Curiosidades

Los nuevos horarios de la vida privada en Venezuela

La crisis sacudió incluso el paso del tiempo. El ciudadano no solo lucha contra la inseguridad, la escasez de medicinas y alimentos sino también contra el reloj. Debe arreglar sus rutinas en función de los nuevos horarios y novedades que constriñen la vida privada: colas en supermercados y farmacias, bancos, racionamientos de agua y luz  y para colmo las protestas de cada día. Las diligencias hay que resolverlas tempranito y divertirse antes que caiga la noche

Texto: Pierina Sora | Fotografías: Andrea Hernández, Cristian Hernández, Dagne Cobo
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A la hora de comer
Por la inflación de 720% para el cierre de 2016 proyectada por el Fondo Monetario Internacional y por la escasez de productos básicos que  supera 80%, de acuerdo a los datos recogidos durante el mes de abril de 2017 por la firma encuestadora Datanálisis, existen venezolanos que no pueden comprar los alimentos en el mercado negro. No hay descanso si se quiere hacer frente al bachaquerismo. Buscar los productos de la cesta básica se ha convertido en un verdadero deporte extremo que supone u obliga la modificación de los horarios de sueño y trabajo. Es menester salir en la madrugada y encomendarse a Dios para que proteja de la delincuencia.
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La señora *Mireya, de 63 años, quien se dedica al hogar y vive en Catia, se levanta a las 5: 00 am cuando suena la alarma de su despertador. Sale de su hogar a las 5:45 am con el estómago ya lleno. Prefiere desayunar en su casa para ahorrar los bolívares y para tener fuerzas en una cola. Solo lleva en su cartera su cédula y unos cinco mil bolívares para pasar el día. No tiene un paraguas para cubrirse del tórrido sol o alguna botella con agua para calmar la sed. Prefiere rechazar sorbos para no ir a ningún baño público. Al llegar al supermercado se acomoda, al igual que sus otros paisanos, en la larga fila y comienza a preguntarle al de al lado si llegará o no algún rubro a precio regulado. “Si hay bastante gente es indicio que venderán algo, aquí ya todos saben si el camión viene o no con mercancía. Obviamente yo me quedo para comprar también”, asegura.
Después de casi seis horas de pie, Mireya alcanza a comprar nada más dos kilos de pasta regulada —por tan solo 1350 bolívares cada una. “A veces paso muchas horas en una cola, y cuando me toca a mí ya todo se ha acabado y tengo que saltar a otro mercado”, manifiesta con voz de resignación. Cuando las agujas del reloj marcan las 11:30 am debe salir corriendo para estar en la puerta de su casa y esperar a que llegue el transporte que traerá a su nieta al mediodía.
Mireya se dedica a los quehaceres del hogar pero su cotidianidad se altera cada vez que debe cobrar la pensión. Sabe que su tiempo no vale oro y que cualquier cosa puede pasar el día que va al banco —perder un día esperando su pago. “Cuando informan que ya pagaron la pensión yo estoy ahí, no me importan las colas, porque necesito el dinero urgente para salir a comprar”.
Aunque las entidades bancarias trabajen hasta las 3:30 pm, de acuerdo a la resolución de la Superintendencia de las Instituciones del Sector Bancario de Venezuela (Sudeban), ella debe estar tempranito por la ingente cantidad de pensionados que van por una misma razón los devaluados 40 mil 638 bolívares. Cuenta que todas las tareas debe hacerlas solas porque sus hijos trabajan y ella no. “Yo soy la que tiene el tiempo para ir al mercado. Mis tres hijos y esposo trabajan y no pueden hacer colas”, justifica. Este mes corrió con suerte, solo malgastó dos horas, pero ya tiene sus churupos en la mano.
Su día no acaba. Mientras va en la camionetica camino a casa recibe un mensaje de texto que vuelve a ajetrear su tarde ya crepuscular. “Buenas tardes, les informamos que a las 6:00 pm nos encontraremos en la esquina de Los Flores para que reciban su caja. Por favor lleven los diez mil bolívares y los 200 del transporte”, dicta la información por parte del jefe de cuadra de su calle.
Apenas llega a la casa, debe contar el dinero para pagar la comida del racionamiento, mejor conocida como Comités Locales de Abastecimiento y Producción (CLAP). Va al baño, toma un poco de agua —o café si esa semana tuvo suerte en conseguir el preciado grano aromático— y vuelve al campo de batalla. A las 5:20 pm ya está lista para recibir la divina caja de bienes básicos. En minutos Mireya está de nuevo en una fila india. La dignidad se arrumba en un cuarto oscuro, el tiempo de cada quien no es importante en épocas de chantaje revolucionario. Lo único cierto es que estas cajas son una lotería. No en todos los sectores de Caracas la reciben. Mireya hasta agradece su bicoca. Se siente hasta afortunada. “Esta es la tercera vez que la recibo, pero esto es mensual y uno come todos los días no así como lo quiere hacer el Gobierno”, expresa un dejillo de molestia.
