Cultura

Bellas Artes: Un museo que no permea a sus alrededores

Los museos no escapan a la interpretación polarizada del país. Algunos críticos piensan que se han hundido en el más profundo deterioro. Otros creen que simplemente han ampliado sus espacios a nuevas formas expresivas. Nadie discute el descuido de sus alrededores Un niño con cabellos de alambre de púas se exhibe en el Museo de Bellas Artes de Caracas. Tiene diez años, es palestino, siempre anda descalzo y fue creado por el dibujante Naji al Ali como un símbolo de amargura. Se llama Handala.

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Texto: Dalila Itriago

El dibujo del chico, trazado inicialmente como un cómic en las paredes de las calles, representa la situación de los niños que viven en los campamentos refugiados y forma parte de la I Bienal del Sur, Pueblos en Resistencia: una muestra de 138 artistas de 40 países que fue inaugurada el 1 de noviembre de 2015 y estará abierta hasta el próximo domingo 28 de febrero.

La lucha de los pueblos frente a “la dominación capitalista y patriarcal” es la idea medular de esta exposición, que se divide en cuatro áreas: el diálogo de la transformación, de la identidad, del cuerpo y de la tierra. De esta forma se puede ver a un Bolívar sonriente entre flores y mujeres, escuchar el repique de los tambores de Chuao, proyectado desde un video bean; apreciar unos cuadros con la Virgen de Coromoto, el Negro Primero y Manuela Sáenz, como reflexión al culto de los íconos históricos, junto a juguetes de plástico que incluyen a Súper Mario Bros, así como también a un gato que maúlla desesperado frente a un balcón, en una instalación audiovisual 3D de la artista griega Anna Lascari, quien reflexiona sobre la situación de su país más allá de referencias emblemáticas como el Partenón.

Para Roldán Esteva-Grillet, historiador y crítico de arte venezolano, la muestra es, en general, muy mala. Con 70 años de edad y 40 de ellos dedicados a la investigación curatorial de las artes visuales, cree que la I Bienal del Sur no merece siquiera la calificación de muestra política sino que se trataría de una exposición propagandística.

“El Museo de Bellas Artes tiene una colección de arte europeo, de esculturas modernas, de grabados, que no se exhiben desde hace añales. Cuenta con 18 salas, muchas de ellas cerradas. Mientras que esa bienal, que debería implicar la existencia de un jurado, ocupa varias de ellas sin tener mérito alguno. Allí no hubo selección. Es una bienal de cartel, de propaganda. Algunos artistas tienen méritos pero otros no. No hubo criterio de calidad”, explica el crítico.

A juicio de Esteva-Grillet esta exposición representa la continuación de un marcado proceso de deterioro de los museos que comenzó con la designación de burócratas nombrados arbitrariamente, quienes habrían colaborado con la pérdida de autonomía que tenían estos espacios para autofinanciarse y programar sus propios proyectos, luego de que se creara la Fundación Museos Nacionales en el año 2005.

“El relajo comenzó con Farruco Sesto quien promovió la convocatoria masiva de artistas y se empeñó en sacar los depósitos, sin medir que no todo tiene la misma calidad e importancia. Esto provocó que las paredes se tapusaran y se empezaran a mostrar cosas que pueden servir para decorar las casas pero no para ser mostradas en un museo. No hubo uno que después de esto haya podido levantar cabeza. El gobierno no invirtió nunca más en traer las exposiciones que circulan por toda Europa o América Latina. No lo hace porque eso no le genera beneficios políticos inmediatos. La gente no va a las exposiciones como asiste a un mercado a cielo abierto”, añade.

Es tajante al criticar las exposiciones que se han presentado en el Museo de Bellas Artes. Insiste en subrayar que en este campo solo debe trabajarse con categorías estéticas y no políticas: “Simón Rodríguez escribió que al que nada tiene cualquiera lo compra, y al que nada sabe cualquiera lo engaña. Al hacerle creer a un muchacho que porque sabe pintar el retratico de su abuela puede ir al museo se le está engañando. Para ser artista no basta con dominar una técnica, tiene que innovar. Lo otro es promoción cultural y para eso están los clubes o salones municipales, pero en los museos solo deben exhibirse obras que se correspondan con la calidad de sus colecciones”.

