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"La Tumba" del Sebin derrota sus sótanos para proyectarse en Nueva York

"La Tumba" muestra la claustrofobia y la violencia implícita que tienen lugar en sus celdas. Para la directora del corto, María Eugenia Morón, esta era una denuncia necesaria. "Si nos resignamos no salimos del atolladero más nunca, las sociedades críticas son las que realmente avanzan".

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El 8 de febrero de 2015 una columna en El Nacional de Leonardo Padrón titulada «Cinco sótanos contra el sol» describía cómo los estudiantes Gabriel Valles y Lorent Gómez Saleh, detenidos por las protestas que se multiplicaron en el país en febrero de 2014, vivían aislados en unas celdas de 2×3 metros cuadrados ubicada en la sede del Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (Sebin), en Plaza Venezuela. El texto detallaba cómo estos jóvenes permanecían las 24 horas del día bajo un sótano de perpetua luz blanca que los privaba de la conciencia del tiempo. “La Tumba” trascendió como una cárcel subterránea que exponía gravemente la sanidad mental de quienes entraban en ella.
El texto recorrió inevitablemente las redes sociales hasta llegar a las manos de la directora y comunicadora social venezolana María Eugenia Morón, quien dos años después convirtió esta historia, que parece ficción pero no lo es, en un cortometraje.
El pasado 8 de marzo, en el Día de la Mujer, “La Tumba” fue  seleccionada como uno de los dos títulos latinoamericanos que participan en la séptima edición del New York Indepent Film, el festival que reúne lo mejor del cine no comercial del mundo. Aunque concursa como una producción mexicana por haber sido grabada en ese país, la mayoría del staff así como del dinero recaudado para lograr el rodaje se obtuvo gracias a venezolanos que se encuentran fuera de las fronteras. María Eugenia sostiene que para ella este siempre será un corto de “corazón venezolano”.
El mismo día que la directora leyó «Cinco sótanos contra el sol» redactó el guión. Este gravita en torno a tres venezolanos que pasan sus días encerrados en una diminuta celda, mientras los funcionarios que los custodian controlan todos sus movimientos. No se conocen ni han visto el aspecto de sus caras, pero se aferran al eco de sus voces, que es lo único familiar 100 metros bajo tierra. Cuando los rieles del metro de Plaza Venezuela se detienen, significa que son las once de la noche y un día más está por culminar. Los tres luchan por no sucumbir a la opresión y al aislamiento.
Desde la distancia
Durante las protestas de 2014 María Eugenia colaboró documentando para el movimiento estudiantil, por lo que es cercana a su causa. Este corto representó una nueva oportunidad para contribuir aunque estuviera en otra región geográfica.
“Cuando me vine a México sentí una gran culpa porque mi trabajo es documentar, pero no puedo hacerlo desde la distancia. Luego de leer el artículo de Leonardo Padrón comencé a investigar sobre torturas blancas y ahí mismito me senté y me salió el guion”. El apoyo del escritor fue clave para darle la fuerza que necesitaba en los medios.
Uno de los objetivos del corto, más allá de exponer la tortura física que sufren los detenidos de la cárcel del Sebin, fue mostrar esta tortura blanca que no busca dejar golpes en el cuerpo, pero si en la mente. María Eugenia quiso reflejar  la tortura psicológica. “No quería que hubiera mucha violencia expresa, sino que la gente pudiera sentir más allá de lo físico. Porque te van cocinando poco a poco para que tú mismo te destruyas, yo quería que eso se reflejara en el cortometraje”.
Un proyecto necesario
Sebastián Torres interpreta a Ricardo, un joven de San Cristóbal que escapa del encierro cantando canciones de La Vida Boheme. Para Torres este era un proyecto necesario.
Fueron 9 meses de pre y post producción que culminaron gracias a la ayuda de venezolanos en el exterior, productores y organizaciones como Acción Politik, Social Content, EFD, Multivision Audiovisual y Cluster, quienes colaboraron con su financiamiento.
Gracias a Sebastián, integrante de un grupo teatral en el extranjero, el actor Franklin Virgüez se involucró en el corto. Este encarna al director del penal.
Para Virgüez, quien estuvo con gusto en la producción sin recibir ningún tipo de honorarios, «la situación de los presos políticos y de los estudiantes ameritaba que participara en el proyecto, que también sirve de denuncia para que el mundo vea lo que está ocurriendo en Venezuela».
Gracias al actor «La Tumba» se titula con este nombre, ya que en un principio pensaban llamarla «Cinco sótanos contra el Sol».
«Porque eso es lo que es: una tumba, un hueco donde están metidos seres humanos durante meses», afirma Virgüez.
María Eugenia, Sebastián Torres y Franklin Virgüez son parte de ese grupo de venezolanos que ha emigrado pero que siguen luchando con las ganas de contribuir con el país.
“La distancia y la lejanía te hacen sentir un poco impotente, te hacen preguntarte ¿qué puedo hacer por mi país?», dice Sebastián.
La comunicación con los familiares de Lorent Gómez Saleh y Gabriel Valles fue constante, el contacto todavía se mantiene. Los detalles y las escenas del corto son fieles a las historias que les contaron. Sebastián asegura que se tomaron muy pocas licencias dramáticas.
Aunque a los estudiantes se les permite recibir libros, Lorent le pidió a su mamá hace meses una revista, “una revista de lo que sea mamá”, relata Sebastián. “El chamo necesitaba ver colores porque se estaba volviendo loco”.