Horarios del agua
Las dificultades y desgracias que debe enfrentar el ciudadano venezolano no parecen tener fin. En otra zona de Caracas hay quienes deben bañarse con tobo por los horarios del racionamiento de agua. Cristina Martínez es víctima de esto. Es estudiante de periodismo y vive en Montalbán. Su angustia por no contar con el servicio de agua le ha afectado de varias maneras. Señala que sólo tiene algunas gotas de miércoles a domingo y en tres turnos: 5:30 am a 7:00 am, a las 12 de mediodía hasta la 1:00pm, y en la noche de 8:00 a 9:00. “Me descontrola mi rutina, porque tengo que estar pendiente para lavar los platos, hacer limpieza en la casa, incluso, me afecta en la higiene personal. A veces no he ido a la universidad porque el agua no llega en el horario prometido”, dice quejumbrosa.
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A las 8:00 pm comienza el toque de queda
Es la verdad más sabida en la república bolivariana: la delincuencia. De acuerdo al estudio divulgado en abril de 2017, por el Consejo Ciudadano para la Seguridad Pública y la Justicia Penal de México, Caracas registró 130,35 asesinatos por cada 100.000 habitantes en 2016. La mismísima Fiscal Luisa Ortega Díaz en su informe de gestión de 2016 desveló una tasa de  70,1 por cada 100 mil habitantes. Cifra que se traduce 21.752 homicidios intencionales o dolosos. Por esto números de luto y sangre y por ser Caracas la ciudad más peligrosa de la región, muchos venezolanos se han impuesto un toque de queda. Una vez pasada las llaves de la casa nadie más vuelve a salir. Ni siquiera a la esquina para comprar algo olvidado en el camino. Hay quienes prefieren resguardarse. Hay pánico.
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Cristina Martínez, la misma estudiante,  no quiere engrosar los números rojos de asesinatos. Por consiguiente, ella no habla de esparcimiento. “He dejado de ir al cine, al teatro y a cualquier otro lugar que signifique placer y entretenimiento. Hace meses me asaltaron y me quitaron todo”. Aunado a ello, la futura comunicadora social señala que en  estos tiempos de protestas le afecta las marchas en “demasía”. “Yo tengo el privilegio de hacer teletrabajo y no debo preocuparme mucho, como otros, en llegar a la oficina cuando las estaciones del Metro están cerradas, pero siento que lo que ocurre alrededor me aniquila espiritualmente. Oigo gritos e improperios desde mi ventana de parte de vecinos que queman basura y maldicen cada dos minutos. Siento que ya ni el edificio donde vivo es un lugar seguro”, manifiesta con tristeza.
El timbre para estudiar
La revolución bolivariana ha trastocado en todos los sentidos, incluso hasta los horarios de los estudiantes universitarios. Martínez, quien recibe clases en la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB) en el turno de la noche, indica que las clases oficialmente son hasta las 9:00 pm, pero en su salón llegaron a un acuerdo con los profesores: salir a las 8pm. Sin embargo, siempre le acompaña el temor después de guardar la cartuchera y los libros.“Uso el metrobús para regresar de clases. La parada queda a una cuadra de mi casa. Ese tramo se me hace más largo, eterno. No hay buena iluminación y, por allí, cada tanto atracan a alguien. El año pasado mataron a una señora”.
Ajustarse en tiempos de marcha
Debido a las protestas de las últimas semanas, el cierre del Metro de Caracas, la suspensión del servicio en las rutas del Metrobús y las limitaciones de la circulación de vehículos en las calles y autopistas han hecho que los ciudadanos no puedan trasladarse con holgura. Llegar a Caracas desde las ciudades dormitorio Guarenas-Guatire, Los Teques y San Antonio de Los Altos en transporte público se convierte en un martirio. También hay que franquear las barricadas y otros obstáculos de los cuerpos de seguridad del Estado. Suma minutos.
