Conversación con

Psicovivir: "Se ha banalizado el amor y glorificado el sexo"

El psicólogo clínico Alberto Barradas ofrece reflexiones sobre la vida en pareja, las emociones en la política y las diferencias ente mentir y estafar, tanto en lo carnal como en lo amoroso. Presenta con el Sello Diana su libro ¡Esto se acabó!

Texto: María Gabriela Fernández B. @mariagfernandez | Portada: Alejandro Cremades @doncremades
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Aunque él asegura estar “tan perdido como todos” en la vida, las reflexiones que ha difundido a través de sus redes sociales y, más recientemente, a través de libros, le han colocado en la cima de popularidad en lo que a temas vinculados con el amor se refiere. Alberto Barradas, conocido por sus 122 mil seguidores en Twitter como @Psicovivir, parece tener en sus manos las respuestas para muchas de las preguntas que, experiencia tras experiencia, las personas suelen hacerse sobre la vida en pareja.

Pero él no pretende ser un consejero corriente: este psicólogo clínico egresado de la Universidad Arturo Michelena de Valencia, dice no llevarse bien con las etiquetas. Ni psicología tradicional ni autoayuda barata; lo suyo, dice con desenfado, es una antítesis. “Yo no soy de los que van a hablarte sobre el amor como si siempre fuera algo bonito solo porque eso es lo que quieras escuchar. Siempre lo digo, quien quiera que alguien solo le hable bien del amor, que lea a Walter Riso. Esto es sin menospreciarlo y con todo el respeto que se merece un doctor tan reconocido, pero simplemente no es mi estilo. Yo prefiero hablar de un amor más honesto, de esa vida en pareja que no siempre es ideal”.

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En su página web, Barradas se describe como un psicólogo “que un día se montó en su moto, se hizo varios tatuajes, vendió el diván, se olvidó que se había graduado cum laude y empezó a difundir reflexiones”. Ahora, ofrece costosas y demandadas consultas a larga distancia y, en sus redes sociales, se distingue por el tono descarnado e irónico con el que opina sobre amor pero también sobre política.

Desde hace ocho años, Barradas se ha desempeñado como conferencista dentro y fuera del país con temas sobre liderazgo, emprendimiento y relaciones de pareja. Además, es autor de los libros A veces Cupido tiene mala puntería (Diana, 2016) y ¡Esto se acabó! (Diana, 2017), disponible desde el jueves 20 de septiembre.

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¿Por qué cambiar las consultas tradicionales por los espacios digitales con @Psicovivir?

—Porque a mí  los psicólogos me fastidian, ¡y no se puede decir que estoy hablando mal de mis colegas, porque yo soy uno! (risas). Me parecen muy aburridos y académicos, y quise romper con eso. Pienso que la piscología hay que llevarla a la gente y hablarla en el idioma de las personas. Quería desmontar los mitos de que los psicólogos estamos locos, somos raros o tenemos sexo con los pacientes. ¡Nada de eso! Me tomé la tarea de decirle a la gente que el psicólogo es alguien normal, con internet, con errores y aciertos, y que está tan perdido como todos, pero con herramientas como un mapa, una linterna y valor.

¿Diría que la era 2.0 ha favorecido o complicado las relaciones amorosas?

—Las han complicado. Con la facilidad que hay ahora de relacionarse, se da también la facilidad de no comprometerse: hoy en día, conoces a alguien por la esfera digital, tienes sexo, te fastidias, lo dejas y te vas con otro. Se generan vínculos muy efímeros, menos comprometidos, y eso trae complicaciones en el amor. Ahora bien, también ocurre que el tema de conocer personas o unirse a ellas se ha hecho mucho más sencillo. Hay de todo. Lo que percibo es que las plataformas digitales han banalizado el amor y glorificado el sexo. Hoy es más fácil que te conozcan por tomarte las fotos de unos senos o de unas nalgas y poner una frase motivacional, que por tus talentos. Como sociedad, parecemos ir más a lo libidinal y entonces se generan estímulos más reactivos. No es que sea malo, yo sostengo que al amor se le llega desde el sexo, pero pasa que el sexo se potencia tanto que a veces supera al amor.

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¿Cómo se mide la infidelidad en las redes?

—En este momento, a nivel social tenemos una transición en la que es difícil establecer paradigmas de valores sociales como antes los había, y esa transición nace de la comunicación globalizada. Yo como psicólogo no puedo ser tajante ¿Qué está mal? Cosas extremas como sexo con menores o sexo sin consentimiento, eso sí. Pero, ¿la infidelidad está mal? Existe el poliamor, por ejemplo, y para algunas parejas eso funciona. En ese proceso transicional, las reglas y valores sufren porque no sabes muy bien a qué valor sostenerte, no te queda claro. En ese caso, las parejas deben tener sus acuerdos, y usar la lógica. Hemos llegado a niveles en los que pareciera que el ser infiel no se reduce únicamente, como antes, a lo carnal.

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¿Cuáles señales de alerta deberían considerar las parejas antes de decir ¡Esto se acabó!?