“El concepto de arte ha sido amplificado”

Francisco Ardiles cita a Pierre Bourdieu para explicar el concepto de cultura. Emplea la imagen de una gran circunferencia para ilustrar la idea de un campo. Todo lo que está dentro del círculo pertenece al espacio propio, mientras que lo externo remite a formas primitivas. A juicio de este profesor universitario, licenciado en Letras, especialista en Estudios Literarios, magister en Literatura Venezolana y PhD en Estudios Culturales; en Venezuela lo que cambió fue el radio de ese campo: era menor y se amplificó.

“El proceso político revolucionario trató de romper con la tradición al incluir formas de creación cultural que no eran consideradas como arte hasta ese momento. Eso modificó la agenda y la programación expositiva. Empezaron a mostrarse proyectos que incluyeran las Bellas Artes junto a manifestaciones que se querían resemantizar”, indica.

Ardiles, quien fue subdirector general del MBA desde el año 2011 hasta el año 2014 y también ocupó el cargo de director de investigaciones de la institución, cree que la Fundación Museos Nacionales buscó integrar a todos los museos para terminar con la forma con que se venían dirigiendo estas instituciones. A su juicio, guiadas por personas que la asumieron como patrimonio personal, o de su directiva, y no del país. “No había injerencia entre la política del Estado y los museos”.

Cree que el concepto de arte ha sido ampliado, y si el Museo de Bellas Artes se fundó bajo la noción del siglo XIX, procedente de la Ilustración, de abarcar lo mejor de la historia del arte universal, vinculado a las grandes civilizaciones; también debe mostrar aquellas expresiones no sofisticadas, no occidentales, que no por ello dejan de ser arte.

“El Museo Nacional de Beijing incluye arte africano y este no se asume como una cultura periférica. Hay formas de creación, aparentemente no universales, que deben ser consideradas. Lo que ocurre es que a veces son iniciativas precipitadas que traen consigo cosas buenas y cosas malas. Si tu principio es la inclusión, allí metes todo. Pero al final estamos dentro de un proceso dinámico, imparable, que es la Historia. La danza de Pina Bausch no sería la misma sin su acercamiento a la danza africana”, dice Ardiles.

No teme al concepto de ideologización, pues advierte que se trata de un proceso de socialización por el que pasa todo ser humano. Acota, eso sí, que el asunto es lo que se pretenda con ella: “El problema con el arte oficial es que este corre el peligro de subordinarse a una idea, que puede no corresponder con el principio de libertad del proceso creativo, la exaltación deliberada a una determinada forma de pensamiento”.

A diferencia de Esteva-Grillet, Ardiles cree que la I Bienal del Sur es la más importante muestra que se ha hecho en los últimos 20 años en el MBA pues abarca lo más representativo del arte universal contemporáneo, al incluir a artistas del continente africano y del Caribe. Sin embargo, cree que la curaduría constriñó la exhibición: “Encajonó en conceptos políticos e ideológicos la selección de las obras. Pero eso no es lo determinante. Allí hay expresada una preocupación social. Al final, lo que interpretamos es la vida y lo hacemos gracias a los instrumentos y los materiales de los que nos provee el arte”.

Un museo que no permea sus alrededores

La prodigalidad de artesanos que antes se veía desde la salida del metro de Bellas Artes hasta el edificio del Ateneo de Caracas o la Plaza de Los Museos ha sido cambiada por una larga fila de vendedores ambulantes que ofrecen desde discos de Pecos Kanvas, José José, Rocío Durcal o Las Chicas del Can, entre otros; hasta rosas de foami, plantas de jade, tostones, rodajas de mango con sal y adobo, libros, lecturas de cartas del tarot e inscripciones de los nombres en un grano de arroz.

El piso de la acera que conduce a los museos está sucio y los vendedores lucen trasnochados. Los jóvenes se distraen jugando disco de playa o pasándose una pequeña pelota colorida con los muslos y los pies.

Luis Alonso, quien tiene 14 años vendiendo CD de música y películas de autor en uno de los tarantines de la zona, se queja de la falta de seguridad en el lugar y lamenta que estos espacios sean embellecidos únicamente cuando vienen dignatarios internacionales o hay ferias de libro.

“La mayoría de los jóvenes que ves aquí consumen o venden drogas. Hubo una limpieza antes del 6 de diciembre de 2015. Ocurrió un tiroteo y vino la Guardia Nacional, pero a diario hay robo de carros o de motos y muy pocos policías para vigilar. Lo mejor es hacerse un poco de la vista gorda. Antes los artesanos se lucían para poder exhibir sus creaciones en el pasillo. Ahora el lugar fue tomado por malandros. Es parte de la misma crisis que vive el país”, concluye Alonso.

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