“La muerte quiere vivir”
La reciente novela de la escritora venezolana Valentina Saa y el problema de la desesperanza
La reciente novela de la escritora venezolana Valentina Saa y el problema de la desesperanza
Una adolescente, estrella de televisión, aparece muerta tras varios días desaparecida. Sin demasiadas pesquisas, el juez declara culpable a un pobre diablo con antecedentes de robo y otros delitos menores. El detective Diego Behrens tiene indicios para “presentir que el culpable es otro…”. Así empieza “La muerte quiere vivir”, la más reciente novela de la narradora y guionista Valentina Saa, presentada en el marco de la Semana Negra de Caracas, entre el 14 y el 21 de octubre.
En el bautizo de la novela, que tuvo lugar en la librería Kalathos, en el Centro de Arte Los Galpones, en Los Chorros, el escritor Marcos Tarre Briceño, organizador de la Semana, explicó que el género policial concentra la mayor cantidad de lectores en el mundo. A lo que la autora comentó que su motivación al escribir no es colocar su trabajo en el mercado con mayores posibilidades de captar audiencia, sino que todas las historias que vienen a su mente tienen un crimen, un culpable cuya identidad se hace elusiva y un detective que buscará la verdad.
En la nueva novela de Valentina Saa, el crimen no es un hecho aislado sino un episodio constante, en un entramado de violencia que impregna toda la sociedad. Se trata, pues, de una novela policial y política. Sobre todo política, puesto que las claves del género policial son usadas como instrumento de observación social y denuncia. En “La muerte quiere vivir” vemos una sociedad desestabilizada por muchas formas de ilegalidad y crueldad. Su trama apunta a un mundo donde la legalidad parece haber estallado en beneficio del imperio de la corrupción y los pequeños feudos donde reina un capo sin límites y, por cierto, sin castigo.
Hablábamos de esto en la presentación de la novela, cuando alguien quiso hacer una pregunta. Se trataba de Gabriella Zavatti, periodista doctorada en Ciencia Política por la Universidad Simón Bolívar, quien quería saber si la novela de Valentina Saa dejaba margen a algún tipo de esperanza… Una pregunta más que pertinente, habida cuenta de que el género policial surge poco después de que Kierkegaard estableciera que son el miedo, la angustia, la inseguridad, lo que más pesa en el alma humana.
La novela policial no es el género de mayor clientela solamente porque desata el morbo natural de la imaginación de todo lector, sino también porque completa una operación muy tranquilizadora: una situación normal es alterada por un crimen / viene un detective o alguien de excepcional habilidad deductiva y, mediante la observación y la aplicación de métodos científicos (esto es, todo lo contrario de la violencia y la tortura) llega a una verdad cimentada en pruebas confiables / se produce, entonces, una restitución del orden perdido. Hay una vuelta a la normalidad. El mal quedó encapsulado en ese crimen que ha sido esclarecido y, ¡muy importante!, castigado. Con una investigación racional, el miedo ha encontrado alivio y con ello renovamos nuestra fe en la justicia. Qué puede ser más esperanzador.
Pero no es esto lo que ocurre en la novela de Valentina Saa, en cuya trama se llega a saber quién es el criminal, pero como vive al abrigo de una sociedad profundamente corrupta, cuenta con impunidad. La víctima seguirá “moviendo los hilos desde su tumba para que se le haga justicia”, (más o menos así se dice en la novela), pero deberá esperar a mejores tiempos para que se le dé algún resarcimiento. En “La muerte quiere vivir” no hay, pues, un restablecimiento del orden destrozado por el crimen: pese a que se aclara el misterio, triunfan las deficiencias del sistema social y la falta de ética de las autoridades.
“No se entiende”, dice Jorge Luis Borges, “un cuento policial sin principio, sin medio y sin fin”. En el caso de esta novela policial, el fin no llega con la conclusión de la trama. Deja una deuda con la esperanza, porque el final policial depende de un final político.
@MilagrosSocorro