De Interés

Peligra el bien común

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“Es grande la tentación de rechazar con la violencia las graves injurias contra la dignidad humana”, dice Populorum Progressio en “situaciones cuya injusticia clama al cielo”.

De la carta de Pablo VI están próximos a cumplirse cincuenta años a comienzos del venidero 2017. Ella fue, en nuestros años juveniles, un llamado al compromiso social. “El desarrollo es el nuevo nombre de la paz”. Este debe ser “de todo el hombre y de todos los hombres” y consiste en el paso de un nivel menos humano a un nivel más humano de vida.

En el pensamiento de Santo Tomás de Aquino, la resistencia a la tiranía no es sedición, porque el poder se justifica en su servicio al bien común y tirano es aquel que desprecia el bien común y busca el bien privado. En su línea de razonamiento, se ubica el pontífice al tratar el tema en esta encíclica.

Por lo tanto, ¿Cuándo es lícita la insurrección? Solo “en el caso de tiranía evidente y prolongada que atentase gravemente a los derechos fundamentales de la persona y dañase peligrosamente el bien común del país”.

No tener impaciencia aconseja Azorín al político, quien “no debe dejarse arrastrar por el impulso general”. La prudencia es consejera sabia y útil. En ella se fundamenta la prevención de la encíclica citada, pues como puede leerse mil veces en la historia de la humanidad, la violencia “engendra nuevas injusticias, introduce nuevos desequilibrios y provoca nuevas ruinas”, porque “No se puede combatir un mal real al precio de un mal mayor”.

No es meramente doctrinario mi interés en recordarlo. Somos venezolanos de esta hora de angustia, incertidumbre y definiciones. En cada quien pesan más las responsabilidades. En quienes gobiernan, los rumbos marcados por sus acciones u omisiones. En quienes aspiran cambiar las cosas y gobernar, y cuyos hombros no es que lleven carga más liviana.

Los tiempos que vive Venezuela son difíciles, y los que vienen lo serán más. Es lo propio de los tiempos decisivos. El ambiente, para decirlo en el lenguaje deportivo propio de la temporada, de la novena entrada. La final. Aquella donde cada jugada, cada lance, cada decisión ofensiva o defensiva, están revestidas de tensión y drama. Una que no solo está condicionada por el correr del reloj ¿Hasta cuándo? Que tiene hora imprecisa, porque el juego, ya lo decía Berra, no se termina hasta que no se acaba.

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