Deportes

Ellas son las que están dando la cara

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Stefany Hernández

Golpes de niña no saben a piña. Aunque la composición femenina de Venezuela en Río 2016 fue la más baja porcentualmente (29%) desde Sidney 2000, las chicas trajeron dos de tres medallas y cuatro de nueve diplomas olímpicos. En los últimos 16 años, la tendencia es similar: 37% de mujeres que respondieron con 57% de las medallas y 48% de los diplomas.

Quizás es porque está de salida y cerrará su ciclo después del Mundial sub-17 de Jordania que arranca el viernes 30 de septiembre con el choque entre Alemania y las chicas lideradas por Deyna Castellanos. El hecho es que el panameño Kenneth Zseremeta, seleccionador de la Vinotinto, se muestra crítico con la situación del país y en particular con el menosprecio que recibe el deporte femenino. “Los logros de las mujeres duran 20 minutos”, me dijo Zseremeta, en referencia a que atletas masculinos como Rubén Limardo han recibido más apoyo que damas como Yulimar Rojas, medallista de plata en Río 2016 y un talento en bruto relativamente desaprovechado hasta que se fue a entrenar en el extranjero con el cubano Iván Pedroso.

“Escándalos como el que ocurrió en Río 2016 con Ryan Lochte, el nadador estadounidense que se fue de parranda, muy pocas veces o nunca lo vas a ver en el deporte femenino. Y sin embargo el márketing las discrimina a ellas”, me subrayó Zseremeta. Los números de la participación olímpica reciente de Venezuela parecen confirmar su impresión.

En Río 2016, la delegación de Venezuela tuvo la composición femenina más baja desde Sidney 2000 (25 de 86 atletas clasificados, para 29%). Y sin embargo, ellas trajeron dos de tres medallas (la plata de Yulimar en el salto triple y el bronce de Stefany Hernández (el bronce en el ciclismo BMX) y cuatro de nueve diplomas, es decir, figuraciones entre el cuarto y octavo puestos: dos de la gimnasta Jessica López, uno para la pesista Yaniuska Espinosa y otro más para la luchadora Betzabeth Argüello. A esto hay que agregar el décimo puesto de Rosa Rodríguez (lanzamiento de martillo), la clasificación de Nercely Soto a la semifinal de 200 metros planos y la primera victoria histórica para una dupleta de voleibol de playa de cualquier género, conseguida por Norisbeth Agudo y Olaya Pazo ante Costa Rica.

Las cifras de Río 2016 confirman la tendencia desde Sidney 2000: contando los últimos 16 años, Venezuela ha llevado 37% de chicas, que han traído cuatro de siete medallas en ese período, incluidas las de las taekwondistas Adriana Carmona (bronce en Atenas 2004) y Dalia Contreras (tercer lugar en Beijing 2008). En cuanto a los diplomas, ellas también respondieron a pesar de estar en minoría: consiguieron 16 de un total de 33 (48%).   

Atletas inscritos Atletas femeninas % femenino Medallas femeninas Diplomas femeninos
Londres 1948-Atlanta 1996 339 32 9% 0 de 8 (0%) 2 de 18 (11%)
Sidney 2000 50 14 28% 0 de 0 3 de 4
Atenas 2004 48 15 31% 1 de 2 3 de 6
Beijing 2008 110 52 47% 1 de 1 2 de 6
Londres 2012 68 27 40% 0 de 1 4 de 8
Rio 2016 86 25 29% 2 de 3 4 de 9
Total Sidney 2000-Rio 2016 362 133 37% 4 de 7 (57%) 16 de 33 (48%)

Entre Helsinki 1952 y Atlanta 1996, la participación de chicas en las delegaciones olímpicas venezolanas fue más bien simbólica (9% en total). Hubo dos esgrimistas en Helsinki 1952, las pioneras de origen alemán Ursulla Selle y Gerda Müller, que tuvieron alguna continuidad en los años sesenta. Hubo una solitaria incursión en el atletismo en los años setenta con Lucía Vaamonde. La ex miss Paola Ruggieri fue el rostro más reconocible de las piscinas, junto a Ana Amicarella y María Elena Giusti en el nado sincronizado. Las judocas Xiomara Griffith y María Elena Villapol trajeron los primeros diplomas de damas en Barcelona 1992. La tenismesista Elizabeth Popper fue abanderada en Seúl 1988. Claro, en esos años el movimiento femenino también era menor en el deporte mundial.

Si lo que ha ocurrido en Venezuela desde 1999 puede llamarse socialismo, sus grandes paradojas están reflejadas en las cifras entre Sidney 2000 y Río 2016: se ha incrementado el número general de atletas olímpicos, lo que algún analista pudiera atribuir al uso propagandístico del deporte que suele caracterizar a este tipo de gobiernos, pero la otra cara positiva es también el notable aumento de la presencia femenina (9% a 37%). Y esa también suele ser una característica de los regímenes socialistas, incluso en los más despóticos del desaparecido bloque comunista de la Europa Oriental. Por eso siempre debe analizarse la historia en tonos de grises, no en blanco y negro.

Como dijimos días atrás, desde Sidney 2000, Venezuela tiene uno de los peores rendimientos olímpicos del mundo (alrededor de 51 atletas inscritos por cada medalla obtenida). Con las chicas, ese rendimiento mejora notablemente (33 atletas por medalla).

Por supuesto, sigue mucho por hacerse. En Beijing 2008 clasificaron dos deportes femeninos de conjunto (voleibol de seis y softbol, una disciplina que volverá a estar en el programa olímpico en Tokio 2020), pero desde entonces no ha ocurrido más nada. El boxeo de chicas podría ser un probable filón de diplomas y medallas (Colombia se trajo un bronce de Río con Ingrit Valencia), pero tampoco pasó nada después de Kharla Magliocco. Ojalá los éxitos de Jessica López en Rio puedan reactivar la semidestruida gimnasia. No parece haber sucesoras a la vista en la natación para Andreína Pinto o en el velódromo para Daniela Larreal, ahora convertida en crítica acérrima del madurismo e incluso en convocante para la Toma de Caracas.

Que quizás es otra manera de dar la cara, aunque siempre dentro de su talante polémico.     

En un país en el que sigue sin resolverse la escasez de alimentos y medicamentos esenciales, con la inflación más alta de planeta y derechos humanos, civiles y laborales puestos en duda, cabe preguntarse hasta qué punto debe Venezuela invertir en deporte o aspirar a convertirse en una potencia olímpica mediana en la región. En todo caso, algo parece estar claro: la mejor inversión que se pueda hacer será en las mujeres.

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