—En principio está, precisamente, la infidelidad, un tema rey dentro de las esferas digitales. La infidelidad ahora puede pasar por el chat erótico o por el like al tipo buenote. Yo tengo mi esposa y si le doy like a una tipa desnuda seguramente me va a reclamar. Entonces, el proceso de infidelidad se va tergiversando. En ese sentido hay señales de alarma, y no es tan banal como muchos piensan. El otro es la falta de comunicación. Cuando trasladas el tiempo al teléfono y se lo quitas a la pareja, esa relación está terminando. También está la sexualidad, que es debatible, pero estadísticamente las parejas que no poseen buena sexualidad tienden a terminar. Otra señal, quizás las más clara de todas, tiene que ver con la violencia tanto verbal como física. En eso sí soy totalmente tajante, sobre todo con la física. Si se llega a la violencia, esa relación tiene que terminar.

¿Cuáles características describen a una pareja sana?

—Creo que no existe una pareja sana porque no somos sanos per sé. La teoría psicológica establece que en el proceso de sociabilizar te neutralizas, rompes tu proceso natural y te conviertes en alguien que tiene que reprimir cosas para poder relacionarse, eso es funcionalmente positivo, pero insano. Puedo hablarte, entonces, no sobre lo sano, sino sobre lo funcional. Una pareja con poliamor, por ejemplo, no es insana, más allá de que alguien pueda juzgarlo. Así, yo diría que la pareja sana es aquella que funciona de acuerdo con sus propios criterios.

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—¿Cómo entra ahí el tema de la individualidad?

—La individualidad es la base fundamental de la mujer sola, pero también de una pareja independiente. Cuando se da en la pareja, tenemos una relación en la que cada quien respeta sus espacios, siempre que no se transgredan los términos comunes. Es un valor agregado positivo. Antes, las mujeres eran más sumisas y los hombres más machistas y eso potenciaba los procesos de dependencia.

En su libro indica que en las parejas hay que saber mentir, ¿a qué se refiere?

—Todos mentimos. El que diga que dice la verdad al 100% está mintiendo. Lo que no se puede es mentir para estafar. El maquillaje es una mentira, la faja es una mentira, pero no estás estafando al otro. Hay una diferencia entre mentira y estafa: Si mi esposa tiene cauchitos y yo le digo que se ve divina cuando pregunta si está gorda, tal vez esté mintiendo, pero no estafando. En cambio, si le digo que soy fiel y le estoy montando el cuerno, estoy estafando. En términos semánticos pudieran parecerse, pero no en términos emocionales.

En sus redes ha dicho que la mala puntería de Cupido también suele darse entre el pueblo y sus políticos ¿Cómo aplica en esos casos el ¡Esto se acabó!?

—Yo soy un crítico terrible de este gobierno pero también de esta oposición. Los detesto. Para mí, el régimen es dictatorial y viola los Derechos Humanos y en la MUD hay una cuerda de mentirosos. Pero ocurre que ambos están colocados ahí por el pueblo, y eso tiene que ver con procesos de afectos, tiene que ver con una clase de amor. Para mí, lo primero que hace falta es asumir que nos pelamos.

¿Cómo se pasa el “despecho país”?

—¡Cómo lo estamos viviendo! Como un proceso de desesperanza donde ya no creemos en nadie y tenemos el corazón roto. ¿Cómo superarlo? Como el despecho común: con tiempo para las heridas y resiliencia para enfrentar el dolor y empezar a erigirnos con nuevas estructuras. El país no se va a desaparecer. Es importante entender que tenemos una luz aunque todavía no la hemos prendido.

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¿Qué pasa con el amor y las migraciones?

—Me parece horrible lo que está sucediendo: parejas que se aman y funcionan y tienen que separarse. ¿Cómo pasarlo? Como todo duelo: con esperanza, con la sensación de volver a reunirnos, y tratando de cumplir los acuerdos a los que se lleguen como pareja. Hay países a los que les tocó vivir catástrofes o guerras, y a nosotros nos tocó vivir el chavismo.

¿Y qué recomienda a quienes que aman a su país desde la distancia?

—Lo que ocurre es que la migración no es un “¡esto se acabó!” sino un “esto continúa”. Tú te vas del país pero no él no se va de ti. Y pasa algo más: extrañas a tu país pero al mismo tiempo empiezas a amar al sitio en el que estás, porque sí, porque vas a la farmacia y hay todo o puedes caminar de noche. Se da una ambivalencia compleja. Lo importante es asumir esa realidad y adaptarse al país en el que estás porque, si no, no vas a poder sobrevivir. Como quien dice, toca aguantar callado y apretar el que te conté.

¿Vive usted sus relaciones con la facilidad con que las aconseja?

—Yo no tengo verdades sobre el amor, tengo reflexiones. Sobre el amor no puede haber verdades. Yo tengo 16 años de casado. A los 8 años cometí una infidelidad, ella me botó y después de un año nos reconciliamos. Creo que somos una pareja con sus altas y sus bajas. Trabajamos bastante bien la ausencia del apego y nunca hemos caído en la violencia. No es que somos una pareja ejemplar es que somos normales, nos amamos y funcionamos bien juntos. No tenemos mayores pretensiones, con la única diferencia de que lo que sentimos lo hablamos. Creo que sería una responsabilidad demasiado poderosa tener la verdad sobre el amor. Yo tengo ideas al respecto y uno las  lanza al aire y a la gente les gustan o no. Las toma o no. Así vamos.

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