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A *Antonio, ingeniero de profesión, le ha tocado ajustar sus días de trabajo por las imposibilidades del traslado. Afirma que ha tenido que caminar largas distancias para no sumarse a las multitudinarias manifestaciones en contra del gobierno de Nicolás Maduro. Vive en Guatire y señala que pasa por una odisea para llegar a la oficina. “Los policías hacen unas alcabalas y eso hace que se congestione la autopista. He pasado más de tres horas en cola y llego tarde a mi trabajo”. Además, es profesor universitario y tampoco puede llegar a las primeras horas de clases. Por lo general, sale de su casa a las 6:00 am, pero debido a esta situación ha tenido que adelantar su despertador. “Comienzo a dar clases a las 8:40 am y cuando hay marcha a esa hora todavía estoy en la camionetica.  Entonces he faltado varias veces”.
La extinción de la vida nocturna
Ya no es tan común ver a los ciudadanos disfrutar de una tarde-noche caraqueña: tomar un café, un helado o ir al cine. A las 4:30 pm, cuando termina la jornada laboral, una mayoría camina como hormigas para tomar la camionetica o el Metro. La gente quiere llegar “tempranito” a sus hogares. Atrás quedaron esos años mozos en los que los ciudadanos salían de bonche hasta el amanecer. Ahora, el miedo a la violencia y a los altos precios —que también matan, al menos bolsillos y ahorros— han obligado a cambiar la forma de prender la parranda.
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Una muestra de peligro la padeció *Juan Rodríguez. Eran casi las cinco de la mañana de agosto 2014 cuando salió de Figs, en Altamira. Allí le quitaron todas sus pertenencias. Desde ese momento dijo que no saldría más de noche. Una alarma involuntaria en su reloj suena antes de la 7: 00 pm. “Ahora veo películas o partidos de fútbol en mi casa para tener momentos de diversión. Ya no podemos tener entretenimiento porque si sales a la calle te matan o la cuenta te queda en cero bolívares porque todo es carísimo”. También dejó de invitar a su pareja para celebrar cada mes de noviazgo.
Discotecas, centros comerciales y restaurantes eran las paradas habituales de Rodríguez con su novia y panas, pero la ingente cantidad de cadáveres que entra en la Morgue de Bello Monte lo acució a decir stop. No a la vida loca de Ricky. “Yo salía los viernes y sábados y conseguía los locales abarrotados, eso era lo normal hace algunos años. Ahorita ni loco. No sólo porque la rumba ha cambiado, hay peladeros de chivos, sino también por protección. Tengo un carro y no puedo arriesgarme. Prefiero que mis amigos vengan a mi casa y aquí jodemos y nos tomamos unos tragos¨, invita y brinda.
Sin función de medianoche
Los teatros y cines también han recortado los horarios de sus funciones. En una visita por la cartelera de las tablas caraqueñas no hay ningún espectáculo después de las 11:00 pm, máximo a las 8:00 pm. Para más información revisar las opciones de Cooltura Clímax.
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Sin embargo, hay quienes insisten en una vida integral. Acomodan sus horarios incluso para hacer ejercicio. Momentos que se aprovechan en arreboles y ocasos. Entre las 7: 00 y 8:00 pm un buen número de personas hace yoga en la Plaza Los Palos Grandes. En el grupo está Marta, una psicóloga de 33 años. Agradece el momento, pese a tener bien abiertos los ojos. «Yo tengo miedo, es normal. Yo estoy aquí porque dentro de todo el caos que hay en este país no quiero dejar de relajarme y de compartir un momento de mi pasatiempo”, comenta.
Yorelis Acosta, psicóloga social e investigadora del Centro de Estudios del Desarrollo de la Universidad Central de Venezuela (UCV) asevera que el venezolano ha cambiado y que la grave crisis ha hecho que deje en segundo plano el esparcimiento. Afirma que los factores que más preocupan son la economía y la inseguridad. Advierte que todo lo que sucede quita tranquilidad y altera el estado de ánimo —y por eso mismo apremia tener momentos de ocio. “Cuando estamos en crisis lo primero que hace la gente es reducir sus gastos y uno de los elementos que suprime es el tema relacionado con el esparcimiento porque lo consideramos como algo superfluo o de lujo y no es así. Siempre y en situaciones de crisis hay que dejar un rato para la recreación, relajación y cuidado personal”.
La Caracas de noche tiene que dejar de funcionar como un lugar solo para lo más temerarios. Algunos esperan con ansias una ciudad más segura y con más opciones para el disfrute. Pero en un país donde sus habitantes no tienen ningún tipo de calidad de vida —y además se acuestan temprano— no les queda más remedio que resguardarse y pagar las consecuencias de un Estado que ha impuesto nuevos hábitos y horarios.
*Los nombres fueron cambiados por solicitud de los entrevistados
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