vez que un nuevo método de protesta para presionar por el fin del gobierno del presidente Nicolás Maduro.
Sin ágora
¿Puede entonces la autopista Francisco Fajardo asumir el rol que ocupó la plaza de la Liberación o Tahrir durante la Revolución egipcia de 2011, o llegar a ser un símbolo de resistencia como lo fue la plaza de la Independencia de Kiev —también conocida como Maidán— durante la Revolución Naranja o durante las masivas manifestaciones iniciadas en noviembre de 2013 por los opositores proeuropeos ucranianos?
Leopoldo Provenzali, primer secretario de Planificación Urbana que tuvo la Alcaldía Metropolitana, dice que no. “Afirmarlo es una exageración. La gente toma la autopista porque es la vía más expedita hacia el centro. No tiene ninguna virtud para visualizarse como un lugar de encuentro para el debate cívico”.
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La autopista Francisco Fajardo estuvo lista en la década de 1950, durante el gobierno de Marcos Pérez Jiménez. Tiene 28 kilómetros de longitud, desde Petare —donde empalma con la Gran Mariscal de Ayacuacho— hasta el sudoeste de Caracas, donde su última bifurcación llega hasta la carretera vieja a Los Teques. Guillermo Barrios, exdecano de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad Central de Venezuela (FAU-UCV), sostiene que aquí se cumple el ideal modernista de dotar a las ciudades con grandes autopistas, donde la preeminencia del vehículo se hizo patente: “No hay ágora. En efecto, Caracas es una ciudad muy particular. Estas son vías que se toman artificialmente, pero su uso es el del tránsito”. El profesor enumera entonces los espacios de encuentro que alguna vez tuvo la ciudad y que ya le quedaron pequeños. Comienza por la Plaza Bolívar, escenario de los sucesos del 19 de abril de 1810, y que en aquellos tiempos era conocida como Plaza Mayor. Sigue con la O’Leary, en la Caracas de un millón de habitantes, que sirvió para los mítines de Rómulo Betancourt y donde Fidel Castro pronunció un largo discurso el 23 de enero de 1959, apenas 23 días después de que ocupara la ciudad de La Habana.
Continúa con la avenida Bolívar, que desde el fin del perezjimenismo se ha utilizado para medir fuerzas políticas, comenzando por las de Rómulo Betancourt y Jóvito Villalba, “también es muy limitada para una ciudad de cinco millones de habitantes, considerando además el tamaño de las protestas”. En consecuencia, concluye que la opción que queda es la autopista.
Sin embargo, Provenzali no lo duda. “El lugar ideal para las grandes concentraciones políticas es la avenida Bolívar. El problema es que está secuestrada por el gobierno y por el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV). Las primeras concentraciones importantes ocurrieron allí, a la altura del Nuevo Circo. Es un espacio natural de encuentro y de relación con el poder”. Incluso, de haberse completado el proyecto del Parque Vargas, La Hoyada sería ahora una gran plaza.
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No desestiman la Plaza Francia, de Altamira, que en 2002 se convirtió en bastión opositor. El problema en ella es su diseño. “Tiene una forma muy particular. La entrada del Metro le restó un espacio importante. Habría que desarrollar el proyecto de su zona sur, cuando eso se termine sí será icónico y trascendental”. Zulma Bolívar, presidenta del Instituto Metropolitano de Urbanismo, opina que ese lugar se identifica con un momento político importante. “Está casada con un grupo social, y se identifica con una coyuntura particular, con el reclamo de los trabajadores de Petróleos de Venezuela (PDVSA). Ahora se reclaman otras cosas, más profundas y de mayor alcance”.
¿Cuál es el lugar ideal?
Muchas de las grandes manifestaciones del mundo tienen lugar en plazas. Durante el Levantamiento de Varsovia, en 1944, alemanes y polacos libraron intensas batallas cerca de la plaza Bankowy. Más recientemente, el movimiento de Los Indignados hizo acampadas espontáneas en distintas plazas españolas. En 2011, el grupo tuvo 28 días de permanencia en la Puerta del Sol de Madrid.
La gran ágora caraqueña estaría aún por hacerse. Estos expertos en arquitectura y urbanismo vislumbran la Base Aérea Francisco de Miranda en La Carlota como el sitio ideal. “En Caracas tenemos muy pocas cosas. Usamos lo que hay. Si La Carlota fuese el parque que alguna vez se prometió ese sería el lugar, por ser el ombligo de la ciudad”, asegura el arquitecto Víctor Artis.
Bolívar coincide, por su tamaño y ubicación. Dice que este debe ser un sitio por el que se pueda circular libremente y accesible para todos, desde un niño, hasta una persona de la tercera edad o alguien con alguna discapacidad. “Un espacio para todos, sin colores políticos y con equidad”.
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