 En medio de las dificultades
Lograr la grabación de “La Tumba” no fue fácil. Desde su financiamiento hasta un supuesto hackeo de links, María Eugenia y su equipo pasaron por más de un inconveniente que hicieron que el producto final fuera el doble de satisfactorio.
El cortometraje se quería grabar en Venezuela, pero María Eugenia sostiene que era muy riesgoso.
Cuando fue publicado en Internet , aliados del corto se dieron cuenta de que el video no se estaba viendo, ya que los links de las páginas que lo redireccionaban aparecían rotos. Aunque Morón indica que todavía no sabe con claridad que fue lo que ocurrió, comenta que existen grupos de personas dedicadas a este tipo de hackeos para limpiar la web de contenido que pueda perjudicar al gobierno. Franklin Virgüez asegura que a pesar de que «hay gente dedicada a bloquear lo que le hace daño al gobierno», la directora estaba preparada.
Y aunque el principal objetivo del corto fue publicarlo para divulgar la situación de los estudiantes, su participación en el Festival de Cine Independiente de Nueva York es una conquista para el talento nacional. Cabe destacar que para entrar en la mayoría de los festivales de cine internacionales se exige que el material no haya sido difundido.
«Nosotros queremos que se sepa lo que está pasando. Millones de venezolanos no tienen idea de lo que está ocurriendo cinco pisos bajo tierra. Están caminando sobre estos chamos y ni siquiera lo saben, es un absurdo que exista una cárcel de torturas y de castigo en Venezuela donde hay personas que no pueden ver la luz», denuncia la directora.
«La Tumba» muestra la claustrofobia y la violencia implícita que ocurren en sus celdas. Para María Eugenia la denuncia debe continuar. «Nuestro trabajo es seguir señalando las injusticias y denunciar con soluciones. Si nos resignamos no salimos del atolladero más nunca, las sociedades críticas son las que realmente avanzan».
Los pequeños pasos hacen la diferencia. En medio de una emergencia nacional declarada por todos sus costados, Venezuela sigue siendo ese país que sueña con tiempos mejores. Muchos se van, muchos se quedan, pero el denominador común entre tanta discordia e impotencia es que quien nació aquí lucha con ese amor equidistante, que superpone una montaña mágica y los recuerdos de los «panas» que siempre están , con la inseguridad,  la violencia, las malas noticias e historias como esta: unos estudiantes que pierden la noción del tiempo en una celda bajo tierra, y que dibujan al Ávila para consolarse con sus atardeceres mientras un encierro de luz blanca les impone una amnesia que se niegan a aceptar.
«Negro es la ausencia de luz, pero blanco es la ausencia de memoria, el color del no poder recordar». Stephen King.
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